«Piratas del Caribe. En mareas misteriosas», tras su paso por Cannes

Antes que director de cine, Rob Marshall fue coreógrafo y se nota. Lo mismo ocurrió con el gran Bob Fosse, aunque la diferencia artistica entre el genio de «All That Jazz» y el hacedor de «Chicago» es abismal. Su anterior y muy tediosa película fue el musical «Nine», a partir de «8 y medio», la obra maestra de Fellini, y que Antonio Banderas consagró hace años en Broadway.

Lo mejor de aquel film, aparte de oir cantar al estirado Daniel Day-Lewis, fueron el trabajo doloroso de Marion Cotillard y las acrobacias de Penelope Cruz, que le valieron una inexplicable nominación al Oscar. Hay que recordar que la primera vocación de la bella de Alcobendas fue la danza y luego ya llego lo de «La juventud baila» en la television de Berlusconi y otro tipo de carrera.

Marshall se quedó prendado de la actual señora de Bardem y mamá de Leo Encinas y la fichó para la cuarta y tediosa «Piratas del Caribe», cuando le encargaron los trabajos de rodaje de la costosísima máquina de hacer dinero, porque llamarla película es un ejercicio vacuo. Lejos queda la frescura de la primera aventura del lamentable capitán pirata Jack Sparrow al mando del buque La Perla Negra, la que le ha convertido al ex rebelde Johnny Depp en multimillonario y dueño de una isla. En la cuarta, se integra una peripecia amorosa del bucanero con una tal Angélica Teach, que resulta ser la hija del temible pirata Barbanegra (maravilloso Ian McShane con patapalo), con el rostro enfadado de Penélope Cruz.

Se supone que en tiempos pretéritos tuvo un fuerte asunto sexual con el capitán Sparrow, la cosa devino en sentimental y ante tal peligro, el puso rumbo al Caribe, cargadito de ron. En el momento de la acción, que se inicia en Cádiz, Sparrow se encuentra a punto de ser ejecutado, sin barco ni tripulacion. A sabiendas de que el rey de España Fernando se encuentra obsesionado con el hallazgo de la Fuente de la Eterna Juventud, consigue con una serie de piruetas -con divertídisimo cameo de dame Judi Dech incluido- convertirse en miembro de la tripulación de Barbanegra y su hija Angélica. La cosa consiste en conseguir dos cálices que pertenecieron al bucanero español Ponce de León y, en fin, que la trama se lia durante 145 minutos como la sandalia de un legionario romano.

Es notorio que Penélope Cruz se encontraba embarazada de Leo durante el rodaje. Su rostro esta más redondeado, se evitan los planos americanos y las escenas de acción se ruedan mayormente en semipenumbra. Cuando el embarazo estuvo muy adelantado, se fichó a Mónica Cruz, la hermana menor muy parecida aunque menos refinada, para las escenas de acción. A más a más, hay que esperar a los créditos finales para conocer que los apenas diez acordes de un tango acústico que suenan en un momento determinado, pertenecen al compositor y cantante Eduardo Cruz, hermano menor de Pe y Mónica y novio de Eva Longoria. !Caramba! Rob Marshall si que sabe sacar partido a una familia.

Last but not least, indicar que como El Español, personaje villanesco al servicio de la Corona Española y siempre por delante de los torpes bucaneros, se encuentra el estupendo Oscar Jaenada, que intercala españoladas en el diálogo inglés. Con él, la bandera rojigualda por lo menos ondea más alta que en el Festival de Eurovisión, nuestro último y más internacional bochorno. Ahora sólo queda que la esperadísima «La piel que habito» nos vuelva a poner en el mascarón de proa. Y que nos quiten lo bailao.