El espectáculo «Luna, el show» se estrena en el teatro Alfil de Madrid
El teatro Alfil de Madrid ofrece una programación variadísima, en la que en estos días tiene cabida desde el sensacional monólogo «Un misil en el corazón», al recién estrenado «Luna, el show», una función que oscila entre el cabaret y la revista musical, con un mensaje de libertad y una dirección de pincel. Ocurre que en este tipo de espectáculos muchas veces es mejor el brochazo al intento de trazo fino.
Lita Claver, La Maña, se formó como artista en El Molino de Barcelona. Luego creó una compañía propia y recorrió los teatros de España con un espectáculo de cabaret arrevistado, con canciones de contenido picante -como se decía entonces-, números de baile, y mucho diálogo con el público. La Maña conoció su época de mayor esplendor en la década de los 90, cuando llenaba desde el teatro Muñoz Seca de Madrid al Gran Teatro de Huelva. Sin publicidad, sin salir por televisión, fue un prestigio ganado con trabajo y talento en un género menor que ella recubrió de arte desnudo. La Maña se paseaba por el patio de butacas, elegía siempre para sentarse sobre sus rodillas a un caballero que había acudido al teatro acompañado de su esposa, y exclamaba, al cabo de estar sentada sobre el buen hombre durante un rato: «Ea señora, yo ya he puesto a su marido y ahora usted me lo remata en casa”.
Este tipo de espectáculos necesitan de experiencia: de muchas tablas, como se dice en el argot teatral. También precisan de que el protagonista -al menos- pase la batería. En el teatro Alfil de Madrid se estrenó el martes 23 «Luna, el show», un cabaret que quiere ser moderno: en la puesta en escena, en el mensaje, en el trato con el público. Alguien pinta un cuadro sobre el escenario mientras se desarrolla la función. Y como estos espectáculos siempre tuvieron su carga de crítica social y política, una actriz compara el recto masculino con el PP, para llegar a conclusiones como: «El PP es una parte del ser humano anatómicamente sucia”. Tiene cierta gracia la actriz Nayra Ortega -a la que además acompaña el físico- en su contacto con el público y en los números de electricista ataviada con un mono color butano sobre su lencería negra. Del resto del espectáculo recuerdo poco, porque lo pasé añorando a artistas como La Maña. Sin duda debe ser cuestión de la edad. Unos y otros recibieron al final de la función de la noche del estreno el reconcimiento del público. Al menos tienen el valor de seguir luchando por el teatro en los difíciles tiempos que vivimos.