LOS DOS ESPAÑOLES ENTRE LOS 50 CINEASTAS MÁS VISIONARIOS SEGÚN LA PRESTIGIOSA REVISTA BRITÁNICA

Ambos comparecen en compañía de personalidades diferentes como Dario Argento, Werner Herzog, Catherine Breillat, David Lynch, Alejandro Jodorowsky y Raúl Ruiz. En el póster creado para la ocasión, Arrabal aparece fumando en pipa y Buñuel, mirando por un objetivo y tocado con un «salakott». El criterio de selección queda definido en la introducción: «Hacen películas que desafían categorización, en las cuales el lenguaje, gusto e incluso la realidad se inclinan ante sus voluntades. Son los revolucionarios del Grupo Salvaje». A propósito de Buñuel (1900-1983), se le considera rey supremo del surrealismo. Y se alega que muy pocos se le han podido acercar a la hora de evocar el mundo de los sueños a través de una lente. Pese a que sus primeras provocaciones junto a Dalí -«Un perro andaluz» (1928) y «La Edad de Oro» (1930)- sugirieron un futuro de experimentación, el cineasta encontró su territorio propio en México, donde rodó sus obras maestras «Los olvidados» (1950) y «El angel exterminador» (1962). La «ficha» buñueliana recuerda como llenó los clásicos literarios «Robinson Cruseo» y «Cumbres borrascosas» de digresiones eróticas, cómo retó a la Iglesia Católica a través de «Nazarín», abordó la blasfemia en «Viridiana», para finalmente, resolver sus fantasías en comedias «sui generis» del corte de «Bella de día» y «El discreto encanto de la burguesía». Finalmente, alegan que si se buscara el «toque Buñuel», éste sería que en el cine todo es significativo y que nada es lo que parece.
El «curriculum vitae» de Arrabal es exhaustivo y apabullante: fundador del Movimiento Pánico, guionista del film que significó el debut de Jodorowsky, actor en «¿Quién eres tú, Polly Magoo?» (1966), de William Klein y «La posibilidad de una isla», de Michel Houellebecq, poeta, novelista, «sátrapa trascendente» electo de la Academia de la Patafísica y autor de filmes («Viva la muerte», 1971, y «J’irai comme un cheval fou» («Iré como un caballo loco», 1973) saturadas de imaginería que dañan la retina e hieren el alma. Y finalizan, «airado, brutal y profundamente personal, el cine de Arrabal derrama escatológico desdén y eroticismo edípico suturados en las convenciones que tanto desprecia».