La colosal obra de Woody Allen siempre estuvo ligada al teatro, además, claro, de al cine. Woody Allen ha tenido numerosos éxitos en teatro, porque, además, siendo poco más que un adolescente se subía a las tablas de una pequeña sala neoyorquina para interpretar monólogos de humor. En el Teatro Lara de Madrid se ha estrenado “Sueños de un seductor”, dirigida por Ramón Paso y protagonizada por César Camino y Ana Azorín, una de las más recordadas obras teatrales de este genial autor.

Woody Allen es el tipo ingenioso, parlanchín y sosegadamente atormentado, que un día dijo a una actriz poderosísima: “El sexo solo es sucio si se hace bien”. Woody Allen, a sus 84 años, es plena actualidad en España, un país que lo admira, tal vez porque a los españoles nos gusta hablar sin parar, en continuos monólogos –como hace Allen en sus películas-, o bien hablamos todos al mismo tiempo –como ocurría en los filmes de Luis García Berlanga-. “A propósito de nada”, la autobiografía de Woody Allen, editada en mayo por Alianza, se ha convertido en el fenómeno editorial del post confinamiento, con más de cinco ediciones ya agotadas. Además, estas memorias se han publicado también en audiolibro, narrado por Joan Pera, el veterano actor que dobla al idioma español a Allen en el cine desde el año 1989. Y su última película, “Rifkin’s Festival”, tendrá su estreno mundial el próximo 18 de septiembre, inaugurando el Festival de San Sebastián, ciudad en la que se ha rodado.

Pero Woody Allen, muy joven, fue dramaturgo antes que cineasta. Empezó haciendo monólogos humorísticos en una pequeña sala neoyorquina, y allí lo descubrieron dos importantes productores teatrales. Uno de ellos comentó al otro: “Este chico es una industria”. Y ahí comenzó el éxito y el dinero para el señor Allen. Que afirmó en cierta ocasión: “El dinero no da la felicidad pero procura una solución tan parecida que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia”.

 En el Teatro Lara –una de las escasas salas que ha abierto sus puertas en Madrid- se ha reestrenado “Sueños de un seductor”, obra de Woody Allen que en 1969 subió a las tablas por vez primera. Ramón Paso, director del montaje y autor de la versión, explica: “Woody Allen, en “Sueños de un seductor”, se inventó un tipo de antihéroe: el neurótico, perdedor, intelectualoide, cínico, nihilista y judío. Alguien con pocas posibilidades de gustar a las mujeres. Ese antihéroe, en realidad, es una respuesta a la teoría del macho. A finales de los años 70, poco a poco, comienza a convivir con Rambo esa figura ideada por Allen que fracasa, que recibe los puñetazos, pierde a la chica, y aún así es el héroe”. Y añade: “Si Indiana Jones es la forma aventurera de ese nuevo tipo de héroe, el personaje que se inventó Allen es la versión cómica de comportamiento masculino”.  Efectivamente, y como han subrayado numerosos estudiosos, Woody Allen inventó un personaje para el cine y el teatro que, en realidad, se parece poco a él personalmente. Porque Woody Allen llegó a practicar el boxeo –influenciado por su admiración hacia Hemingway- y ha sido admirado por muchas y brillantes mujeres.

“Sueños de un seductor” es un maravilloso homenaje a la película “Casablanca”. Bogart aparece aquí para aconsejar al protagonista, Allan Fix, un cuarentón neurótico, recién separado de su mujer. Los intérpretes principales de esta función son César Camino y Ana Azorín. Y el amor y el desamor van y vienen por el escenario, entre palabrería, hipocondría y perplejidad: Allan cree haberse enamorado perdidamente de Nancy, la mujer de su mejor amigo, Dick, el que le ayuda en el doloroso momento de la separación.

Woody Allen, decíamos. Toda la vida acompañándonos año tras año con una nueva película. Un artista sumido en un proceso de creación permanente. Ahora en el teatro. Como recuerda la experta en comunicación teatral María Díaz, Woody Allen dijo en cierta ocasión: “Soy lo suficientemente bajo y lo suficientemente feo como para triunfar por mí mismo”. Y así fue.