“Hechos y faltas” no sólo es una obra sobre las fake news o noticias falsas, sino una apasionada y brillante reflexión sobre el periodismo, que también bucea a través del alma humana. Ha dicho Bernabé Rico, director y autor de la versión de la obra: “Hechos empíricos frente a falta de precisión de los mismos con el fin de transmitir con mayor verdad una historia. Partiendo de un caso real, “Hechos y faltas” sintetiza ese debate con acierto”. La función se inspira en el libro escrito por John D’Agata y Jim Fingal, y se estrenó en Avilés antes de llegar al Teatro Pavón de Madrid.

Un veterano y reconocido autor, John D’Agata, ha escrito un deslumbrante reportaje sobre un chico que se suicida saltando desde un ático a 350 metros de altura de un casino de Las Vegas. Emily, la directora de la revista, una publicación con 52 años de existencia, encarga al becario Jim Fingal la verificación de los hechos. Y el joven comenzará a hallar inexactitudes por todos sitios. Esta obra gustará, sobre todo, a los periodistas. Pero también a cualquier espectador interesado por la actualidad. Hay frases como: “Imprimen allí muchos periódicos, bueno, los que todavía resistimos”; “la prensa escrita se está derrumbando, con un público envejecido”; “no hay nada tan importante (para un periódico) como una historia”; “este artículo es muy bueno, una proclama sobre la vida y la muerte”. Porque la obra está llena de enormes reflexiones sobre el periodismo. Incluso al veterano autor le molesta que a su escrito lo llamen artículo en lugar de crónica. Y lleva razón. Ahí el verificador es inexacto. El manual titulado “Redacción Periodística”, escrito por el profesor Martínez Albertos, que en los años 70 estudiaban en la Facultad los alumnos de Ciencias de la Información, venía a decir que el artículo es opinión, y la crónica son datos, noticias, mezclado con cierta dosis de la visión del autor.

El actor andaluz Antonio Dechent encarna a un escritor con un perfil irónico, chulesco, muy seguro de sí mismo, hasta ir deslizándose poco a poco desde su pedestal cuando aflora la dureza de su vida, que la pieza no muestra, sino únicamente insinúa. Se echan en falta más apariciones en teatro de Antonio Dechent, que hace años protagonizó una inolvidable versión de “La voz humana”. Juan Grandinetti borda a un joven periodista minucioso hasta el extremo, impertinente, y lleno de convicciones. Magnífica Ángeles Martín en esa soledad de cualquier directora de un medio de información. “No tengo palabras”, dirá en un momento de la función. Y le contesta el escritor: “Pues encuéntralas, vives de ellas”.

Los escritores, los periodistas, viven, sí, de las palabras. Esta obra las cuida, las acaricia. Porque en la música de una crónica puede sonar mejor la palabra 34 que 31. La obra transita hacia la emoción. Hacia un final abierto. Se enfrentan si en una crónica lo importante es la atmósfera o la precisión total en los datos. El escritor asegura haber hablado con mucha gente para documentarse y cree haber hecho el mejor escrito de su vida. Que la voz humana decida.