UNA HISTORIA DE PELÍCULA

Publicado en Vallecasweb


El placer de ver películas es una costumbre que siempre ha seducido a los vallecanos. En el periodo que va hasta la Guerra Civil los cines de Vallecas alternaron, además, la exhibición cinematográfica con el uso de sus instalaciones para fines sociales, solidarios o de otra índole, incluso durante gran parte de la fratricida contienda. Los cines eran mucho más que lugares para ver películas. Tras la guerra, ir al cine se asentó como una de las aficiones favoritas de los vallecanos, con un buen número de salas —también empleadas para actos ajenos al séptimo arte— fijadas en la memoria como imborrables recuerdos.

Al parecer, Vallecas conoció en los primeros años del siglo XX un pequeño cine ambulante que proyectaba películas sólo los sábados y domingos. Se llamaba Puente de Vallecas, y era, como la mayoría de los primeros recintos cinematográficos, un frágil barracón de madera, en su caso transportable. No sabemos si realmente este cine llegó a existir. Sólo los historiadores cinematográficos Pascual Cebollada y Mary G. Santa Eulalia recogieron datos sobre él (Madrid y el cine, pág. 352).

Sí hay certeza de la existencia de un cine estable denominado Salón de Recreo inaugurado en 1908, aunque desconocemos su ubicación exacta. Algunos autores lo sitúan en un solar entre la actual calle de Sierra de Javalambre y los primeros números impares de lo que hoy es la avenida de la Albufera. Sus dueños eran los zaragozanos Eduardo Jimeno Peromarta (1846-1914) y su hijo Eduardo Jimeno Correas (1870-1947), dos de los grandes pioneros de la industria cinematográfica en España. El hijo había rodado en 1897 Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza, considerada la primera película de la historia del cine español, y los dos se instalaron en Madrid para ir abriendo sucesivas salas dependientes de una sede empresarial establecida en el Palacio de Proyecciones, principal cine de los Jimeno, inaugurado en 1899 en la calle Fuencarral.

Cines que eran más que cines

No sabemos si el Salón de Recreo vallecano gozó de rigurosa continuidad en sus actividades, ni hasta cuándo duró, pero sí que, desde 1915, sus dueños poseían en el nº11 de la carretera de Valencia el cine Jimeno o Gimeno, como se anunciaba indistintamente en los periódicos. Esta sala se llamaba en abril de 1914 Cine Nuevo (La Correspondencia de España, 18 de abril de 1914). Como ocurrió de manera genérica en la época, y de un modo notable en Vallecas, el cine Gimeno —que era el nombre que lucía en su fachada y papeles— era utilizado para la celebración de actos ajenos a la proyección de películas, como mítines de agrupaciones obreras (el primero que hemos encontrado para luchar contra las tarifas de tranvías y trenes en junio de 1918), bailes (como los de Carnaval en febrero de 1919), reuniones del gremio de albañiles (de 1918 a 1922), encuentros del sindicato metalúrgico (junio de 1922) o citas de la asociación de vecinos de Puente de Vallecas (noviembre de 1922). Estos actos eran con frecuencia organizados por colectivos madrileños. Su actividad central, no obstante, era ofrecer los estrenos cinematográficos que llegaban a Madrid.

En octubre de 1932, el cine Gimeno acaparó páginas de prensa del país por el grito que un niño dio en su sala, en plena proyección, al encender otro niño un mechero. Andaban aún cerca los tiempos en los que los cines, por emplear rollos de película inflamable y materiales combustibles, eran a veces destruidos por aparatosos incendios.

El 7 de diciembre de 1934, el cine Gimeno fue sede de un importante festival solidario para recaudar fondos destinados a los niños que habían quedado huérfanos en Asturias, tras sofocar con dureza el ejército, codirigido por el general Franco, la famosa huelga revolucionaría iniciada en la madrugada del 5 de octubre en las cuencas mineras astures, una revuelta que se propagó como una llama por otras regiones del país. El 6 de octubre, grupos de obreros vallecanos habían participado en tiroteos contra el ejército tras la insurrección asturiana y se habían enfrentado a miembros de Acción Popular, partido de derechas, además de atacar a la comisaría de Puente de Vallecas. Murió una persona y hubo bastantes heridos. En días siguientes continuó el apoyo de las clases populares vallecanas al estallido revolucionario. Ahora, el pueblo se solidarizaba y recababa ayuda económica “para unos niños desamparados que no entienden de luchas fratricidas entre los hombres”, como dirá el diario La Libertad en la crónica de la velada.

