«Un balcón con vistas” al interior del alma humana

«Un balcón con vistas” es una comedia romántica, construida al estilo de las obras de enredo de Calderón, con puertas por las que cuatro personajes entran y salen con sus mentiras e intrigas, mentiras que finalmente conducen a la verdad, a la realidad de las cosas. Un divertimento bien hecho. Con un diálogo ágil y eficaz, una interpretación contundente, y una dirección, de la propia autora de la obra, Laura Malpareces, que acentúa la rapidez de la acción a fin de que se sostenga en pie -lo logra- el andamiaje hecho de engaños imposibles sobre el que se levanta la función.

«Un balcón con vistas”, en definitiva, es un clásico moderno. Que tiene una escena llena de fuerza. Una de las chicas explica en un momento de la función al personaje que hace de psicólogo que la belleza del paisaje de la ciudad que se puede contemplar desde el balcón impide a veces ver lo que ocurre en el interior de la casa, que queda a la espalda, por lo que es posible que cada cual no conozca a la pareja con la que convive. Y ese es el núcleo del argumento de esta atractiva propuesta teatral. En las parejas, cada uno es un extraño para el otro: por autoconvencimiento de un amor inexistente, por miedo a la soledad, por la costumbre que surge de la convivencia. En la pareja se finge para no disgustar al otro. Una de las chicas, por ejemplo, simula que padece insomnio, aunque luego confiesa que duerme perfectamente pero sale a la terraza cada noche para apurar un cigarrillo tras otro porque a su novio no le gusta que ella fume. Sobre esos pequeños sufrimientos se cimentan muchas relaciones sentimentales que se prolongan durante años haciendo ejercicios sobre la angustia. Porque estamos ante una comedia de sonrisa triste, de melancolía a carcajadas. Con un texto sólido, con una buena interpretación -ya está dicho-. Una obra que llega a los jóvenes y a los no tan jóvenes, y que perdurará en el tiempo porque habla de sentimientos universales.

Por otra parte, este balcón cerrará la extraordinaria sala El Sol de York, de Madrid. La crisis se lleva por delante un espacio teatral que en sus años de vida ha ofrecido una llamativa programación, hecha de teatro alternativo, con algunos montajes decididamente inolvidables. El teatro, sí, tiene una mala salud de hierro, sobrevive a todo, pero a veces provoca malas noticias, como el cierre de El Sol de York. Que deja en la cartelera madrileña un vacío, un enorme vacío.