La dramaturga Yaiza Berrocal ha escrito una obra sobre perdedores, “La cadena del frío”, una pieza llena de nostalgia, con la atmósfera triste de la familia, de recuerdos ficticios o, quizás, alguno realmente vivido, pero sobre todo la pieza consiste en una crítica dulcemente implacable hacia el capitalismo y las alucinaciones que genera en forma de pequeñas ilusiones que ayuden a la gente a transitar por una vida gris. “La cadena del frío” recibió el Premio Calderón de la Barca 2020, se topó con las restricciones de la pandemia, y el viernes 21 de octubre tuvo una lectura dramatizada en el Teatro Valle Inclán de Madrid, del Centro Dramático Nacional, dirigida por Eva Redondo y con cinco veteranos actores sobre las tablas.

Lola, la protagonista, es en los años 90 una adolescente que escribe cartas a Canadá al propietario de la empresa de patatas congeladas McCain, que a ella la hacen feliz, hasta que, tiempo después, recibe un comunicado en el que la informan de que el Club McCain se traslada a Internet. Hay un personaje dibujado en la obra con dura melancolía, el padre, viejo militante del PCE, un hombre que “guarda en el comedor todas las colecciones de El País”. La noche de fin de campaña de las elecciones generales de 1996, mientras ve por televisión el mitin de José María Aznar –imágenes que los espectadores contemplan en una pantalla en el escenario-, con el estadio de Mestalla, en Valencia, absolutamente lleno de gente eufórica, aquel hombre exclama: “Ir aplaudiendo borregazos. Aplaudid. Pero la culpa es de Carrillo que le puso el culo a Felipe González”. Es un comunista apaciblemente furioso, ensimismado y, después, en el paro. Pasado algún tiempo, la madre dirá a Lola: “Pan, techo, trabajo, igualdad. Pero todo lo pago yo. Y cuidar al militante sin partido también lo pago yo”. La madre ganó, a base de enviar etiquetas pacientemente por correo, un remoto concurso convocado en los 90 por una central lechera. “Tuvimos leche gratis durante siete meses”, recuerda. Y, casi al final, en un estremecedor encuentro entre madre e hija, dirá: “Nos tocó aquel concurso a nosotros, que nunca hemos ganado nada. Que solo hemos hecho perder”.

La obra transcurre como esos recuerdos que vienen a la mente en una tarde de niebla. Queda ahora esperar con impaciencia el estreno definitivo de “La cadena del frío”.