Vallecas había vivido años atrás el incendio de una de sus primeras salas cinematográficas, una catástrofe que figura entre las más relevantes sufridas por la industria madrileña del séptimo arte en sus inicios. Fue en el Edén Concert de Vallecas —había otro con el mismo nombre en la madrileña calle de Atocha—, situado en la calle de la Presilla, pequeña vía paralela a la carretera de Valencia. El 28 de marzo de 1911 este cine, propiedad de Tomás Esteban Contreras, se convirtió “en una inmensa hoguera” con gran parte del edificio, el piano, el decorado y las sillas destruidos. La falta de agua en el lugar provocó que, pese a la presencia de los bomberos, el edificio quedara arrasado a las nueve y media de la noche. La prensa lamentó que algo similar pudiera ocurrir en otros inmuebles de Vallecas (El País, 29 de marzo de 1911). El Edén Concert estaba preparando su inauguración como cinematógrafo. Como teatro funcionaba al menos desde abril de 1910, cuando estrenó la pieza La obrera del tejar, una breve obra de contenido social escrita ese año por Julio Sánchez Godínez y Florencio Domínguez.

El 8 de marzo de 1923, con el programa La ciudad sagrada y La dama de la flor, se inauguró el teatro cine Goya, que junto al Gimeno y al Frutos conformaron el trío de salas cinematográficas más prósperas de Puente de Vallecas hasta el final de la Guerra Civil. Su dirección era la calle Vallecas nº 3, actual calle del Monte Oliveti. Su aforo inicial era de 543 butacas. El dueño, al menos a finales de los años veinte, era Antonio Menéndez.

En 1926, se unió al citado trío el cine Tirso de Molina, nacido en el pueblo de Vallecas como teatro a finales del siglo XIX, en concreto en la calle Juan de Dios Raboso nº6, actual paseo de Federico García Lorca. Se hallaba en el mismo lugar donde se encuentra ahora la Junta de Distrito de Villa de Vallecas. Disponía de 317 localidades. Alternaría la proyección de películas y la programación teatral también con actos festivos de otra índole y con la celebración de eventos sociales.

Probablemente hubo otras salas cinematográficas más antes de la guerra de cuyas vidas de momento no conocemos rastro. En la segunda mitad de los años veinte, se encontraba en la calle Nicasio Méndez, en la actualidad avenida de Monte Igueldo, el cine Méndez, sala de verano donde llegaron a actuar los famosos payasos Pompoff, Thedy y Emig, residentes desde 1922 en la vallecana calle Teresa Llorente, hoy calle Montseny. También actuó en su escenario el Cuadro Artístico de la Casa del Pueblo, dependiente del Partido Socialista de Vallecas y dirigido por Manuel Dicenta, grupo financiado por el torero Ignacio Sánchez Mejías, a quien Lorca dedicó una de sus poemas más populares. No sabemos cuánto duró el cine aunque, tras un largo periodo de inactividad, volvió a abrir al público a finales de la década de los cincuenta, teniendo su entrada por la calle de Felisa Méndez. Se conservan dos fotos de 1926 que fueron cedidas por los descendientes de los dueños a la asociación Vallecas Todo Cultura.

Al servicio de la República durante la Guerra Civil

Cuatro cines vallecanos —Gimeno, Goya, Frutos y Tirso de Molina— llegaron con vida hasta la Guerra Civil, los dos primeros al menos hasta agosto de 1938, y el Frutos siquiera hasta mayo de 1937, con servicios que resultaron de vital trascendencia para la defensa de la República.

