El actor, que tene pendiente de estreno «SOLITARY MAN», INICIA EL TERCER EPISODIO DE SU CARRERA

La entrevista se produjo el 16 de noviembre en la suntuosa mansión neoyorquina sobre Central Park en la que Douglas ha vivido las dos últimas décadas. El entrevistador, Stephen Galloway. Le recibe el actor, de nuevo con kilos, pelo abundante y buen color. Junto a él, su mujer de una década, la actriz galesa Catherine Zeta-Jones.
Galloway describe su aspecto, lejos de los cotilleos que afirmaban que se estaba despidiendo de su familia. Profundamente inteligente, alerta, vívido y bebiendo continuamente sorbitos de agua. Habla de todo y de la autobiografía de Keith Richards que está leyendo. Describe las semanas de radiación y quimioterapia, cinco veces a la semana, como «un agujero en el infierno», así como el asedio de los papparazzi a su casa y familia. Reconoce el infierno del último año, con la encarcelación de su hijo, el juicio con su primera mujer, Diandra, por los derechos de «Wall Street 2» y la enfermedad. Al saber el diagnóstico, en agosto, Douglas decidió de dar una entrevista a la revista People y acudir a la televisión, al talk show de David Letterman. Estas son, desde entonces, sus primeras declaraciones, porque no ha podido apenas hablar.

Tras este «annus horribilis», este actor que podría ser nominado al Oscar tanto por «Wall Street» como por «Solitary Man», reconoce que lo mejor es el reforzamiento de su matrimonio de una década y del cariño de su nonagenario padre. Su vida ha cambiado. Por las mañanas lee la prensa y guiones, y las tardes es enteramente un marido y padre para Carys, 7 años, y Dylan, 10. Se muestra orgulloso de su segundo trabajo como Gordon Gekko (que le valió un Oscar), pero aún más de «Solitary Man», una pequeã película dirigida por uno de los escritores de Steven Soderbergh, Brian Koppelman. Una historia sórdida de un ex-rico industrial del automóvil que acaba seduciendo a la hija de su mujer.

Se rodó en 26 días con un micropresupuesto, con sólo 3 días de ensayos. Douglas eligió para el reparto a su íntimo amigo Danny DeVito («La guerra de los Rose»). Es su mayor reciente orgullo profesional. Hijo de Kirk Douglas y su primera mujer, Diana Dill, sus películas han generado 3.2 billones de $ en todo el mundo. Han vivido los diez últimos años en Bermuda y han regresado a Nueva York por la producción del musical «A little night music», que le valió en enero a Zeta el Tony de teatro y tratar la dislexia de su hija. Y prepara ya el tercer epidodio de su vida: será el extravagante y afeminado pianista Liberace, que usó las lentejuelas antes que Elton John, en la biopic «Liberace» de Steven Soderbergh, quien le dirigió en «Traffic». Y dará después la vuelta al mundo con su mujer y dos hijos.

En enero pasará una revisión para saber si ha vencido al cáncer de garganta. Finaliza la entrevista, emocionado: «Ha habido algo grande en esta enfermedad. Es saber verdaderamente lo que la familia es. He conocido un amor que no sabía que existía».