La parte adulta está dominada por Elizabeth Taylor, la bebida y la riqueza, tres elementos fusionados que fueron los pilares de su vida

El duodécimo hijo de un pobre minero galés comenzó a escribir unos diarios a los 14 años y los continuó hasta los 58 -un año antes de su muerte- convertido en uno de los actores multimillonarios más ricos del mundo, lo que le exilió por motivos fiscales a la aburridísima Suiza. Esas reveladoras memorias de Richard Burton ven ahora la luz.

La parte adulta de sus memorias está dominada -por este orden- por Elizabeth Taylor, la bebida y la riqueza. Tres elementos fusionados que fueron los pilares de su asombrosa vida. En los textos originales escritos a mano, se pueden apreciar comentarios agrios de su mujer, cuando no estaba de acuerdo con alguna reflexión: «¡eres un bastardo!» «¡sal de mi pelo!»

Resulta imposible leer estos recuerdos apasionados sin verlos con la imaginación: dos escorpiones atrapados en un cubo de zinc bajo un sol ardiente. Es decir, ¿Quién teme a Virginia Wolf? Su vida fue un círculo concéntrico de bebida, peleas, bebida, peleas, bebida, peleas y sexo, mucho sexo. Él refleja como ella le golpeaba en la cara con sus manos llenas de anillos de diamantes. Daño, ¡ay! En plena borrachera escribe: «quisiera cortarme la yugular». Al día siguiente, confiesa no acordarse de nada. El libro está comentado por un íntimo del genio galés, Kenneth Tynan, aunque ahorra ciertos detalles excesivamente gruesos. Se conocieron en 1966, cuando acudió a Roma a entrevistarle para la BBC. El rodaje: «Cleopatra». ¡Escándalo!

A lo largo del día, Burton bebía cinco botellas de buen vino y después se pasaba a litros de whisky, incontables. Entonces, el actor le confiesa que Taylor es gorda y que le repugna estar en la cama con ella. Ambos estaban casados. Ella entra dando tumbos y Burton le dice que Tynan se quiere acostar con ella. Taylor: «es lo más insultante que me has dicho nunca. Vete de mi casa!» Es el periodista el que sale corriendo a su hotel para recibir al día siguiente un enorme ramo de flores y una petición de perdón. «Jamás he olvidado la escenita», confiesa. Durante un mes se interrumpió el diario por exceso de borracheras. Solo pone: «alcohol».

Pero en mayo de 1975 hay una sola frase: «me he internado esta tarde en una clínica». Tynan se pregunta, ¿Por qué mantuvo un diario tanto tiempo? Respuesta: se aburría interpretando y soñaba con convertirse en escritor. Las memorias eran su escapatoria: recordaba con afecto su niñez pero le encantaba narrar encuentros con famosos como los duques de Windsor («dos muñequitos pequeños») y («un niño inepto») Andy Warhol. En los 60 y 70, eran tan famosos (Brangelina, atención) que eran magnetos para los demás. Le complacía e irritaba a partes iguales. De Laurence Olivier, «una pequeño hombre vacío con una inteligencia mediocre»; de la princesa Margarita «infinitamente aburrida y desagradable estar cerca de ella»; de Tennessee Williams «un tipo que se da tanta pena que se convierte en un grano en el culo»; de Maria Callas «llena de fobias y angustias»; de Marlon Brando «un pedo obeso que se lo perdona todo a sí mismo»… y así todo el rato, sin misericordia.

Burton no deja títere con cabeza con su lengua y pluma afiladas. Sólo admira a los poetas (Auden, R.S. Thomas), pero nota que le tienen envidia cuando lee en público sus poemas. Despreciaba a los periodistas pero le encantaban los escándalos: escribe como Bobby Kennedy se «tiró» a la bailarina Margot Fonteyn en una mansión de Beverly Hills o cómo el productor Sam Spiegel se corría si una mujer le defecaba en la cara. Su obsesión fueron los actores Rex Harrison y su mujer Rachel Roberts, una versión más sobria aunque sucia de su propio matrimonio con la fogosa Taylor. No obstante, dice de Roberts: «insultaba públicamente a Rex moral y físicamente. Borracha, se tiraba en los suelos de los bares y le ladraba como una perra. A veces y en público, masturbaba a su perro basset hound delanta de él, con delectación».
Acerca de la fortuna que derrochó en Taylor: en 1967 el hijo del minero le compró un avión privado (aquello era la auténtica jet set y no lo de ahora). Le costó 960.000 dólares de la época. Lo usaron para una alfombra roja en la que ella llevó puestas joyas valoradas en 1.500.000 dólares, rodeada de ocho guardaespaldas. También cuenta cómo cuando la espeba en la cama vaso de aguardiente en mano, ella «se divierte jugando con las joyas que le regalo». Richard Burton fue un hombre inteligente y culto, que entró en lo que se llamó «la guerra de los rubís» con Aristóteles Onassis, arrebatándole en una subasta un diamante valorado en 1.100.000 dólares de la época cuando «como una gallina» el griego se retiró tras 700.000 $. «Es tan vulgar», escribe el galés del creso heleno.» Tynan ofrece una explicación psicológica a tanta mala leche: el deseo de olvidarse de la fama , del dinero y la de la enorme reputación. Para regresar a su natal Port Talbot, cuando el hijo pobre del minero soñaba con estar en alguna función escolar. Y es que como proclamó Sartre, el infierno somos nosotros.