RIGHT AT YOUR DOOR

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    Titulo original: Right at your door
    Año: 2006
    País: EE.UU.
    Duración: 96 min.
    Dirección: Chris Gorak
    Guión: Chris Gorak.
    Música: Tomandandy

    Intérpretes

    Mary McCormack, Rory Cochrane, Tony Perez, Scotty Noyd Jr., Max Kasch, Jon Huertas, Will McCormack, Emeka Nnadi, Marisol Ramirez, Hector Luis Bustamante, Alejandra Flores, Christopher Rocha, Soledad St. Hilaire, Nigel Gibbs, Jenny O'Hara, Jessica Freitas, Nina Barry, Ed Martin, David Richards y Phillip Gramm.

    Premios

    Premio a la Mejor Fotografía en el Festival de Sundance.

    Sinopsis

    Lexi (Mary McCormack) y Brad (Rory Cochrane) son una pareja de recién casados que se acaba de mudar a una nueva casa. Él es músico y toca en un grupo. En realidad, quien lleva el pan a casa es ella, gracias a su trabajo de oficinista en el centro de Los Ángeles, cuya panorámica puede verse desde su nuevo hogar. Brad está recogiendo una flor en el jardín de casa para ponerla en la bandeja del desayuno de Lexi: la pareja había tenido una discusión la noche anterior y está intentando reconciliarse. La radio está puesta. La temperatura es de 18º. El locutor presenta un programa convencional sobre el valor orgánico de las verduras. De vez en cuando conectan para informar sobre el denso tráfico que satura las principales vías de la ciudad. Hay una incidencia en la 101 en dirección sur, cerca del centro. Antes de salir del trabajo con su Saab descapotable, Brad avisa a Lexi que evite la autopista. Lexi le pide que esté pendiente del técnico de la TV por cable y que pase por la tintorería. Es un día típico del sur de California: el sol calienta la superficie marina y aparece una calima cremosa. Sopla algo de brisa. Entonces estallan las bombas. Brad escucha la información sobre la lluvia de escombros y el aumento del pánico en Figueroa Street, entre la 7ª y la 8ª, en el centro de Los Ángeles; sobre otro ataque en Beverly Hills, cerca de Century City; sobre otra bomba en la terminal de salidas del aeropuerto de Los Ángeles. Un testigo cuenta, desde un lugar con buenas vistas cerca de Chavez Ravine, cómo increíbles columnas de humo se elevan desde el centro de la ciudad. «Definitivamente», comenta Neil Simmons (David Richards), de la KDHP, «el objetivo de los ataques es el voluminoso tráfico de entrada y salida de Los Ángeles». Y después de oírlo, lo vemos: tras escuchar el testimonio desde Chavez Ravine, Brad sale corriendo justo a tiempo para ver y oír una explosión, una intensa bola de fuego al oeste de Library Tower, el edificio más alto del skyline. El primer instinto de Brad es meterse en el automóvil y salir disparado a por Lexi. Mientras, sigue escuchando las noticias, que van narrando su caótico viaje por las calles. Desoyendo las recomendaciones públicas de alejarse de las áreas afectadas, Brad se encuentra rápidamente con un parapeto policial que corta la calle, con peatones desesperados y con conductores descontrolados por el pánico. Mediante una maniobra brusca, Brad evita por poco la colisión con otro vehículo. Al hacerlo, su deportivo toma una curva a demasiada velocidad y revienta un neumático. Se dirige a un almacén a buscar una llave para cambiar la rueda y se da cuenta que lo que pide mucha gente es cinta americana. Al regresar al coche oye por primera vez que las explosiones han liberado unos productos químicos y que el humo de los incendios transporta toxinas potencialmente mortales. La radio emite la recomendación oficial de que la gente se quede en sus casas y que cierren y sellen puertas y ventanas de la forma más hermética posible. Brad se apresura de nuevo a la tienda, a por cinta y plástico. De regreso a casa, Brad oye por primera vez la palabra «bombas sucias» por la radio. Se encuentra con un nuevo parapeto policial custodiado por agentes con máscaras antigás y da la vuelta. Entonces ve como otros policías remolcan un coche cubierto de ceniza tóxica. Con las pistolas desenfundadas, un agente tapa el vehículo contaminado, mientras el otro se acerca a Brad y le ordena que permanezca con la ventanilla subida. El policía le pregunta si ha estado cerca de alguna explosión. Cuando responde negativamente, el agente le ordena que se vuelva a casa. Brad protesta, alegando que debe encontrar a Lexi. A la que no quiere dejar