El Gimeno y el Goya formaron parte del reducido grupo de cines que publicitaron sus películas en la prensa madrileña en los primeros meses de combate. El cine Goya, que pasó a depender de Altavoz del Frente, aparecía en la cartelera junto a alrededor de una decena de salas madrileñas no vinculadas a sindicato alguno, como Capitol, Rialto, Callao, Salamanca, Monumental Cinema, Calatravas, Bellas Artes o el Cine de la Flor. Y el Gimeno figuraba en el grupo de cuatro o cinco salas pertenecientes a la Sección Cooperativa Obrera Cinematográfica y de Espectáculos Públicos, que dependía del Servicio de Subcomisariado de Propaganda del Ministerio de la Guerra. Los cines madrileños incluidos en esta sección eran Palacio de la Música, Royalty y Tivoli; y con el tiempo se añadiría al menos el Doré. Es decir, dos cines vallecanos fueron asociados a las principales salas cinematográficas de Madrid para luchar por la República. No ocurrió algo así con ningún otro pueblo madrileño. A finales de 1937, se publicitaba también otro grupo de salas dependientes del Sindicato Único de la Industria Cinematográfica y Espectáculos Públicos de la CNT. El cine Frutos seguía en activo, pero no aparecía entonces en las carteleras madrileñas.

Las películas que ofrecían los cines vallecanos al principio de la guerra eran en su mayoría ideológicas o propagandísticas, pero luego se fueron diversificando las temáticas. Eran producciones de años inmediatamente anteriores. Gozaron de significativa presencia los maestros del cine soviético vanguardista y los filmes de Hollywood de éxito internacional, y sirvieron como complemento numerosos documentales y hasta rarezas como películas de animación coloreadas. El precio más habitual de las salas de Vallecas era de 1,50 pesetas, aunque a veces se fijaban dos tarifas: 1 peseta la primera sesión y 2 pesetas la segunda, la que echaban más tarde.

Una de las distracciones favoritas de los vallecanos

La guerra y el franquismo cercenaron la riqueza cultural popular que se había extendido por Vallecas durante los años veinte y treinta. Nada quedó de los numerosos clubs, círculos obreros o ateneos que habían florecido en las calles. Sin embargo, las salas cinematográficas siguieron en pie. El cine Frutos pasó a ser propiedad de Luis García Ramos y el Goya de Francisco José Saz. El segundo sería también el dueño del cine Avenida, que se levantó en los años cuarenta en el solar del extinto cine Gimeno. El Avenida, situado en la misma dirección que el Gimeno, aunque bajo la denominación de avenida del Generalísimo nº 11, disponía de 717 localidades, y causó baja en el Registro de Empresas Cinematográficas en 1969. En el Tirso de Molina, en Villa de Vallecas, propiedad de Antonio Álvarez, se abrió un cine de verano en 1944 con aforo para 1.000 localidades.

En los años cuarenta, además, existieron al menos dos salas cinematográficas estables de vida efímera: el cine Nacional, nacido en 1939 y ubicado en Peña Prieta nº 64, propiedad de Juan Hernández y con un aforo de 700 localidades, y el cine Numancia, inaugurado en 1942 y situado en la calle Lomas de Horcajo (luego Puerto de Alcolea y ahora Fernando Primo de Rivera), propiedad, como el Goya y el Avenida, de Francisco José Saz. El Numancia, que también ofrecía teatro, poseía una sala de fiestas donde se celebraban combates de boxeo y de lucha libre. Tenía una capacidad de 1.000 butacas y duró hasta los primeros años cincuenta.

Los años cincuenta fueron objeto de una honda transformación del sector de la exhibición cinematográfica en España, también en Vallecas. Tras la llegada del cine Avenida en sustitución del Gimeno, en 1953 nació en la calle Melquiades Biencinto nº 3, frente al cine Frutos, el cine Bristol. La nueva sala, cercana al arroyo Abroñigal (actual M-30), se construyó en el solar del antigumatadero de Puente de Vallecas, que ocupaba parte de esta calle y de las calles Antonia Calas y María Bosch. Se encontraba justo al lado de la iglesia de San Ramón Nonato. El arquitecto responsable del proyecto fue José Luis Sanz Magallón. Su aforo era de 1.102 localidades.

A finales de 1954, nació en la avenida del Generalísimo nº 41 —luego fue avenida de la Albufera nº43— el cine Excelsior, una nueva sala creada persiguiendo la modernidad que caracterizaba a las salas surgidas en la época. Era el no va más en Vallecas. Su arquitecto fue Miguel Ángel Ruiz Larrea. Se levantó en el solar que ocupaba el parador del Carmen. Su aforo era de 1.390 localidades. Disponía de una gran pantalla panorámica y de siete puertas de entrada. El dueño era Fortunato Reyzábal, uno de los hermanos de la cadena familiar que dominaría buena parte del sector de la exhibición en Madrid (propietarios de la distribuidora de películas Ízaro Films y del incendiado y desaparecido edificio Windsor, cerca del paseo de La Castellana). Se formaban enormes colas para entrar. No lejos de él, ni del cine Avenida, en la paralela calle Monte Oliveti, seguía funcionado el cine Goya. “El cine Goya, donde van los gilipollas”, decían muchos vallecanos cuando se referían a esta sala de proyecciones.

