LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS (1921)

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    Titulo original: The Four Horsemen of the Apocalypse
    Año: 1921
    País: EE.UU.
    Duración: 138 min.
    Dirección: Rex Ingram
    Guión: June Mathis basado en la novela homónima de Vicente Blasco Ibañez
    Música:

    Carl Davis (1933)


    Intérpretes

    Rodolfo Valentino, Alice Terry, Nigel de Brulier, Alan Hale, Jean Hersgolt, Wallace Berry, Pomeroy Cannon, Josef Swickard, Bridgetta Clark, Virginia Warwick, Mabel Van Buren, Stuart Holmes, John Sainpolis, Mark Fenton, Derek Ghent, Browdwitch Turner, Edward Connelly, Harry Northrup, Arthur Hoyt, Jacques D`Auray, Claire de Lorez, Rose Dione, Beatrice Dominguez, Louise Emmons, John George, Jean Hersholt, Noble Johnson, Isabelle Keith, Fred Kelsey, Kathleen Key, Henry Klaus, J. Jiquel Lanoe, Andy MacLennan, Minnehaha, Bull Montana, Steve Murphy, Ramon Novarro, Curt Rehfeld, Brinsley Shaw, Georgia Woodthorpe y Patrick Youch.

    Sinopsis

    Julio Desnoyers (Rudolph Valentino) es un joven indolente y mujeriego, nieto favorito del terrateniente Maradiaga (Pomeroy Cannon). Español emigrado a Argentina, Madariaga tiene dos hijas, que se casan con un francés y un alemán. A la muerte del patriarca, sus descendientes se trasladan a Europa, donde la familia se ve dividida y enfrentada como consecuencia del estallido de la Primera Guerra Mundial. Julio, famoso en el París mundano por su dominio del tango, se enamora de una mujer casada. Ésta se divorcia, pero vuelve con su esposo cuando queda ciego en combate. Julio se alista y su actitud ante la vida cambia radicalmente, olvidándose de su vicios y tomando las cosas con decisión y responsabilidad. Muere en una trinchera, junto a un soldado alemán que resulta ser su primo.

    Comentario

    Primera de las adaptaciones cinematográficas de la novela de Vicente Blasco Ibañez, que consagró a Rodolfo Valentino, al que el director Rex Ingram, uno de los grandes del cine mudo, supo sacarle todo el partido posible con su habilidad para el baile. El actor se había ganado la vida bailando como pareja de alquiler en Nueva York, e Ingram aprovechó la espontánea sensualidad de sus gestos haciéndole bailar un tango que permaneció en la mente de los espectadores durante muchos años. El director combina ambientes exóticos con otros de enorme realismo como las que se desarrollan durante la Primera Guerra Mundial, con escenas de gran emotividad. A destacar el decorado final de un cementerio cuyas cruces trepan por la falda de una montaña.