“Payaso” tiene un humor triste, una poética risueña, y una atmósfera teatral maravillosa, porque es un espectáculo lleno de sensibilidad que homenajea a los sueños que se cruzan en la vida, en ocasiones en forma de vocación profesional, y conducen al éxito, o, muchas veces, al fracaso, pero mientras duran sostienen a la persona con su musicalidad de caricia. Daniel (un colosal Alberto Frías) nace con la nariz colorada y desde niño quiere ser payaso. Es ingenuo y torpón. Por eso la gente le dice en tono áspero de reproche: “¡Payaso!”. Y él, sonriente, responde: “Gracias”. Porque en ser payaso consiste la vocación de Daniel. Que dice: “La risa debería estar en la Constitución contemplada como un derecho para todos”. Y otro personaje afirma: “Viví muchos años en Málaga y por eso se me ha pegado la chispa andaluza”.

El programa de la obra, que se acaba de representar en el Teatro Sampol de Madrid y a partir de ahora va a tener mucha vida por delante, explica que “Payaso se presenta como una obra cercana al teatro musical con toques de cabaret y de vodevil decadente de los años 30”. Hay un texto ingenioso, con garra, magnífico, de una cadencia poética extraordinaria. Firman el espectáculo Zenón Recalde y José Mesagosa. Beltrán Iraburu acompaña a Alberto Frías sobre las tablas. Y también hay proyecciones con apariciones estelares, como la de Pepe Viyuela, payaso, actor y filósofo, convertido aquí en el abrumado tío de Daniel, dispuesto a invertir el dinero que haga falta en estudios para el muchacho a fin de que abandone esa absurda vocación de payaso. Sensacional. Porque unos y otros insisten a Daniel en que “ser payaso no es una vocación seria”. Y van más allá y él se lamenta. “Me pidieron que hiciera la carrera militar como mi abuelo, o la de boxeador, como mi abuela”.

Y ahí está Daniel, entre unos y otros, con sus zapatones, su bombín y su narizota colorada, payaso, sí payaso, pero esa palabra que siempre había recogido con afecto le duele en lo más hondo cuando la pronuncia en mal tono la chica que se había convertido en el gran amor de su vida. “¡Pa-ya-so!”. Y ahí se queda Daniel, con esa tristeza de los payasos que es la tristeza más grande del mundo. Pero  Alberto Frías volverá al rescate de su personaje en esta función delicada y poética, “Payaso”, llena de música, que parece marcada por el éxito y el futuro.