El 22 de octubre de 1955, con el programa doble El ceniciento y Creemos en el amor, abrió por primera vez sus puertas el cine San Diego, con domicilio en la avenida de San Diego nº 76, en la confluencia con la calle Manuel Maroto. El arquitecto fue Ambrosio Arroyo Alonso. Contaba con 562 butacas, y tenía sala de fiestas en el sótano (actuaron en ella estrellas de la canción como Rafael Farina y Juanito Valderrama). El cine San Diego fue escenario de distintas citas vallecanas trascendentales, como la primera gran asamblea de la Coordinadora de Asociaciones de Vecinos de Puente de Vallecas celebrada en 1976.

El 13 de abril de 1959 se inauguró otro clásico de las salas vallecanas: el cine París. Este nuevo recinto se hallaba en la calle Carlos Martín Álvarez nº 1, en el barrio de San Diego. Tenía un aforo inicial de 1.783 localidades, ampliadas años después a 1.883. Era la sala con mayor capacidad de todo Vallecas. Durante los años setenta, el cine París fue uno de los lugares más empleados para la celebración de asambleas de asociaciones vecinales y de mítines políticos, como el encuentro organizado por los vecinos de El Pozo del Tío Raimundo el 4 de mayo de 1975 (suspendido al entrar la policía nacional y arrestar a treinta y siete personas) o el mitin de Coalición Democrática en febrero de 1979, con la presencia de Manuel Fraga Iribarne, quien fue apedreado por los vecinos. En febrero de 1980, los aledaños del cine París sufrieron una de las tragedias más recordadas por los vallecanos: el asesinato del joven Vicente Cuervo con motivo de un mitin celebrado en la sala por el partido de ultraderecha Fuerza Nueva.

El interés de los vallecanos por ver cine continuó en los años sesenta. En 1960, el cine Frutos se transformó en el cine Río, que en adelante conformaría junto al Bristol un tándem muy popular en la zona. En 1963 nació el cine Venecia, situado en Pedro Laborde nº8, y el 9 de enero de 1967 se inauguró en Villa de Vallecas el cine Carlos I, en la calle Villacampa nº 8.

De forma habitual, los cines de Vallecas proyectaban películas de reestreno bajo la fórmula de sesión continua o programa doble. Los filmes llegaban a las pantallas vallecanas procedentes de salas de primera fila donde habían sido estrenados uno o dos años antes, aunque también se proyectaban películas de mayor antigüedad que gozaban de gran popularidad entre los espectadores, como los westerns americanos. El programa doble incluía una pieza del informativo propagandístico NO-DO (Noticiario y Documentales, obligatorio hasta 1976), más dos películas proyectadas una detrás de otra sin apenas pausa. El poder entrar y salir de la sala en cualquier momento de la proyección era una de las “ventajas” de las sesiones “no numeradas”. El espectador se sentaba en la butaca que quería al no tener reservado nadie ningún asiento.

Los rollos de película, tras cientos de pases en las salas de estreno, llegaban a Vallecas en un estado de deterioro tal, que las rayas en los fotogramas, los “hilitos” en la pantalla, los problemas de sonido, los saltos en la imagen y la eliminación de escenas (a veces fundamentales para seguir la trama) eran habituales. En ocasiones, el metraje de la película se veía seriamente reducido a causa de estos cortes. Los bares eran uno de los elementos más característicos de los cines. En fines de semana, con la mayor presencia de niños y jóvenes, las proyecciones se realizaban invariablemente acompañadas del crujir de las cáscaras de pipas, el abrir de las bolsas de palomitas y patatas fritas y los comentarios jocosos en voz alta ante algunas escenas de la película. Al “¡Chsssssst, un poquito de silencio!” de algún espectador molesto le seguía la amenazante presencia del acomodador que, blandiendo su linterna, intentaba en la oscuridad averiguar de dónde procedían los inoportunos sonidos para reprender al autor o, incluso, expulsarlo de la sala. A veces, resultaba más entretenido estar pendiente de lo que sucedía en el patio de butacas que en la trama de la película que se estaba proyectando.

