Sara Escudero tuvo que suprimir en 2020 la gira con su espectáculo “Tiempo al tiempo” por la pandemia, pero ahora lo representa en el Teatro Alfil de Madrid con garbo, vis cómica, y ganas de hacer reír y de reírse de sí misma. Es un monólogo blanco, sin ninguna alusión a la situación política, pero con continuas referencias a la vida, a lo que ocurre en la calle en un día cualquiera y, sobre todo, a lo que le pasa a ella en el ir y venir por las cosas. Todos nos topamos con lo mismo, pero ella, como Ramón Gómez de la Serna, atrapa el revés risueño de lo que ocurre. Hace reír, gusta al público, se gana a la platea con relatos y ocurrencias –“en una encuesta me preguntaron si Sanítax o Adeslas, y respondí, Avecrem”, con la dificultad que supone el público con mascarillas, cuya cara no puede ver el intérprete. Son malos tiempos, sí, a los que contribuyen a hacer mejores cómicos como Sara Escudero.

Habla de sus 39 años –la crisis del paso del tiempo-, de su 1.59 de estatura, para luego contar circunstancias de su experiencia vital, persiguiendo constantemente el perfil humorístico de la vida, ella observa su entorno y se observa a sí misma y de ahí obtiene la risa. Sara Escudero cultiva un humor suave, inteligente y próximo. El texto está pensado y trabajado, hace una frase de lo que a ella le pasa y se pone inmediatamente a elaborar la siguiente para que continúe la función. Se trata de una cómica incansable: trabaja en la televisión, en la radio, ha publicado tres libros –uno de ellos titulado “En ocasiones veo frikis”-, y sube continuamente a las tablas de los teatros. Ingeniosa, desenfadada, divertida y, en ocasiones, provocativa. Gustó mucho el estreno en el Alfil. Recibió una larga ovación y ramos de flores a la salida. Este tiempo siniestro, insistimos, necesita de cómicos como Sara Escudero, que dan luz.