Titulo original: Üç maymun
Año: 2008
País: Turquía - Francia - Italia
Duración: 109 min.
Dirección: Nuri Bilge Ceylan
Guión: Ebru Ceylan, Nuri Bilge Ceylan y Ercan Kesal
Intérpretes
Yavuz Bingol, Hatice Aslan, Rifat Sungar, Ercan Kesal, Cafer Köse y Gürkan Aydin.
Premios
Festival Internacional de Cine de Cannes: Premio al Mejor Director.
Sinopsis
Un importante político atropella a un hombre en una aislada carretera. Para salvar su carrera, le pide a su chofer, que ese día no trabajaba, que se responsabilice del atropello e ingrese en prisión por él. El chófer, lejos de su familia y encarcelado, será el detonante del inicio una crisis entre los suyos, en la que tanto su mujer como su hijo buscarán cariño en otras personas. Cuando el padre sale de la cárcel y regresa a su casa, situada a orillas del Bósforo, en el estrecho que separa la Turquía europea de la asiática, le costará reencontrar el ambiente familiar que dejó cuando fue encarcelado. La familia ha empezado a derrumbarse cuando lo que parecían pequeños defectos se convierten en extravagantes mentiras. Escogen luchar para mantenerse juntos escondiendo la verdad, y así evitar inconvenientes y responsabilidades que les parecen imposibles de soportar. Prefieren ignorar la verdad, no ver ni hablar del tema.
Comentario
Nuri Bilge Ceylan es un ejemplo de dramatismo lúgubre, lo confirman todas sus obras. Y aunque alguna vez, muy de vez en cuando, sabe arrancarnos una leve sonrisa, cultiva con verdadera vocación el territorio oscuro. Es más que una estética: una ética, una manera de mirar el mundo. A ese propósito obedece naturalmente su cuidada puesta en escena y en esta película, sin ir más lejos, el fastuoso (y tremendo) arranque. Un prodigio de iluminación y de fotografía, como lo es también ese ventanal inmenso y radiante que da al mar y que se convierte en el verdadero contrapunto de la casa. Y de sus habitantes. La historia en sí es una compleja relación de truculentas deudas y traumas familiares. Pero las emociones y los pensamientos aquí sugieren mucho más de lo que expre san siempre. Y sin embargo –fiel a su estilo escueto y europeo, mucho más europeo de lo esperable- el director, que no cae en el desgarro, consigue en cambio agobiar y trans mitir la angustia ambiente; y hasta hacer algunos momen tos ciertamente irrespirables. Es una forma de mantener el suspense, de amarrar al espectador, de acercarle a unos personajes imprevisibles. No hay apenas respiro en las casi dos horas de película; a ritmo implacable (no veloz, no sería Bilge) un mal trago sucede a otro. Y sólo la pe queña broma del sonido del móvil (una canción de des amor naturalmente) marca el contraste entre lo chusco y lo patético. Agotada en exceso la anécdota, no sólo el móvil acaba por ser redundante; también lo es un poco el tenebrismo estético de su autor, demasiado persistente.