tirada, pero el oficial de responde que no le está dando elección. En ese instante, el conductor del automóvil contaminado sale del vehículo. A pesar de las órdenes de permanecer dentro, el hombre sale corriendo presa del pánico. Los policías le disparan hasta abatirlo, y Brad pone la marcha atrás para alejarse rápidamente. La radio informa del pánico generalizado y del toque de queda diurno que se acaba de decretar. De camino a casa, Brad se encuentra con un niño que observa atónito el fuego del skyline desde su mismo vecindario. El protagonista le dice al pequeño que se meta en casa y prosigue su camino. Sigue intentando contactar con Lexi por teléfono pero le interrumpe un hombre mayor latinoamericano que trabaja en la casa de al lado. Le explica que no tiene a dónde ir. Mientras la radio sigue recomendando que sellen sus casas frente a la ceniza tóxica, Brad está tan distraído que no le pide al hombre de la casa contigua que se vaya. Consciente de que sellarse dentro con el visitante significa dejar fuera a Lexi, Brad se angustia con la decisión. Las palabras «la cuarentena está activada» suenan insistentemente en la radio y finalmente impulsan a Brad y al visitante a ponerse en acción. Toman la cinta americana y el plástico que encuentran (cortinas de ducha, chubasqueros, bolsas impermeables) y empiezan a sellar puertas, ventanas y cualquier orificio de la casa. Y comienza a nevar. Grandes bolas grises caen lenta y poéticamente del cielo. Pero en Los Ángeles no nieva: nuca, es ceniza tóxica que cae como la que se desprende de limpiar una chimenea, que se cuela por todas partes y lo cubre todo de una suave capa de polvo. Brad recibe la llamada de la madre de Lexi. En lugar de decirle que su hija no está, le hace creer que está sana y salva. Se corta la llamada. Finalmente, Lexi llega a casa. No para de toser en el porche delantero. «Las bombas han explotado a media manzana de mi coche», le explica. «Me duele al respirar». «¡Abre la puerta, cariño!», le exclama. «¿Qué estás haciendo?» Brad le cuenta las noticias de la radio, los trajes que llevaban los operarios de rescate, las bombas sucias y lo de la ceniza tóxica y contagiosa. «¡Abre la puerta!», le implora. «¡No puedo!», replica él. Lexi corre hacia la parte trasera de la casa, donde mantiene una discusión desesperada con Brad a través de una cortina de plástico. Allí descubre una botella de agua que él ha dejado para ella. Eso la pone todavía más histérica. Mientras, Brad y el hombre de la casa de al lado comparten un silencio en gesto de disculpa, así como la poco agua embotellada que hay en la casa. Aquella noche, Lexi y Brad, cada uno a un lado del plástico, escuchan una rueda de prensa de la oficina del jefe de Policía. Un agente especula que seguramente la cuarentena permanecerá en activo unos días más. En ese momento, Lexi sucumbe a la desesperación y estrella el móvil contra una ventana de la puerta de atrás. Brad se corta con el cristal mientras el hombre de al lado les dice que los equipos médicos no llegarán al vecindario hasta el día siguiente. El visitante vuelve a sellar la ventana con plástico. «No te estoy encerrando fuera», dice Brad a Lexi. «Ya sabes que te quiero». Esto parece calmar a Lexi en cierta medida. «Me alegra que al menos tú estés seguro», responde ella. Más tarde, aquella noche, Brad trata de curarse el corte con lejía. A la mañana siguiente, Lexi sale a explorar el vecindario. Helicópteros vuelan por el cielo mientras ella observa oculta cómo dos hombres con máscara de gas y uniforme de policía detienen y esposan a una persona contaminada para llevárselos en una furgoneta negra. Lexi se agazapa en su escondite para no estar a la vista del policía, que está ojeando la zona en busca de más personas a las que detener. Viendo que es demasiado peligroso que Lexi se quede fuera de la casa, Brad ingenia una zona segura en uno de los dormitorios. Con una nueva pared de plástico por medio, Brad le dice que por fin pueden estar tranquilos. Se ha enterado que las micropartículas tóxicas tienen que ser de un tamaño determinado para resultar mortales, pero nadie sabe lo que eso significa. Los hospitales y las clínicas están saturados, así que el gobierno reparte antibióticos a través del servicio de correos. Lo único que deben hacer Brad y Lexi es esperar. Poco después, Lexi recibe la llamada de su madre al móvil. Sale