Éxito de los cines de verano

Al tiempo que las salas estables vivían tiempos de esplendor, se abrían por gran parte de Vallecas cines de verano. Desde los años cuarenta se hizo muy popular el que se instalaba todos los años en el campo del Rayo Vallecano, conocido primero como campo de las Erillas y luego del Rodival. En 1957 se inauguró el cine Olivar, ubicado en la calle Arroyo del Olivar, con la importante capacidad de 1.500 localidades. Su dueño era Anselmo Nalda. Y frente al cine Venecia nació en 1959 el cine San Pablo, con Pablo Manchado Aragonés de dueño. Disponía de 1.200 asientos. Celebraba veladas de boxeo.

No lejos de Venecia y el San Pablo, surgió en 1963 el cine Manchego, igualmente de verano, muy recordado también por las actividades no cinematográficas que acogía, como combates de boxeo y conciertos de música. Su dirección era calle Martínez de la Riva nº176. En el Manchego se celebró, el 17 de septiembre de 1978, la primera edición del célebre festival Vallecas Rock, cuyos beneficios fueron destinados en parte a la apertura del local del colectivo Hijos del Agobio. El Manchego repitió al año siguiente como sede en la segunda edición del festival. 

En los primeros años sesenta comenzó a funcionar el cine Entrevías, igualmente organizando ocasionalmente veladas de boxeo. Estaba en la calle Vicente Tarodo nº 4. Disponía de 990 localidades y su dueño era Florencio Nieto Ramos. Desconocemos cuando dejó de exhibir películas. Se dio de baja en el Registro de Empresas Cinematográficas el 25 de noviembre de 1971. En 1960 se abrió el cine Picazo, en Peña Prieta nº 30, con un aforo de 1.320 localidades, y en 1963, el Palomeras, en la avenida de Palomeras nº124, que alternó en sus inicios la proyección de películas con recitales de cante flamenco y variedades (llegó a actuar Antonio Molina).

El padre Llanos llegó a auspiciar en 1968 un cine en Palomeras Bajas, llamado Nevada, ubicado por donde está hoy la Asamblea de Madrid. El dueño de esta sala era el empresario vallecano Florencio Esteban López, propietario unos años antes, a finales de los cuarenta, de la célebre casa de Peironcely nº 10 fotografiada por Robert Capa durante la Guerra Civil. El Nevada era el cine más cercano a Pozo del Tío Raimundo.

El último gran cine de verano en crearse fue el Veracruz, en la avenida de San Diego, a mediados de los años setenta. Junto al Manchego fue de las últimas salas al aire libre en Madrid en desaparecer, haciéndolo ambos a mediados de los ochenta, con bajas en el Registro de Empresas Cinematográficas en 1987.

Cineclubs y salas alternativas para intentar llegar a todos

Pero es que, además, las películas llegaban con frecuencia, gracias al esfuerzo de asociaciones y colectivos, a los lugares y familias de Vallecas con menos recursos económicos. En los años sesenta se celebraron cinefórums en eCentro Oscus, en la calle Arroyo del Olivar, y en el Ateneo de Puente de Vallecas, en parte baja de la avenida de la Albufera. En el patio de la iglesia de San Carlos Borromeo también se organizaron sesiones cinematográficas estivales, como en otras iglesias y colegios, aprovechando, si era necesario, hasta las paredes de los edificios para proyectar películas. En el colegio San José, en la calle Pedro Escudero, se echaba cine los sábados.

Barrios como el Cerro del Tío Pío y El Pozo del Tío Raimundo lograron que el cine estuviera presente entre los vecinos bien como mero entretenimiento o como vehículo transmisor de cultura. En El Pozo del Tío Raimundo se proyectó cine en el salón de actos de la escuela de formación profesional. En 1977, a instancias del padre Llanos, un aula infantil de la Fundación Santa María ofreció películas en un local cedido por la iglesia de Santa María del Pozo.

