LUIS BUÑUEL

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    Luis Buñuel Portolés nació en Calanda (Teruel) el 22 de febrero de 1900, muriendo en México D.F. el 29 de julio de 1983. Estudia el bachillerato en Zaragoza en un colegio de jesuitas para trasladarse a Madrid con 17 años, para estudiar ingeniero de caminos. Se instala en la Residencia de Estudiantes, ingresa en Ingenieros Industriales, no acaba Ciencias Naturales y se licencia en la rama de Historia de Filosofía y Letras. En la Residencia de Estudiantes conoce y se une a los miembros más destacados de lo que será la Generación del 27, como sus amigos y compañeros Salvador Dalí, Federico García Lorca o Gómez de la Serna. Escribe poesía bajo la influencia de Lorca y, atraído por el cine organiza diferentes cineclubs.

    En 1925 se instala en París, trabaja como ayudante de dirección de Jean Epstein y, junto a Salvador Dalí hace, gracias a la herencia de su madre, «Un perro andaluz”, película que supone su adhesión al movimiento surrealista y se convierte en el manifiesto cinematográfico del grupo; En 1930, todavía en París filma «La edad de oro”, que realiza gracias al mecenazgo del vizconde de Noailles, película que provoca un enorme escándalo en Francia y un manifiesto de los surrealistas contra él.

    «La edad de oro” le vale una invitación de la Metro Goldwyn Mayer para trabajar en Hollywood en las versiones en castellano de las películas norteamericanas, cuando aún no se había inventado el doblaje y muchas películas se rodaban dos veces, una en inglés y otra en español. A su vuelta a España rueda «Las Hurdes Tierra sin pan” (1932), un documental sobre la miseria y aislamiento en que por entonces se encontraba la región de las Hurdes, gracias al dinero ganado en la lotería por su amigo anarquista Ramón Acín. La película es prohibida por el gobierno republicano. Trabaja entonces en Filmófono, productora madrileña, con la que se convirtió en productor ejecutivo de cuatro películas creadas durante la II República: «Don Quintín el amargao” (1935), dirigida por Luis Marquina, «La hija de Juan Simón” (1935) y «¿Quién me quiere a mí?” (1936), ambas dirigidas por José Luis Sáenz de Heredia, y «Centinela alerta” (1936), de Jean Gremillon. La guerra civil española le sorprende en Nueva York, donde trabajaba en el Museo de Arte Moderno (del que fue expulsado por «comunista». Es uno de los fundadores de la Alianza de Intelectuales Antifascistas por la Cultura y colabora en París en el montaje del documental «La españa leal en armas”, que dirige Roman Karmen y, a continuación es enviado a Hollywood como asesor de dos películas que nunca llegan a rodarse. Al acabar la guerra se instaló en México, donde rodaría con continuidad varias películas como «Gran Casino” (1947) o «El gran calavera” (1949) hasta que con «Los olvidados” (1950), es premiado en Cannes.

    ETAPA MEXICANA

    Nacionalizado mexicano, entre 1950 y 1955 dirige en México diferentes películas, todas bajo el común denominador de tener un bajo presupuesto e incluir en diversa medida humor en los melodramas y algunos toques surrealistas. Entre ellas destacan «Él” y sobre todo «La vida criminal de Archibaldo de la Cruz”, conocida también como «Ensayo de un crimen” (1955).

    En esta etapa disfruta de la posibilidad de rodar con más medios, comenzando a continuación a trabajar en coproducciones con Francia: «Así es la aurora” (1955), «La muerte en este jardin” (1956) o «Los ambiciosos” (1959), y en coproducción entre México y Estados Unidos «La joven” (1960). De esta etapa destaca la producción mexicana «Nazarín” (1958), adaptación de la novela de Pérez Galdós, que supone su primer encuentro con Francisco Rabal, que da vida al cura protagonista de la historia.

    EL ESCÁNDALO VIRIDIANA

    El éxito de «Nazarín” le permite regresar a España para rodar»Viridiana” (1961), película polémica, premiada con la Palma de Oro del Festival de Cannes, pero que provoca unas furibundas críticas del Vaticano, lo que hace que el gobierno franquista la prohíba, destituya al Director General de Cine de la época y que ordene la destrucción de todas las copias. A «Viridiana” se le niega el certificado de película española, pero gracias al coproductor mexicano se salva una copia de la destrucción.

    En los años siguientes Buñuel trabaja entre México, donde dirige la genial «El ángel exterminador” y la inconclusa «Simón del desierto”, y Francia, donde firma títulos como «Diario de una camarera” (1964), «Bella de día” (1966) o «La vía láctea” (1969). En 1970 se plantea volver a rodar en España y, tras una agria discusión con la censura, vuelve a adaptar a Galdós en «Tristana”, que coproduce con Francia, rueda en Toledo y que cuenta con Catherine Deneuve y Fernando Rey como protagonistas.

    Buñuel regresa a Francia en los años 70 para hacer «El discreto encanto de la burguesía” (1972) por la que gana el Oscar y «El fantasma de la libertad” (1974). Sin embargo en la que será su última película, «Ese oscuro objeto de deseo”, vuelve a rodar en España, una vez muerto Franco, y sin los problemas con la censura que había padecido hasta entonces.

    En 1982 escribe, en colaboración con Jean-Claude Carrière, su guionista de sus últimas películas, un libro de memorias, «Mi último suspiro”.

    ESTILO

    El estilo cinematográfico de Luis Buñuel queda claramente definido en sus dos primeras películas, «Un perro andaluz” y «La edad de oro”: la mezcla de las imágenes oníricas en una, y la crítica a la hipocresía de la burguesía decadente y la moral cristiana en la otra. Se apartó del neorrealismo y del realismo, ya que consideraba que la realidad no basta para expresar el mundo: había que recurrir a los sueños para dar una explicación más satisfactoria. Con «El ángel exterminador” (1962) y «Belle de jour” (1967), seguiría considerando inseparables sueño y vigilia, pero con un estilo cinematográfico más depurado (escasos movimientos de cámara, más importancia de los diálogos). En «Viridiana” observamos su preocupación por los marginados y sus conductas. Abordó también el erotismo y la sexualidad con la mezcla, como siempre, de lo real y lo imaginario. En sus últimos filmes suprimió totalmente la música al considerar que una banda sonora musical resultaba siempre ajena a la historia que se narraba y a sus personajes.