Titulo original: Tiempo de revancha
Año: 1981
País: Argentina
Duración: 112 min.
Dirección: Adolfo Aristarain
Guión: Adolfo Aristarain
Música:
Emilio Kauderer
Intérpretes
Federico Luppi, Haydeé Padilla, Rodolfo Ranni, Julio De Grazia, Ulises Dumont, José Jofre Soares, Aldo Barbero, Enrique Liporace, Arturo Maly, Jorge Haker, Alberto Benegas, Ingrid Pelicori, Jorge Chernov, Cayetano Biondo, Marcos Woinsky, Héctor Calori, Lidia Catalano, Carlos Verón, Carlos Trigo, Osvaldo de la Vega, Aldo Pastur y Enrique Latorre.
Premios
Gran Premio de las Américas del Festival de Montreal.
Primer Premio del Festival de Cine de La Habana.
Sinopsis
Pedro Bengoa (Federico Luppi) es un trabajador especializado en explosivos, ex-sindicalista que, previa limpieza de su pasado, es contratado en una cantera por un empresa constructora perteneciente a un poderoso grupo financiero multinacional. Al cabo de un tiempo se de cuenta que la empresa viola impunemente las leyes. Di Toro, un viejo amigo que trabaja con él, le propone un plan, simular un accidente causado por las precarias condiciones de seguridad y quedar mudo a causa del pánico, cobrando así la indemnización correspondiente. Tras la muerte de su padre acepta el plan, provocando la explosión en la que muere Di Toro. Un abogado instruye a Bengoa sobre como debe desarrollar la farsa con el dueño del grupo financiero, pero recibe una prueba de que ha sido espiado, comprendiendo que hasta que no les destruyan no se van a detener. Entonces Bengoa decide llevar el pleito hasta sus últimas consecuencias.
Comentario
La película más representativa del cine argentino durante los años de la última dictadura militar de finales de los 70. A partir de una historia de corte policial, la de un obrero ex-gremialista, especialista en explosivos, quien frente al poder de un grupo financiero desarrolla un agudo juego, Adolfo Aristarain retrata un país corrompido en todos sus niveles sociales, reflejando conflictos sociales y laborales de la realidad argentina. Esta fue la película con la que el director Adolfo Aristarain despegó internacionalmente, consagrando también a Federico Luppi, que tras este trabajo se instaló en España durante un tiempo.