Con posterioridad, el cine fue objeto de debates político-sociales. Asociaciones, partidos políticos y colectivos proyectaron películas, como podían, a vecindarios ávidos de cultura. Como en el Centro Cultural Ciudadano Fuenteovejuna, en el colegio Raimundo Lulio, donde se organizó, en 1979, el II ciclo dedicado al cine imperialista. Este centro ofreció en años siguientes otras películas no comerciales, a veces a iniciativa del grupo teatral El Gayo Vallecano, con sede en el lugar.

La lenta desaparición de los cines de Vallecas

Con la llegada de los años ochenta cambiaron los hábitos de consumo de obras audiovisuales, en buena medida como consecuencia del auge del vídeo doméstico. También se pusieron de moda nuevas formas de ocio. En Vallecas, como en todo el país, comenzaron a desaparecer los cines. Negocios como bingos, salas de fiestas, salones de boda, gimnasios, llamativas promociones de viviendas, supermercados o cadenas de restauración sustituyeron a las salas cinematográficas madrileñas de toda la vida. Había que sobrevivir.

El cine Goya pasó a ser en 1984 sala de “Cine X”, otras de las salidas que contemplaron las viejas salas.  En 1985 cerró el San Diego, transformado primero en discoteca y luego en los salones de boda y bingo. El Río, que pertenecía a la Sociedad Ibérica, fue clausurado a principios de 1986, y su trayectoria posterior merece, como veremos, un capítulo aparte. A finales de 1988, el París se reconvirtió en los salones de boda Reina Isabel, y el Bristol se quedó sin salida y sin comprador, como veremos también a continuación. En 1995, los dueños del Bristol traspasaron su nombre a un nuevo Bristol que nacía en la calle de Fuencarral. El Excelsior, el último cinematógrafo tradicional vallecano en morir, dividió su sala en tres cines, inaugurados en agosto de 1990, y cerró definitivamente sus puertas a finales de 2000. En su lugar se instaló un supermercado, al que pronto sustituyó un gimnasio de una famosa cadena.

Los minicines, o multisalas, fue otra de las apuestas de numerosos exhibidores. En Vallecas se abrieron en 1992 las seis salas de los Multicines Albufera en el Centro Comercial Albufera, que duraron hasta los primeros años del nuevo siglo. En diciembre de 1997 se inauguraron en Méndez Álvaro dieciséis salas de los Cine Cité, un complejo que palió el hambre de buenas películas de multitud de vallecanos. En 1998, se abrieron al público las nueve salas de los cines Yelmo Cineplex, en Madrid Sur, que resistieron hasta 2011. Desaparecidos estos, los únicos cines que existen en Vallecas desde entonces son las diez salas de Cinesa La Gavia del Centro Comercial La Gavia, inauguradas en julio de 2009.

El triste y fantasmal epílogo de los cines Bristol y Río

Bastantes cines de Vallecas permanecieron cerrados como fantasmas abandonados porque ni existía nadie que quisiera comprar o alquilar sus solares para levantar un negocio nuevo, ni había administración que se quisiese hacer cargo de sus cadáveres. El Plan de Ordenación Urbana de Madrid de 1997 protegía a los cines y teatros de la destrucción de sus inmuebles o de un uso que no fuera cultural, pero el ayuntamiento madrileño se mostró bastante flexible en la aplicación de esta norma. Parte de los viejos cines vallecanos, pese a todo, continuaron olvidados en las calles y daban cada vez más pena.

La caída del cine Río fue muchísimo más que la caída de un cine. Poco después de darse de baja en el Registro de Empresas Cinematográficas, en enero de 1986, con sus instalaciones interiores prácticamente intactas, fue alquilado para convertirse en el local de ensayo de la recién creada Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC). Durante más de veinte años, el cine Río fue el lugar donde elaboraba toda su producción esta insigne compañía, y también su centro de formación. Preparaban hasta las producciones que se estrenaban en el Festival de Almagro. En 1989 y 1990 se organizaron en su interior cursos con profesores de la talla de Fernando Lázaro Carreter, Fernando Fernán-Gómez, Jesús Puente, Amparo Rivelles, José María Rodero y otras ilustres personalidades de la cultura española. La CNTC llegó a sopesar crear una escuela actoral estable. En el cine Río trabajaron, ensayando las obras de Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Lope de Vega y otros autores clásicos, lo más granado de nuestro teatro. Directores como Marsillach, Pilar Miró, José Luis Alonso de Santos, Andrés Amorós y tantos otros; o actores como José Luís Pellicena, Jesús Bonilla, Encarna Paso, María José Goyanes, Adriana Ozores, Carmelo Gómez, José María Pou, Manuel Galiana, Aitana Sánchez-Gijón, José Coronado, Silvia Marsó, Cayetana Guillén-Cuervo, Blanca Portillo y un largo etcétera pasaron por la sala vallecana. El 14 de febrero de 2003, el periodista Javier Vallejo apostaba en El País por salvar al cine Río gracias a su rehabilitación como sala teatral:

