Como en la vida misma, el drama y la comedia conviven con toda naturalidad en «Dones de ràdio», el nuevo texto de Cristina Clemente que se representa en La Villaroel de Barcelona, bajo la dirección de Sergi Belbel hasta el próximo 11 de mayo. Tres historias impresionantes. Tres mujeres que se enfrentan a la adversidad, tres mujeres con tres formas de vivir una misma enfermedad, el cáncer de pecho, desde la lucidez, la ternura y el sentido del humor.
Rosa, de cincuenta y cinco años, lidera un programa de radio de máxima audiencia; es una mujer irónica y con carácter. Àgata, que ronda los cuarenta, trabaja de enfermera en un hospital, es discreta y sensible. Carol, que aún no ha cumplido los treinta, no está muy centrada profesionalmente, y es directa y desinhibida. Tres vidas que no tienen nada en común, hasta el día en que cada una de ellas se encuentra… un bulto en el pecho. Las tres vidas darán un giro de 180 grados.
Tres grandes actrices de nuestro país: Àngels Gonyalons, Sara Espígul y Sara Diego, se ponen en la piel de estas tres mujeres para explicarnos con ternura, con sensibilidad, pero también con mucho sentido del humor, su vivencia a partir de la aparición de la enfermedad.
Cristina Clemente ha dicho: «Mi hija juega al baloncesto y el curso pasado voy empezar a charlar con otra madre del equipo. Las dos niñas, la suya y la mía, eran nuevas en el equipo y a menudo reíamos juntas de la situación. Un día, esta mujer apareció en el partido con los cabellos cortados muy muy cortos. Me quedé parada. Entonces, me explicó que hacía un año que estaba en tratamiento por un cáncer de pecho. Por tanto, cuando yo la conocí, ya estaba yendo cada semana a sesiones de quimioterapia e incluso fue sometida a una operación. Le pregunté cómo no me lo había dichonada durante todo ese tiempo y entonces me contó: Pensé en decírtelo, pero creo que si te lo hubiera dicho, no habríamos reído tanto. Y tenía razón, muchas de las bromas que hacíamos, yo no las habría hecho, habría tenido más en cuenta y cada el sábado le habría preguntado por cómo lo llevaba. Probablemente este tema habría monopolizado buena parte de nuestras conversaciones. Mi mirada hacia ella, estoy segura de que no habría sido de igual a igual».
Y prosigue la autora: «A partir de esa anécdota, decidí que quería escribir algo sobre el cáncer de pecho. Una enfermedad que padecen principalmente las mujeres y que a menudo puede terminar en una mastectomía. O dos. E incluso con ooforectomía (extirpación de uno o dos ovarios). Si el cáncer ya es una enfermedad que estigmatiza, el cáncer de mama aún estigmatiza más. En una sociedad donde la mujer recibe una presión estética impresionante, ¿qué puede significar una enfermedad que ¿te deja sin un pecho? ¿Qué significa el pecho en una mujer a la sociedad en la que vivimos? El pecho, la herramienta de amamantamiento de los hijos, en una sociedad que nos dice constantemente que lo mejor que podemos hacer las mujeres es ser madres».
«Me puse en contacto con ocho mujeres que han sufrido un cáncer de pecho. Estas mujeres se han conocido entre sí a través de una asociación. Son todas de condición socioeconómica muy diferente, de edades distintas y lo único que tienen en común es la enfermedad. Cuando hice este encuentro con estas ocho mujeres, algo me va atrapar mucho: la relación entre ellas, como hablaban de la enfermedad, cómo compartían un mundo que por mí era tabú, que me generaba cierto miedo e incluso algunos prejuicios. Creo que poner esto encima de un escenario es necesario y puede ser hermoso también. Porque en la oscuridad, también puede haber belleza. Y sentido del humor. En la primera conversación que voy mantener con ellas durante más de cuatro horas, surgieron momentos de emocionarse y llorar, momentos que hablaban del miedo, momentos llenos de esperanza, de complicidad entre ellas y también momentos que se reían a corazón qué quieres. Mi primera premisa era escribir una historia sobre la amistad entre estas mujeres que sufren cáncer. Pero ellas lo tienen claro: No, la amistad que surgió no compensa la enfermedad. Y estás en un momento en el que es muy difícil que aparezca una amistad, un amor, estás encerrada en ti misma, al sobrevivir, la mirada no está puesta en el mundo externo. Quería evitar la idea de que el cáncer puede llevar cosas buenas, porque el cáncer no compensa nada. Pero sí hablando con ellas, me di cuenta, que una vez el tratamiento ha terminado, después de las operaciones (si son necesarias) aparece una nueva fase, muy desconocida por todos. Es un momento en el que todo su entorno las felicita porque todo ha ocurrido, pero ellas sentían que no era el final. Era el inicio de una nueva vida. El huracán ya había pasado y ya no sufrían por su vida. Pero miraban a su alrededor y veían cómo éste huracán lo había destruido todo. Las secuelas eran grandes: Su concepto de la vida había cambiado, sus prioridades, el miedo a que volviera a aparecer. Físicamente tenían otro cuerpo, sexualmente, estaban perdidas y siete de ocho se habían separado de sus parejas durante el proceso. Cuando todo ha pasado, sí puede aparecer la amistad. Y quisiera hablar de la sororidad entre estas mujeres, del vínculo de unión, de la red de cooperación, del grado de comprensión que puedes llegar a encontrar con alguien que ha sufrido exactamente lo mismo que tú, todavía que sea una persona a años luces de ti en todos los aspectos de la vida. Muchas preguntas para responder que me parecían atractivas para escribir un texto sobre el tema: ¿quién cuida a las cuidadoras? ¿Cómo gestionan los hombres emocionalmente las situaciones tan dramáticas? ¿Cómo son las relaciones sexuales después de la mutilación de una parte del cuerpo de la mujer y si, además, le han provocado una menopausia química? ¿Cómo afecta económicamente la enfermedad a las mujeres y por tanto a las familias? Porque se habla poco, pero el cáncer empobrece mucho», concluye Cristina Clemente.