Titulo original: Sin nombre
Año: 2009
País: México – EE.UU
Duración: 96 min.
Dirección: Cary Joji Fukunaga
Guión: Cary Joji Fukunaga
Música:
Marcelo Zarvos
Temas musicales: "Song for Bob"; "Last ride back to KC" y "Stay With Me".
Intérpretes
Marco Antonio Aguirre, Leonardo Alonso, Karla Cecilia Alvarado, Juan Pablo Arias Barrón, Rosalba Belén Barrón, Sixto Felipe Castro, Rosalba Quintana Cruz, Marcela Feregrino, Kristian Ferrer, Édgar Flores, Giovanni Florido, Paulina Gaitan, Ariel Galvan, Diana Garcia, Gabriela Garibaldi, Ignacio Gonzalez, Noé Hernández, Lilibeth Flores, Jesús Lira, Catalina López, Hector Lortia, Benny Manuel, Fernando Manzano, Liliana Martinez, Mary Paz Mata, Tenoch Huerta, Emir Meza, Emilio Miranda, Jose Miguel Moctezuma, Esperanza Molina, Luis Fernando Peña, Iván Rafael, Gabino Rodríguez, David Serrano, Gerardo Taracena, Harold Torres, Andrés Valdéz, Max Valencia Zúñiga, Noé Velazquez, Tulio Villavicencio, Guillermo Villegas, Javier Rivera Flores, Luis Angel Paz Flores, José Rogelio Vázquez López, Luis Antonio Vázquez López, José Luis Montiel Luna, Marco Tolio Durand Martínez, Jesús Humberto Fuentes Perez, Luis Rodriguez Sanchez, Silverio Menchaque Zárate, Héctor Jiménez y Damayanti Quintanar.
Premios
Premio a la Mejor Dirección y a la Excelencia en Fotografía en el Festival de Sundance.
Sinopsis
Sayra (Paulina Gaitán) es una adolescente hondureña que sueña con un futuro mejor. Al reunirse con su padre, al que no veía desde hacía mucho, Sayra tiene una opción: puede ir con su padre y su tío a México, y de allí, a Estados Unidos, donde su padre tiene una nueva familia. Por otro lado, Casper, al que también llaman Willy (Edgar Flores), es un adolescente de Tapachula, México, con un futuro más que incierto. Forma parte de la banda Mara Salvatrucha y acaba de llevar un nuevo recluta a sus hermanos, El Smiley (Kristyan Ferrer), de doce años, al que hacen pasar por una brutal iniciación. El Smiley no parece tener problemas en adaptarse a la vida de la banda. Casper intenta proteger la relación con su chica, Martha Marlene (Diana García), escondiéndola de los Mara. Pero cuando Martha conoce a Lil Mago (Tenoch Huerta Mejía), el líder de los Mara en Tapachula, es brutalmente arrebatada de Casper para siempre. Sayra y su familia se unen a otros emigrantes en la estación ferroviaria de mercancías de Tapachula. Esperan que pase un tren de mercancías con destino a Estados Unidos para subirse encima de los vagones. Pero lo mismo hace Lil Mago, que ha mandado a Casper y a El Smiley a atracar a los emigrantes. Al alba, Lil Mago descubre sus cartas y Casper toma una decisión que cambiará su vida. Deberá navegar entre las enseñanzas de su violenta vida y la venganza de los Mara, pero encontrará una aliada inesperada en la valiente Sayra, que se unirá a él mientras el tren cruza el campo mexicano, camino de una nueva esperanza.
Comentario
Entre la ficción y el documento, el drama, la aventura y hasta la historia de amor, “Sin nombre” posee la difícil cualidad de rebosar verdad por los cuatro costados y justamente esa capacidad de mostrar “lo que hay” es su mayor logro. En ningún momento duda el espectador de que está asistiendo en primera fila al sangrante espectáculo de una juventud paria, malparida y malquerida incluso, que apenas distingue los bordes entre la vida y la muerte y que juega literalmente con fuego, mientras se despedaza en mil tinglados turbios. Y eso que lo que vemos seguramente es sólo un atisbo, una forma casi modosa y discreta de permitirnos vislumbrar -para consumo de los privilegiados- el infierno prematuro de los condenados de antemano. Inolvidables y poderosas, desde luego, las imágenes del tren con los techos abarrotados de desesperados dispuestos a su peor destino. Y escalofriante el adiestramiento de los niños criminales, su bautizo de sangre y, aún peor, su aceptación. El californiano Cary Fukunaga (su apellido ya dice mucho) rinde aquí un lacerante homenaje a la frontera y a los fronterizos, que es tanto como invocar a más medio mundo; y demuestra, por tanto, que conoce el terrible material que maneja a la perfección, que sabe del agrio universo de las maras, de sus letales entornos y sobre todo que, de entre todas las fronteras, la pobreza es la frontera mayor. Precisamente por esa razón acerca su cámara con el máximo respeto, limitándose a retratar ese submundo; con honestidad y con especial rigor, sin encargos morales, ni lamentos artificiosos. Pero, claro, en semejante escenario el mensaje se abre paso a gritos y se lee por si sólo. En todo caso habría que reprocharle al relato ciertos desniveles, algunos desajustes en el tratamiento, ya que insiste demasiado en situaciones muy concretas, en perjuicio de otras que merecían un mayor reposo. Pero, aun con esos desequilibrios sigue siendo innegable la fuerza de la narración, todo un zarpazo.