Además del Teatro de la Comedia, en obras, y del Pavón, su sede provisional, la Compañía Nacional de Teatro Clásico tiene en Madrid otra sala que muy pocos conocen, el antiguo cine Río, en el barrio de Vallecas. Allí se ensayan, desde hace 16 años, todas sus producciones. Viendo las proporciones del escenario, su altura y que entre platea y entresuelo la sala podría albergar más de 400 localidades, todas a pocos metros de la escena, cabe imaginar un fin mejor que la piqueta y la especulación para tantos cines de barrio cerrados y olvidados. ¿Por qué no se rehabilita por iniciativa municipal y autonómica parte de ese patrimonio edificado para uso público, tal y como se rehabilitaron en los años noventa decenas de teatros en toda España por iniciativa del Estado? En Madrid faltan escenarios en condiciones”.

Ni que decir tiene que la iniciativa no prosperó: ¿Por tratarse de Vallecas? Al menos hasta 2007, el cine continuó como local de ensayos de la CNTC. Una vez se marchó la compañía de teatro, los bajos fueron alquilados para abrir una discoteca “de parejas”. Mientras, los proyectores cinematográficos conservados se fueron deteriorando, como su vestíbulo, sus butacas y el resto de enseres y mobiliario originales del cine; como mostró en 2013 el proyeccionista Alberto Uris García con la publicación de valiosas y sorprendentes fotografías en su blog «la pantalla mágica». Ni se hizo un teatro ni un museo del cine de Vallecas. O se podría haber creado, al fin, el museo general de Vallecas tantos años ansiado. No. Vallecas nunca ha sido del agrado de las administraciones públicas para realizar inversiones. Y el capital y Vallecas tampoco han conformado nunca un matrimonio bien avenido.

En 2016, la vecina Ana Ouro presentó en los presupuestos participativos municipales una iniciativa para recuperar el cine Bristol, como lugar para locales de ensayos y espacios para el arte, y el cine Río, como cineteca, y en 2017, se presentó una propuesta similar formulada por “JuanFg”. El Ayuntamiento de Madrid rechazó ambas iniciativas con el calificativo de “inviable”, alegando que se trataba de edificios o suelos de propiedad privada. Por alguna razón no se planteó adquirirlos, como sí hizo con otros inmuebles madrileños: ¿De nuevo por ser Vallecas?

Así, los cines Bristol y Río llegaron fantasmales hasta, como quien dice, hace cuatro días. El Bristol, con su letrero de cine ajado y apagado, fue demolido en septiembre de 2019 para levantar en su solar más viviendas. El derribo del cine Río se consumó en el verano de 2020 también para dar entrada al negocio del ladrillo. Ambos cines, para mayor ironía, darán nombre a las promociones de casas que ocuparán su lugar: Edificio Bristol y Edificio Río.

MÁS HISTORIAS POR DESCUBRIR DE LOS CINES DE VALLECAS…

La Historia de los Cines de Vallecas sigue viva en nuestra memoria y no termina con este artículo. Seguramente tú tienes algún dato, curiosidad o anécdota que nos gustaría conocer. Si quieres compartirla con nosotros déjala escrita en la parte inferior de esta información en el apartado “COMENTARIOS” de vallecasweb.

Por último, si trabajaste en un cine de Vallecas, tienes algún familiar que lo hizo, o tienes una fotografía delante o dentro de uno de los cines de Vallecas, nos gustaría que la compartieras con nosotros para poder incluirla en este reportaje. Para ello, envíanosla por correo electrónico a vallecasweb@gmail.com con tu comentario y tu historia. Recuerda que la historia de los cines de Vallecas forma parte de la «historia común» de todos los vallecanos.

Versión íntegra con fotos en: http://vallecasweb.com/reportajes/item/vallecas-los-cines-de-vallecas-mucho-mas-que-cines-210221