LA VÍA LÁCTEA (1969)

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    Titulo original: La voie lactée
    Año: 1969
    País: Francia – Alemania – Italia
    Duración: 98 min.
    Dirección: Luis Buñuel
    Guión: Luis Buñuel y Jean-Claude Carrière.
    Música: Luis Buñuel.

    Intérpretes

    Paul Frankeur, Laurent Terzieff, Alain Cuny, Edith Scob, Bernard Berley, François Maistre, Claude Cerval, Julien Bertheau, Muni, Ellen Bahl, Michel Piccoli, Agnes Capri, Michel Etcheverry, Pierre Clementi, Georges Marchal, Jean Piat, Denis Manuel, Daniel Pilon, Claudio Brook, Jean-Claude Carrière, Marcel Peres, Delphine Seyrig, Pierre Lary, Paul Pavel, Douglas Read y Jacques Rispal.

    Premios

    Premio Interfilm en el Festival Internacional de Cine de Berlín

    Sinopsis

    Dos vagabundos, Pierre (Paul Frankeur), anciano, con barba y Jean (Laurent Terzieff), más joven e inquieto, hacen el Camino de Santiago o Vía Láctea a pie en nuestra época, pero en realidad se ven sumidos en una peregrinación iniciática por las diferentes herejías cristológicas que han tenido lugar a lo largo de la Historia. Primero se encuentran con un personaje envuelto en una capa, luego con un niño que porta las marcas de la Pasión y un chófer bastante fanático que les echa del coche por haber utilizado el nombre de Dios en vano. Poco después el relato entra en la época de Prisciliano (Jean-Claude Carrière), personaje que nuestros protagonistas se topan en un bosque hablando latín e incitando a sus discípulos a “humillar el cuerpo” en una orgía carnal. En un restaurante de Tours el maître certifica con sus palabras la existencia de Dios poco antes de que haga su aparición, en un espacio diferente, el marqués de Sade para negar el axioma. Luego vemos al mismísimo Jesucristo (que ya había aparecido en un flashback inicial representando a un joven Pierre) bromeando en las bodas de Canaán, poco antes de que Jean se imagine a unos anarquistas fusilando al Papa. Pasamos entonces a una escena inquisitorial en la que un joven dominico denuncia lo absurdo de las muertes religiosas, sean de la confesión que sean. Luego de la aparición esporádica de un demonio que regala a Pierre los zapatos de un muerto entramos en un convento de religiosas jansenistas a mediados del siglo XVIII en cuyo jardín se enfrentarán en duelo un jesuita y un jansenista sazonado con algunas bromas que se cuelan entre los argumentos sectarios que esgrimen uno y otro. Ya en España los protagonistas se cruzan en el camino con dos estudiantes que gritan consignas heterodoxas contra la cremación de un obispo hereje y luego se disfrazan de cazadores huyendo de los tricornios en la Venta del Llopo. Poco antes, a uno de ellos se le aparece la Virgen para darle un rosario. En la venta, durante la noche, se suceden los episodios marianos narrados por el cura en las habitaciones de los estudiantes. Una vez en Santiago de Compostela los dos vagabundos se encuentran con la prostituta que les había anunciado el hombre de la capa al comienzo de su viaje y, ya al final, es Jesucristo el que cierra el relato curando (o no, el final es abierto) a una pareja de ciegos.

    Comentario

    Decía Luis Buñuel que su carrera era un puente entre “La edad de oro” y “La vía láctea”. Quizá sea esta la película que mejor acoge la buñuelesca oposición entre la educación jesuita del cineasta de Calanda y su apego al surrealismo, presente en la totalidad de su obra cinematográfica. El filme juega con entera libertad con el espacio y el tiempo entre una estructura narrativa itinerante (en la línea de “El Lazarillo de Tormes”), “de cajas chinas”, con episodios que llevan a otros y olvidan el hilo conductor del relato por momentos (como en “El manuscrito encontrado en Zaragoza”, uno de los films favoritos del cineasta), algo que Buñuel llevará a su máxima expresión en la posterior “El fantasma de la libertad”. Según parece Buñuel y Carrière se enclaustraron durante algunos meses con multitud de material bibliográfico relativo a las herejías cristianas para construir el guión de “La vía láctea” tratando de incluir las dosis de humor necesarias para hacer más entretenido el camino de los protagonistas entre debates del Antiguo Testamento o las epístolas de San Pablo referidas a la Naturaleza de Cristo, la Trinidad, la Eucaristía y demás polémicas que vienen azuzando el dogma católico desde su nacimiento. El final, con ese plano de la zanja que intentan sortear los ciegos, parece remitir de nuevo a la falsedad de Dios y del milagro, huyendo de cualquier reducción ideológica a la que pudiera someterse la película. Buñuel emociona pese a lo denso de algunas argumentaciones religiosas que escuchamos a lo largo del film, en una mezcla extraña de burla y misterio apta para cualquier espectador, no necesariamente teólogo o creyente.