Tras el gran éxito que el montaje de Alfredo Sanzol de «La casa de Bernarda Alba», de Federico García Lorca, en el Teatro María Guerrero de Madrid, un montaje del Centro Dramático Nacional, inicia gira por España. Tras pasar por el Teatro Calderón de Valladolid, los días 12 y 13 de este mes estará en el Gran Teatro de Córdoba, los días 19 y 20 en el Teatro Romea de Murcia, los días 26 y 27 en el Teatro Gayarre de Pamplona, y los días 3 y 4 de mayo en el Teatro Principal de Palma de Mallorca.

«La casa de Bernarda Alba» arranca con una muerte y termina con otra. Cuenta Alberto Sanzol: «La muerte del padre abre el reinado despótico de Bernarda, que produce al final la muerte de su hija más joven, símbolo de vida, libertad y sexualidad. Bernarda es la encarnación de un sistema de normas sociales. Es su brazo ejecutor y también su víctima. La humanidad de Bernarda está en el deber cumplido de proteger a sus hijas de la ruina que pueden producir los impulsos sexuales en el contexto social que habitan. El miedo a caer en el ostracismo la lleva a aplicar de manera paranoide las mismas restricciones que cayeron sobre ella desde su infancia. Bernarda también fue una Adela. Es una Adela muerta en vida. Es una mujer con una herida tan grande que sólo ha podido encontrar la salvación tomando el relevo de sus agresores. Bernarda y su casa son la metáfora de una sociedad aterrorizada».

«La casa de Bernarda Alba», prosigue Sanzol «podría contarse desde la postura de Bernarda como la historia de una mujer que quería lo mejor para sus hijas. Una madre pragmática, realista, que conocía el mundo en el que vivía y que no dudó en usar toda su energía para frenar los impulsos anárquicos del instinto sexual. Una mujer consciente de la dureza de las normas sociales y del juicio dogmático de sus vecinos». Y añade: «Desde la postura de Adela, «La casa de Bernarda Alba» podría contarse como una pesadilla en la que una madre paranoide, deshumanizada, y sin empatía encierra a sus hijas para guardar un luto absurdo de ocho años que puede acabar con la vida de todas. Suele ser frecuente escuchar que todo el mundo está con la postura de Adela pero, ¿cómo puede ser, si la violencia machista que sufren las mujeres en la casa de Bernarda es igual a la violencia machista que sufren las mujeres hoy, en nuestra realidad? ¿Hasta qué punto no vivimos todas en una casa en la que hay más Bernardas y Bernardos de los que pensamos?»