Willy Loman, uno de los personajes esenciales de la historia del teatro, el viajante de Arthur Miller, vuelve a partir del 30 de septiembre a las tablas de un teatro español, el Infanta Isabel de Madrid, con su maleta desgastada, su vida herida, sus sueños incumplidos. Willy Loman, que observa con angustia la sombra que proyecta sobre el jardincillo de su casa el gran edificio que han construido al lado. Willy Loman, al que, en una de sus ensoñaciones, cuando ya camina entre las confusas tinieblas finales de su vida con la maleta de viajante vacía de esperanza, se le aparece su hermano para decirle: “No hay que ser una persona querida, como tú buscaste durante toda tu vida, Willy, hay que ser temido”.

Mucha gente conoció a Willy Loman en aquellos maravillosos libros de teatro que publicaba en los años 60 y 70 la editorial argentina Losada, en la que el viajante se expresaba en un delicioso «latinoché». Porque Willy Loman es un personaje decisivo en la historia del teatro de todos los tiempos. Mario Vargas Llosa, en su discurso en Estocolmo tras recibir el Premio Nobel de Literatura en 2011, aseveró: “El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Buenos Aires, “La muerte de un viajante”, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción”.

Traspasado de emoción, sí, las palabras exactas que definen el sentimiento de quien ve “La muerte de un viajante”. A mediados de los 80 encarnó a Loman en el Teatro Bellas Artes de Madrid un superlativo José Luis López Vázquez, que transmitió toda la mediocridad y grandeza del personaje. En 2009 lo interpretó en el madrileño Teatro Español muy dignamente el actor Jordi Boixaderas, aunque en ocasiones no alcanzó ese calor febril que debe tener Loman. Y en esta nueva versión de “Muerte de un viajante” será Imanol Arias, inmenso actor de registros inagotables, desde “El Lute” hasta el Antonio Alcántara de “Cuéntame”, el que se convierta en Willy Loman sobre el escenario. Se espera con impaciencia ver la interpretación de Imanol Arias. Estará acompañado en el escenario por Jon Arias –su hijo-, Jorge Basanta y Cristina de Inza, entre otros. La dirección del montaje corre a cargo de Rubén Szuchmacher.

Arthur Miller estrenó en 1949 esta obra, que refleja la crueldad de un capitalismo salvaje. Le valió el Premio Pulitzer. En la pieza, Willy Loman tiene 63 años y ya no vende al nivel de antes. Sus ventas han caído de manera irremediable. Loman, con sus sueños de grandeza, con la vida rota, con su fe alucinógena en un sistema que lo traiciona constantemente, que adora y trabaja hasta la extenuación por su familia pero malgasta el dinero en regalar medias caras a una putilla de carretera, Willy Loman, que en la última escena de la obra arranca su viejo coche Studebaker y se estrella en la carretera para que su hijo cobre el seguro y pueda seguir estudiando, ese Willy Loman mediocre y menor, absurdo, medio transtornado ya, agotado y vencido, nos enseña, sin embargo, que bajo cualquier forma de derrota hay una posibilidad de victoria. Porque Willy Loman muestra que mientras una persona lucha, no está muerta, incluso que la muerte es una forma de triunfo inverso. “¿No es fabuloso?, me quiere, mi hijo me quiere”, exclama Loman antes de arrancar por última vez el coche. Vuelve, sí, el viajante de Arthur Miller. Una obra maestra.