Hijo único y tardío, José Luis Borau nace en el seno de una familia de clase media en Zaragoza el 8 de agosto de 1929 e hizo sus primeros estudios en el Colegio San Agustín de Zaragoza. Aficionado al séptimo arte desde su más tierna infancia, Borau creció en la penumbra de una sala de cine viendo y memorizando los argumentos de las películas clásicas. Cumpliendo una exigencia familiar, se licencia en Derecho en el año 1953 aunque, incapaz de renunciar a su pasión, ejercerá durante años como crítico cinematográfico en el Heraldo de Aragón.
En 1956, decide ir a Madrid a estudiar cine para lo que se saca una plaza de funcionario en el Instituto Nacional de la Vivienda, trabajo que compatibiliza con sus estudios en la Escuela Oficial de Cine, donde se gradúa en 1961 dirección con el corto «En el río». Más tarde ejercerá de profesor en la Escuela Oficial de Cinematografía, impartiendo la asignatura de Guión. En la década de los 60, trabaja como escritor en la agencia de publicidad Clarín y tras realizar un par de documentales, se abrió camino en el campo del largometraje debutando como director con la película del oeste «Brandy», en 1964, coproducción rodada en Madrid y en Roma, a la que le sigue otro encargo, el thriller «Crimen de doble filo», (1965).
Tras dirigir «La Sabina» (1979), se traslada a Estados Unidos, donde rueda su obra más ambiciosa y problemática, la coproduccioón «Río abajo», con David Carradine y Victoria Abril. Ya en los años 90, dirige «Tata mía», film con el que vuelve al cine la veterana Imperio Argentina, que logra una nominación para los Goya como mejor guión. Posteriormente dirigiría «Niño nadie”. En 1993 filmó la serie de televisión «Celia”, basándose en historias de Elena Fortún, con gran éxito de público, a la vez que trabaja esporádicamente como actor, actividad con la que había debutado en «Furtivos» en varias películas propias y ajenas.
De 1994 a 1999 es el presidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, poniendo en marcha los Cuadernos de la Academia y el boletín mensual. En 1995 fundó su propia editorial -Ediciones El Imán- para libros sobre cine. Ya en 2001 obtuvo con su película «Leo” (2000) el premio Goya a la mejor dirección. «Obsesionado por el lenguaje”, según él mismo confiesa, compagina a partir del 2000 su labor de cineasta con la de escritor escribiendo dos libros de relatos: «Navidad, horrible navidad” (2003) y «Camisa de once varas”, publicado también en 2003 y por el que Borau recibió a los 74 años el Premio Tigre Juan de Narrativa, concedido por el Ayuntamiento de Oviedo a los «nuevos autores”. para publicar después «El cine en nuestro lenguaje” (un estudio que analiza la influencia del séptimo arte en nuestro idioma), sus dos obsesiones favoritas acaban de encontrar hueco en el sillón «B” de la RAE. El nuevo académico sustituyó en el cargo a otro gran cineasta polifacético, Fernando Fernán Gómez. La contestación de su discurso de incorporación corrió a cargo de Mario Vargas Llosa. Paralelamente crea la Fundación Borau, dedicada a promocionar el estudio de materias cinematográficas y literarias, así como al apoyo a la cinematografía y los cineastas.En 2006 la Chunta Aragonesista le concede el III Premio Aragoneses en Madrid. El 17 de junio de 2007 es elegido presidente de la SGAE y el Consejo de Administración de EGEDA le otorga su Medalla de Oro por toda una muchos otros premios honoríficos: Medalla de Oro de las Bellas Artes en 1988, Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España en el año 2000, Premio Nacional de Cinematografía en el 2002, o el Premio al Cine y los Valores Sociales de la FAD, EGEDA y la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España en 2007. Asimismo Recibió el Premio Especial del Festival de Cine de Málaga en 2011. José Luis Borau falleció en Madrid, como consecuencia de un cáncer, el 23 de noviembre de 2012. CITAS
«No creo que el cine moderno sea necesariamente un cine donde deba sentirse la cámara. Un cine donde la cámara sea invisible también puede ser un cine moderno. Lo que yo quiero hacer es un cine de cámara totalmente invisible. Siempre se puede hacer la cámara menos visible. Queda mucho por hacer en este terreno». (José Luis Borau)
«Dar fluidez y naturalidad, conferir apariencia de sencillez a tantas historias y sugerencias sólo se consigue a base de esfuerzo y de mucho trabajo. A costa de que todo sirva para varios fines simultáneamente, de que cada frase haga alusión a dos o tres asuntos y lleve dentro mil informaciones sin que el espectador se dé cuenta, sin que los diálogos parezcan complicados y sin traicionar su apariencia de naturalidad. Es preciso que las cosas sean ambivalentes, que al describir una situación de manera directa se hable también indirectamente de otra, que cada personaje sirva para desarrollar un tema y otro paralelo al mismo tiempo». (José Luis Borau) «José Luis Borau estuvo en Lima, hace algunos años, con la idea de producir un film en Perú. Le fue pésimamente. Un general lo amenazó con darle un tiro, la directora de cultura lo trató tan mal que sólo le faltó lanzarle un puñetazo y las instituciones lo estuvieron peloteando de un lado a otro sin darle las informaciones que pedía. Pero él, que es un hombre sin rencores y con sentido del humor, quedó encantado con el Perú, y de su viaje recuerda sobre todo a un gordo amable que lo invitó a almorzar y que a los postres le cantó arias de zarzuelas. Como si nada, tomó su avión y se fue a tentar suerte a Venezuela, donde -así es el cine- todo le salió aún peor. Con ese mismo espíritu deportivo y obstinado, siguió insistiendo, y, al fin y al cabo, después de haber estado asociado como productor o guionista o animador, o director, a muy estimables aventuras cinematográficas, ahora se salió con la suya, culminando esa trayectoria con una obra (‘Furtivos’), que lo instala entre los mejores realizadores del momento. Ojalá que esto sea sólo el comienzo de más fecundas aventuras». (Mario Vargas Llosa, 1978).
«Hacer «Rio Abajo» con José Luis Borau fue una experiencia maravillosa. Estar con él era como estar con Don Quijote en Texas. Solo, en medio de un equipo norteamericano, en mitad del desierto, decía: ‘¡Vamos a rodar, por los clavos de Cristo!’. Estaba como es él, con las rodillas metidas hacia dentro, con sus mofletes… En resumen, un Don Quijote luchando contra la adversidad». (Victoria Abril 1991).