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Sinopsis
La odisea que sufrieron los trabajadores del Afghan Film para salvar el archivo fílmico de Afganistán. Una decisión que tomaron cuando vieron el saqueo del museo de Kabul y la voladura de los Budas de Bamiyan. Alertados por esta circunstancia, decidieron esconder todas las películas que habían rodado durante su vida y las preciadas cámaras que lo hicieron posible. A tal fin, construyeron en uno de los edificios, un muro que pintaron de negro. En el doble fondo escondieron poco a poco, día tras día, las películas y sellaron la puerta. Desconectaron la luz y, en la oscuridad, las imágenes esperaron a la caída de los Talibán. Calmaron el ansia anti-imagen de los Talibán entregando las películas extranjeras. Quince camiones llenos de ellos quemaron los integristas en su euforia destructiva. Soportaron amenazas, vejaciones y penurias durante cinco años con la incertidumbre de no saber cuando acabaría todo. Podrían haber sido muchos años más, a no ser porque los acontecimientos precipitaron la caída del régimen. La vida de cada una de los personajes estuvo marcada por la represión. Se prohibió la escuela para las niñas, el trabajo a las mujeres, los juegos y hasta el canto de los pájaros. Organizaron su vida en la clandestinidad; montaron escuelas en sus casas, revelaron las fotos prohibidas a escondidas. Rezaron obligatoriamente todos los días y dejaron sus barbas largas, mientras en su interior conservaban su integridad y su cultura al margen de imposiciones. La nueva situación después del régimen Talibán no supuso para ellos un estallido de emociones. Aguantaron su secreto con una actitud prudente, hasta que estuvieron completamente seguros de que los nuevos dirigentes eran de fiar. Como un regalo de cumpleaños destaparon su tesoro al nuevo director. Al fin las imágenes pudieron ver de nuevo la luz. Mirwais y Samima, director y actriz, son dos de los jóvenes de diferentes generaciones que nos mostrarán como “los ojos de Ariana” están ahora abiertos. Mirwais con su ilusión por mostrar al mundo el cine Afgano, Samima con la frescura que da el descubrimiento de un mundo nuevo, un mundo que hasta hace muy poco tiempo estaba demasiado lejano como para, ni tan solo, imaginarlo.