LA EX NIÑA PRODIGIO DE «TU A LONDRES Y YO A CALIFORNIA» ACUSADA DE VIOLAR SU LIBERTAD PROVISIONA Y BURLARSE DE LA LEY

Ayer, la jueza Marsha Revel, de la Corte Superior de los Angeles, la condenó a 90 días de prisión. Sólo dos días antes y en esa estupidez llamada Twitter, la pelirroja-rubia-morena casi ex actriz, se había reído de los agoreros diciendo que nadie metía en la cárcel a una «tough bitch» (bruja dura). Ayer lloró al oir el veredicto. La caída vertiginosa de la protagonista de «Mean Girls» y «Freaky Friday» ha sido más espectacular que la de Britney Spears, aunque ésta acabó -solo- en un psiquiátrico por un brote psicótico.

Tras conocer la muerte de Robert Altman, con quien había trabajado, la actriz y cantante -también notable compositora- se presentó en el homenaje al director, balbuceante en sus condolencias leyendo su móvil. Aquello pareció una excentricidad. Pero, su comportamiento en los platós, mareada y sin saberse los diálogos, le hizo perder contratos. Entonces, encontró trabajos paralelos como crear falsos bronceadores, leggings, bolsos y ropa. Todos, ruinosos.

El cine se alajaba y ella, promiscua, enlazaba romances de dos días. Hasta que comenzó uno con la DJ Samantha Ronson. Las peleas de ambas hicieron llamar a la policía cada noche. Se dictó una orden de alejamiento por la familia de Ronson. Los días y noches eran de contínua farra. Los papparazzi vivían de esperararla: cada salida de un club la fotografiaban besando el suelo o un cactus, la más celebrada. La ruptura con Ronson empeoró todo. En 2007 fue detenida dos veces por conducir bajo los efectos de drogas y perseguir a conductores. Sus problemas con la ley comenzaron.

Sin trabajo, sin amante estable, en bancarrota y diseñando una colección para Ungaro que fue masacrada, además de alimentar fama de cleptómana, vivía en el Hotel Chateaux Marmont bajo los efectos de las drogas y el alcohol. La vida era una fiesta contínua hasta que en el hotel y los clubes exclusivos fue vetada. Ella encontró en Twitter la forma de vengarse: sus insultos se han hecho legendarios.

La jueza le ordenó asistir a sesiones de desintoxicación y cuando fallaba, pagaba multas de hasta 200.000 dólares. Sus padres -Michael Lohan, en prisión varias veces por fraude y su madre Dina, una adicta a la fama- no la ayudaron. En mayo, debía presentarse ante la jueza. Ella voló hasta Cannes para, saliendo de un yate, besar el suelo de la Costa Azul. Para no comparecer, aseguró que le habían robado el pasaporte. También anunció que rodaría una película sobre la vida de Linda Lovelace («Garganta profunda»). Al regresar, la jueza le obligó a llevar una pulsera en el tobillo que en junio detectó alcohol a la salida de una fiesta de Katy Perry tras los MTV.

Tras anunciar que salía con una miembro del servicio israelí, celebró su cumpleaños la semana pasada, tan sólo 24 quemados años. En la discoteca de su elección, una camarera le dió unos puñetazos por seducir a su novio. Ahora llega la sentencia. Vestida de negro -en vez de los atuendos semidesnudos de los últimos tiempos- lloró al oir la sentencia. En 2007 pasó 90 minutos en prisión por posesión de cocaína, ahora serán 90 días. Nunca una joven estrella prometedora quemó sus puentes con el mundo con tanta pasión. Sic transit gloria mundi.