JAMES STEWART

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    Fue el hombre que mejor encarnó los valores del americano medio. James Stewart siempre representó a tipos corrientes marcados por la bondad, el amor a su familia y el respeto a las instituciones de su país, cualidades de las que hizo gala el propio actor, uno de los más queridos del público estadounidense por el buen número de películas, muchas de ellas consideradas obras maestras, que hizo a las órdenes de grandes cineastas como Capra, Cukor, Ford, Preminger y Hitchock, y por su heroísmo durante la Segunda Guerra Mundial.

    El astro más entrañable de Hollywood, que murió en 1997 de un paro cardiaco en su casa de Beverly Hills cuando acaba de cumplir 89 años, sólo hizo de malo una vez, según un recuento extraoficial, y dio al cine uno de sus personajes más emblemáticos: George Bailey, el antihéroe protagonista de «¡Qué bello es vivir”, titulo que marcó para siempre la carrera de este devoto padre de intachable reputación que abandonó la soltería a los 41 años por Gloria Hatrick McLean, a la que conoció en casa de Gary Cooper y con la que tuvo a las gemelas Judy y Keely.

    «América ha perdido un tesoro nacional”, manifestó el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en un comunicado difundido minutos después del deceso de este caballero tímido, desgarbado y profundamente patriota, un arquitecto que nunca ejerció al que el mundo del espectáculo reconoció con dos Oscar, el primero por «Historias de Filadelfia” y el segundo por las cinco décadas que llevaba apareciendo en la gran pantalla.

    LOS MEJORES DIRECTORES

    James Maitland Stewart nació el 20 de mayo de 1908 en Indiana (Pennsylvania). Estudio arquitectura en la Universidad de Princeton, fue descubierto para el cine por la escritora y periodista Hedda Hopper y por el director de cine y de teatro Joshua Logan. Stewart interpretó pequeños papeles en cintas menores en los años 30, hasta alcanzar su primer papel como cabeza de cartel en «Caballero sin espada”, de la mano de un director clave en su vida, Frank Capra, con el que hizo ‘¡Que bello es vivir!’, título que siempre va unido a su nombre.

    Tras la Segunda Guerra Mundial (Stewart fue uno de los primeros actores que se alistó), donde fue condecorado varias veces logrando la Medalla al Valor, y pasó a la reserva como coronel, protagonizó «¡Qué bello es vivir!”, uno de los trabajos por los que estuvo nominado al Oscar, galardón al que también optó con «El invisible Harvey” y «Anatomía de un asesinato”.

    Cuando Anthony Mann y Delmer Davis aportaron al western cierta intelectualización, Stewart fue el héroe de «Winchester 73”, «Flecha rota”, «Horizontes lejanos”, «El hombre de Laramie” y «Colorado Jim”. Además, con el maestro John Ford rodó «Dos cabalgan juntos”, «El hombre que mató a Liberty Valance” y «El gran combate” además de un episodio de «La conquista del Oeste” y con Alfred Hichtcock en los largometrajes «La soga”, «La ventana indiscreta”, «Vértigo” y «El hombre que sabía demasiado”.

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    Otros títulos destacados en la trayectoria de James Stewart fueron «El bazar de las sorpresas”, de Ernst Lubitsch, «El mayor espectáculo del mundo”, de Cecil B. De Mille, «Música y lágrimas”, de Anthony Mann, donde encarnaba a otro mito americano por excelencia, el músico y compositor Glenn Miller, «El héroe solitario”, de Billy Wilder, película en la que era Charles Lindberg, «Me enamoré de una bruja”, de Richard Quine, «El vuelo del Fénix”, de Robert Aldrich, «El club social de Cheyenne”, de Gene Kelly o «El último pistolero”, de Donald Siegel.

    Stewart fue durante décadas el símbolo moral, patriótico, social y cultural de los Estados Unidos orgullosos de sus principios. El historiador y crítico Andrew Sarris le describió como «la personalidad más interesante del séptimo arte”. En sus últimos años trabajó para la televisión, prestando su imagen a programas y documentales que rememoran un esplendor que el tiempo nunca ha conseguido empañar.