Pablo Rosal se ha asentado con energía como dramaturgo desde el estreno en 2020 de “Los que hablan”. Como se dice en el argot futbolístico: Ha derribado la puerta a patadas. Explicaba Ortega (del que ya solo se acuerda Luis María Anson) que España es un país reacio al magisterio de los mejores. Más aún: España ha rechazado sistemáticamente las vanguardias. Sea la vanguardia que fuere. Pablo Rosal cultiva una vanguardia suave, de maravillosa combinación de palabras, con una crítica social envuelta en seda, y más que textos escribe perlas teatrales. Con destellos deslumbrantes: “Trajinábamos dándole la razón a las calles”, dice José Luis, protagonista de su recién estrenada “Hoy tengo algo que hacer”.

“Dándole la razón a las calles”. Hallazgos así solo se logran después de insistentes lecturas del primer Miguel Mihura, y de Ramón (Gómez de la Serna, otro olvidado, del que escribió Francisco Umbral hace 40 años una sensacional biografía que pide a gritos su reedición). Vuelve ahora Pablo Rosal a su mundo, su imaginario, sus personajes extravagantes y entrañables, en una obra coral, por la que pasa mucha gente, aunque haya un solo actor, porque es un monólogo. Como en “Castroponce”. “He aquí una fantasía verborraica y verbofánica”, escribe en el programa. Y, efectivamente, José Luis, el hombre que busca algo que hacer, habla y habla, “en este parque me llaman don José Luis y dicen que hablo solo y mucho”, y en alguna de sus palabras refleja, como en otras obras del autor, el miedo del escritor al folio en blanco. “Estoy solo en esta batalla contra el lenguaje y el vocablo”. Y añade: “Tener que entretener es muy exigente”.

Las obras de Pablo Rosal, por su inmensa complejidad léxica, reclaman que las interpreten excelentes actores. Como Luis Bermejo, uno de los mejores del teatro actual: Extraordinario en su papel de José Luis, ese pícaro (y caballero) del siglo XXI (la función homenajea al Lazarillo de Tormes). Un hombre que descubrió que “las cosas no tienen prisa” en esta sociedad en la que todos están ocupadísimos. Luis Bermejo: Vociferante a veces, en tono aplacado otras, o en plan abiertamente bestial mientras devora un quesito ‘El Caserío’. “Hay que moverse, hay que tener un proyecto”, le explica Ernesto, experto en empleo. Por el subsuelo de la obra transita también el desasosiego de un hombre de teatro. “Hoy tengo algo que hacer” se representará en el Central de Sevilla, entre otras salas. Se ha estrenado en el Teatro del Barrio de Madrid, que acaba de recibir el Premio Nacional de Teatro. Una sala maravillosa. Como esta obra.

(Publicado en Andalucía Información)