BETTE DAVIS

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    Bette Davis, nació el 5 de abril de 1908 en Massachusetts, y murió en Francia el 6 de octubre de 1989. Su verdadero nombre fue Ruth Elizabeth Davis y fue una destacada actriz de teatro, cine y televisión estadounidense. Conocida a veces con el apelativo de la «Reina de Hollywood», acaparó 10 candidaturas a los premios Oscar a la mejor actriz, premio que ganó en dos ocasiones: en 1935 con la película «Dangerous” de Alfred E. Green y en 1938 por «Jezabel» de William Wyler.

    Mujer de fuerte personalidad, inició sus estudios de interpretación animada por su madre, y se unió a una compañía teatral en Nueva York de la que fue despedida por el mismo George Cukor. Desde muy joven aprendió baile y participó en representaciones teatrales con grupos universitarios o semiprofesionales. Posteriormente estudió en la John Murray Anderson’s Acting Dramatic School en Brodway, y en 1930 realizó su primera prueba cinematográfica. La Universal la contrató para su debut en 1931, pero en 1932 firmó con Warner Bros., productora con la que sufrió serios problemas debido a su fuerte carácter y, sobre todo, por protestar sobre la discriminación a favor de las estrellas masculinas.

    DOS OSCAR Y 10 NOMINACIONES

    Bette Davis intervino en más de ochenta películas durante cincuenta y siete años, entre «Bad sister” (1931) y «La bruja de mi madre” (1988) y protagonizó una no menos emocionante y poco conocida vida privada, destacando como una de las más sólidas y enérgicas personalidades del cine americano, una mujer que no dudó a la hora de expresar sus opiniones y que nunca aceptó que nadie se interfiera en su camino.

    Con dos Oscar a la mejor actriz, de un total de 10 nominaciones, por «Peligrosa” (1935), de Alfred E. Green, y «Jezabel”, de William Wyler (1938), fue una «veinteañera glamurosa» en cintas como «El altar de la moda”, «Cautivo del deseo” o «Una mujer marcada”, pero su imagen siempre será la de mujer problemática, de rasgos duros adornados por una mancha de carmín rojo y cigarrillo en mano de cintas como «La carta” o «Eva al desnudo”. El Hollywood de los años 30 sería inconcebible sin su personaje de la bruja de Mildred Rogers en «Cautivo del deseo”, sin Julie Mardsen, la arpía sureña de «Jezabel”, o sin Judith Traherne, la mujer lúcida y segura de «Amarga victoria”. El cine de los 40 es inimaginable sin la asesina sin remordimientos de «La carta”, sin la superviviente de «La extraña pasajera”, sin la Margot Channing de «Eva al desnudo”, o sin el de la desequilibrada Baby Jane Hudson, que le llevó a representar el enfrentamiento que tenía en la vida real con otra de las grandes, Joan Crawford, en «¿Qué fue de Baby Jane?”.

    Bette Davis se casó cuatro veces y tuvo tres hijos, dos de ellos adoptados, pero todos sus maridos la consideraron «problemática, cascarrabias, agresiva y maleducada. Siempre presta a discutir y amiga de la botella”, según uno de sus biógrafos.

    LO QUE HAN DICHO DE ELLA

    Ed Sikov, autor de un libro sobre la actriz, y biógrafo también de Billy Wilder y Peter Sellers, habla de Bette Davis como de una de las «figuras más singulares y dominantes que ha producido la historia del cine». Sus ojos tan enigmáticos y peculiares, aquellos a los que cantó Kim Carnes en «Bette Davis Eyes” en 1974, escondían, según Sikov, a una mujer «magnífica y exasperante, luminosa y belicosa a partes iguales, una fuerza de la naturaleza, un talento explosivo, que definió y preservó el significado de la palabra estrella durante más de medio siglo, período durante el que trabajó como una burra».

    Lo cierto es que la Davis llevaba «la beligerancia en las venas», pero también es cierto que sin ella «no hubiera existido otras grandes como Meryl Streep». La diferencia es que esta última «quiere que en el fondo queramos un poco a todos sus personajes», mientras que en el caso de Davis «le importaba un comino» y «si el papel requería que el espectador la odiara, ella hacía que la odiara, por eso la queremos», escribe Sikov.

    El productor Jack Warner, su jefe durante muchos años, la describió como «una mujer explosiva con una izquierda potente», y su amiga, la también actriz Ellen Hanley, aseguró que «fue uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX». Por su parte, Humphrey Bogart dijo de ella que era «capaz de noquear a cualquiera que no fuera muy grande».

    PREMIO DONOSTIA EN SAN SEBASTIÁN

    Fallecida el 6 de octubre de 1989 en París, como consecuencia de un cáncer de mama, fue en España en donde realizó su última aparición pública cuando recogió una semana antes el Premio Donostia en la edición de ese año del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Sabedora que se estaba muriendo y que esa iba a ser su última aparición pública, Bette Davis se mantuvo 48 horas encerrada en su hotel preparando la puesta en escena que iba a efectuar, deslumbrando a todos en la una multitudinaria rueda de prensa (que hizo aún más insignificantes a los fotógrafos que se habían plantado ante ella por no poder hacerle fotos previas), como en la Gala en que, en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, y con el público puesto en pie, recibió el Premio Donostia. Profesional hasta el último minuto, Bette Davis fue quién entregó las dos Conchas de Oro del Festival de aquel año, al boliviano Jorge Sanjinés por «La nación clandestina” y al ruso «Andrei Konchalovski por «Homer u Eddie”, que al recoger el galardón se puso de rodillas ante la actriz en reconocimiento a su figura. Un documental, «El último adiós de Bette Davis», de Pedro González Bermúdez decoge aquella vista.