La actriz protagoniza en los Teatros del Canal de Madrid una obra inspirada en «El pequeño Eyolf», de Henrik Ibsen

«El último rinoceronte blanco» es un diálogo sobre una obra que tiene más de cien años y que sigue resultando inquietante. El texto, revisado por Jose Manuel Mora, contiene poderosas imágenes para llevarlo a escena y propone un drama existencial que traspasa épocas y fronteras en el que Verónica Forqué brilla con luz propia.

Junto a la actriz integran el reparto Cristóbal Suárez, Julia De Castro, Carlos Beluga, Lucía Juárez , Alejandro Fuertes, Mateo Martínez y Emilia Lazo.

Se trata de una obra en el que la palabra convive con la imagen, el teatro con la danza y la tradición con la modernidad. Lo nuevo de Draft.Inn, la compañía de la actriz y directora Carlota Ferrer y del dramaturgo José Manuel Mora, mira a Ibsen después de mirar a Lorca. El tándem creativo que conforman ha cuajado ya un puñado de montajes donde la palabra convive con la imagen, el teatro con la danza y la tradición con la modernidad. Ese sello característico va a estar también en esta versión libre sobre «El pequeño Eyolf», un texto de la etapa final del autor noruego (fechado en 1894) que rara vez se ha montado por aquí.

Ferrer y Mora quisieron dialogar desde nuestro presente con una obra escrita hace 120 años porque encontraron una historia tan fascinante como inquietante en la relación de sus dos protagonistas, el matrimonio formado por Allmers y Rita, con el hijo de ambos. Allmers, al principio, es un hombre entregado en cuerpo y alma a su trabajo de escritor y pensador y al libro que lleva tiempo confeccionando sobre la educación de los hijos. Rita siente que no entra en esa ecuación. Pero un acontecimiento fortuito en un viaje por un fiordo da un giro de timón inesperado en la vida de ambos, cuando Allmers renuncia a seguir con su libro para pasar de la teoría a la práctica y ocuparse, de verdad, de la educación de su hijo, el pequeño Eyolf, del que realmente Rita no se ha ocupado nunca como madre.

José Manuel Mora, que ha intervenido en el texto para rebajar su tono melodramático, propio de la época, asegura sin embargo que, «de ese melodrama noir, seco, nórdico que plantea la obra en un principio, la historia acaba proponiendo un drama existencial, metafísico y espiritual. Los diálogos de la pareja son de un voltaje emocional tremendo, son puro Bergman. Y el texto contiene unas imágenes poderosísimas”. La obra les interesó porque encierra un conflicto absolutamente contemporáneo: la responsabilidad de todos, hombres y mujeres, sobre lo que dejamos a quienes nos suceden y, sobre todo, esa asunción o no del mandato biológico de la maternidad.