PILAR MIRÓ

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    Pilar Miró Romero nació en Madrid el 20 de abril de 1940 en el seno de una familia militar. Cursa estudios de Derecho en la Universidad Complutense y de periodismo en la Escuela Ofical de Periodismo de Madrid, aunque se titula en la Escuela Oficial de Cinematografía en 1968, donde fue profesora en la misma de montaje y guión. Tras colaboras en los guiones de «La niña de luto» (1964) y «El juego de la oca» (1965), ambas dirigidas por Manuel Summers, se especializa en programas dramáticos en Televisión Española, convirtiéndose en la primera mujer que hizo este trabajo en España. A la vez que hace pequeños trabajos periodísticos escribiendo de cine en revistas como «Mundo Joven», dirige más de 300 espacios de televisión, entre informativos, retransmisiones en directo y dramáticos.
    La soledad fue una constante en su vida, como su fuerte temperamento y el coraje para no amilanarse ante las dificultades. Mujer ambiciosa en metas, asumió que esta característica de su personalidad implicaba preparase para sortear obstáculos. En 1976 debuta como directora de cine con su primer largometraje, «La petición», basado en un cuento del francés Emilio Zola, con el que se sentía muy identificada, teniendo su primer encontronazo con la censura, que la persiguió con saña durante toda su vida. La película fue seleccionada para participar en los festivales de Teherán y Belgrado.

    En 1979 dirige su segundo largometraje, que sería su mayor éxito de taquilla, «El crimen de Cuenca», que reconstruye un error judicial veridíco ocurrido a principios del siglo XX, pese a lo cual es prohibido durante largos meses por el gobierno de Unión de Centro Democrático por las escenas de tortura a cargo de la Guardia Civil y que le acarrea un proceso militar, que finalmente queda en nada. En 1980 dirige «Gary Cooper que estás en los cielos», su historia más personal, que se estrenaría antes de «El crimen de Cuenca», y en 1982 «Hablamos esta noche».
    Con la llegada al poder del Partido Socialista Obrero Español en noviembre de 1982, es nombrada Directora General de Cinematografía, cargo en el que permanece hasta enero de 1986 en que dimite. Durante su mandato se pone en marcha la llamada Ley Miró, que apoya las producciones cinematográficas a semejanza del sistema francés, y que sus sucesores en el cargo desmantelan progresivamente hasta hacerla desaparecer en tan sólo 10 años. Desde dicha responsabilidad tiene un papel decisivo en la recuperación de la categoría A de la FIAPF por parte del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, al que desvió buena parte de las subvenciones estatales dirigidas a otros festivales de cine españoles y realiza un plan estratégico para que el cine español ganase un Oscar, cosa que se consigue con «Volver a empezar», de José Luis Garci, en 1983. Durante su etapa al frente del ministerio de cultura tiene un píblico enfrentamiento con Luis García Berlanga, presidente de Filmoteca Española, al que destituye de su cargo.

    En 1986 lleva por fin a la pantalla un proyecto acarizado durante muchos años, «Werther», a partir de la obra homónima de Goethe, que es seleccionado para el Festival de Venecia. Entre diciembre de 1986 y enero de 1989 es nombrada Directora General del Ente RTVE, durante la que la televisión pública vive su mejor momento, aunque desmantela las pequeñas emisoras locales radiofónicas agrupadas como Radio Cadena Española. Es apartada del cargo por una venganza política disfrazada de absurdo escándalo relacionado con su vestuario, que amplifican los meduios periodísticos de la derecha.
    En 1991 adapta la novela de Antonio Muñoz Molina «Beltenebros», con la que gana el Oso de Plata del Festival de Berlín y que de alguna manera es un ajuste de cuentas con aquellos sectores del Partido Socialista que la habían perseguido con saña durante sus cargos oficiales, y con la política en general.

    1993 es el año de «El pájaro de la felicidad», otra de sus historias personales, donde una mujer aprovecha un hecho insólito en su vida para hacer un análisis de su existencia. Además dirige teatro, cn obras como «La verdad sospechosa», de Ruíz de Alarcón, o «Cristales Rotos», de Arthur Miller, ópera y realiza diferentes programas especiales para TVE, destacando en 1995 y 1997 la realización de los enlaces de la infanta Elena y de la infanta Cristina.
    Si desde fuera, en plena batalla política, podía decir frases como «tengo rayas como los tigres», por su obra cinematografíca se drenaba la parte de ternura y sensibilidad de su carácter. Mercedes Sampietro, protagonista de varias de sus películas, fue la actriz que en cierta manerarepresentó en pantalla esa otra parte más íntima de la directora. En «Gary Cooper que estás en los cielos» la protagonista, a punto de meterse en el quirófano para una decisiva operación, no encuentra el afecto que busca en su madre, ni tampoco con su compañero sentimental. Por lo demás, también reconoció la realizadora que las relaciones con su padre, militar de profesión, fueron distantes. En «El pájaro de la felicidad», la misma actriz se gana a pulso la soledad y su personaje renuncia al afecto, aunque también siente un punto de cansancio.

    En 1996 emprende el rodaje de «El perro del hortelano», adaptación en verso de una obra de Lope de Vega, cuyo rodaje se tiene que interumpir por problemas presupuestarios, y que solo se puede finalizar cuando distintos productores se unen para sacar adelante el filme. Contra todo pronóstico, «El perro del hortelano» es un enorme éxito de taquilla, logra siete Premios Goya, uno de ellos a la mejor dirección. y triunfa también en el Festival de San Sebasatián. Fue su mayor éxito profesional.
    Durante el parón en el rodaje de «El perro del hortelano» dirige «Tu nombre envenena tus sueños», adaptación de una novela que el socialista Joaquín Leguina escribió para que ella la llevase al cine tras haberle retado a que escribiera la historia de una mujer consumida por el afán de venganza, que protagonizan los mismos actores de «El perro del hortelano», Emma Suárez y Carmelo Gómez. Sería su última película.

    La fragilidad de su salud, después de dos operaciones de corazón, no le impidió desarrollar una cargada actividad profesional. Fue precisamente un ataque al corazón sufrido en su casa de Madrid a los 57 años, provocó su muerte de forma sorpresiva el 19 de octubre de 1997, dejando un hijo, Gonzalo Miró. Cualquier apariencia fría o defensiva de Pilar Miró se derribaba cuando salía a relucir su hijo, Gonzalo, en algún círculo semiprivado. Nada de particular en cualquier madre. Con relación a su maternidad también Pilar Miró construyó una muralla impermeable. Nunca dio a conocer el nombre del padre de su hijo. Soltera, sólo tuvo una relación que trascendiera públicamente, con el periodista Eduardo Sotillos, pero se le han atribuído distintos romances.
    «He vivido más de un momento de situaciones límite y, tal vez, de una forma distinta a otros, con la constante que es la angustia y la prisa excesiva… Vivir pensando que no vas a tener tiempo de vivir», había dicho pocas horas antes de su muerte. Pilar Miró era poseedora de prestigiosos galardones internacionales, como el Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres otorgado por el Gobierno francés.