“Calígula murió. Yo no” es un espectáculo de una dificultad radical, de un riesgo absoluto, una apuesta teatral sensacional y única, que, pese a las curvas que toma a toda velocidad, funciona con la precisión de un reloj, con una exactitud completa y compleja y, como pedía el crítico Eduardo Haro Tecglen a cualquier montaje, el espectador no percibe el esfuerzo que se realiza sobre el escenario. Se trata de un espectáculo hispano-portugués coproducido por el Centro Dramático Nacional (CDN) y el Teatro Nacional Dona María II y Terra Amarella, y se desarrolla simultáneamente en cuatro idiomas: castellano, portugués, lengua de signos española y lengua de signos portuguesa, con algunos intérpretes con dificultades físicas. La obra se ha estrenado en el teatro María Guerrero de Madrid y ahora se va a representar en Lisboa hasta julio. Es una obra, pues, que aproxima al teatro español y al portugués.

El teatro, según lo conciben personalidades como el dramaturgo y filósofo Juan Mayorga, tiene que plantear preguntas, crear dudas, y no dar respuestas. Una vez visto este “Calígula” surge el interrogante del motivo por el cual no se hacen más espectáculos de esta índole. Está protagonizado por Jesús Vidal, un actor invidente, al que da réplica durante la función la veterana Maite Brik, una intérprete de la vieja escuela, de una época excepcional del teatro español que se evapora con el tiempo, con una manera de estar sobre las tablas y de decir las frases verdaderamente excepcional y con una voz sublime. La noche que asistimos a la función se cumplían 50 años del debut de Maite Brik en el María Guerrero, por lo que recibió un cálido homenaje. Y en 1981 realizó un papel sensacional en “Es Mentira”, de Jesús Campos, porque Maite Brik, al igual que Margarita Xirgu, es una actriz que ha arriesgado con autores nuevos y montajes atípicos. “Calígula murió. Yo no”, basada en la pieza de Albert Camus en versión de Claudia Cedó y con dirección de Marco Pavia, es una obra de ideas que se desarrolla en medio de una atmósfera de desasosiego. Estamos ante una compañía teatral que retoma un viejo proyecto de estrenar “Calígula”. Con unos diálogos inspirados en esa pieza, y en otras obras de Camus, existe la permanente sensación de que algo inquietante va a suceder. Al característico existencialismo del filósofo francés se une aquí la idea del despotismo, ya sea asentado o sobrevenido, y la tiranía de la imagen y del dinero dominante actualmente. El personaje de Jesús Vidal busca la obra perfecta, como la persiguió antes, “en este escenario es el único sitio en que fui feliz”-dice-, pero ahora ambiciona un teatro permanentemente a rebosar de público, que la función perdure en cartel, que el dinero brote y llegue a todos. “Yo busco el éxito de taquilla, que el teatro esté lleno todos los días”, clama. Y le surgen interrogantes tras haber soñado que se suicidaba. “¿Cuál es el sentido de la vida?”; “la humanidad va al suicidio colectivo, ¿y tú a dónde vas?”. O “la vejez te asalta en mitad de la noche”.

“Calígula murió. Yo no” es, en definitiva, una obra impresionante, estremecedora y arriesgada. El personaje del director reflexiona sobre que el teatro es un arte efímero, ninguna representación resulta igual que otra, pero permanece en la memoria del espectador. Esta función quedará en la memoria de quienes la vieron y justifica la existencia del Centro Dramático Nacional: del motivo por el que existe una institución así. Para programar este tipo de espectáculos.

(Publicado en Diario Jaén)