fuera a hablar con ella y le explica que no está sana y salva, como Brad decía. La madre intenta coordinar la situación a través del teléfono. El nerviosismo aumenta. En ese momento Lexi ve a Timmy (Scotty Noyd Jr.), el niño que Brad había encontrado por la calle el día anterior. Sus padres han desaparecido y Lexi le hace entrar en la habitación con ella. El hombre de la casa de al lado decide salir e ir en busca de su esposa. Dice que no tendría que haber buscado refugio en casa de Brad y Lexi, aunque Brad le replica que sin su ayuda no habría podido sellarlo todo a tiempo. Lexi se pregunta en voz alta si será seguro darse una ducha y Brad, haciendo maravillas con la cinta americana y el plástico, crea un nuevo sello y le da acceso al baño, mientras despotrica sobre la seguridad pública y los anuncios del servicio público. Está sudando a mares y parece a punto de perder el control. Esa misma noche, Lexi recibe la visita en el jardín de Rick (Jon Huertas), un amigo, que pone claramente celoso a Brad. Rick habla de su plan de superar las barricadas que les separan de un hospital cercano, y que si el plan no funciona, dirigirse al hospital flotante que está amarrado en San Pedro. Creyendo que ella y Rick están muriéndose y que no tiene nada que perder, Lexi accede ir con él mientras Brad agoniza solo dentro de la casa. Tras marcharse Lexi llega un cabo uniformado y con máscara antigás, procedente del Servicio de Urgencias Epidemiológicas, en respuesta a una llamada de Brad. Le ordena que se quede en casa y le acribilla a preguntas. ¿Estuvo cerca de alguno de los accidentes? ¿Tiene hijos? ¿Mascotas? ¿Tiene una pistola? ¿Cuándo selló la casa? ¿Ha sufrido usted o su esposa un ataque de tos? ¿Dónde está su esposa? El cabo repite a Brad que se quede en casa mientras su equipo explora la situación puerta por puerta, hasta que decidan qué hacer. Rehúsan dejar medicamentos por si vuelve Lexi, alegando que «no pueden confiar en un ‘quizá’». Cuando Brad protesta, el cabo le replica preguntándole si ha tenido algún contacto con Lexi. Él le explica lo de la puerta y el cristal roto. El cabo le pide muestras de la ceniza que se ha colado con el móvil que Lexi arrojó, y Brad las recoge con cuidado y se las pasa al oficial. Antes de irse, el cabo advierte a Brad que debe quedarse aislado en casa si quiere sobrevivir. Entonces coge una etiqueta roja, la pega en la fachada de la casa y desaparece, dejando más preguntas que respuestas. Brad se pone furioso. Lexi regresa con noticias de más abducciones policiales y la historia de su intento fallido de atravesar las barricadas y llegar al hospital. Brad le explica la enigmática visita del cabo. La etiqueta roja de la fachada inquieta a Brad sobremanera. De camino a su habitación trasera, Lexi descubre por todo el jardín pájaros muertos, caídos de los árboles, cubiertos de cenizas. Coge el móvil y escucha los mensajes que su familia le ha dejado en el contestador. A la mañana siguiente, ella consigue hablar con su hermano, como si fuera la última vez. Esperando la llegada de la ayuda, Brad y Lexi conversan sobre sus familias y su futuro. Brad se imagina el día en que saldrán en alguno de esos talk-shows de tarde, «el más ñoño que haya». Lexi le sigue la corriente, pero es evidente que se está poniendo muy enferma, con tos y esputos de sangre. Brad le promete que se quedará con ella. Entonces llegan los hombres con los uniformes y las máscaras. La suerte está echada.

    Comentario

    Una historia de ciencia ficción no demasiado fantástica que muestra como podría llegar el fin de la humanidad. Una serie de artefactos explosivos han detonado simultáneamente en el centro de Los Ángeles, en Beverly Hills y en el Aeropuerto, causando una ola de pánico. Centrándose en una pareja y llevando la narrativa a través de las informaciones que emite la radio, el director y guionista Chris Gorak ha hecho de su primera película independiente de crisis urbana, una experiencia cinematográfica que mantiene constantemente el corazón en un puño. Pero la experiencia de Gorak como diseñador de producción ("Los amos de Dogtown") y como director artístico ("Minority Report") ha sido la principal responsable de su capacidad para llevar a cabo el proyecto: en esta película, bolas de ceniza caen como una nevada tóxica mientras edificios enteros de la ciudad arden en la distancia. Una historia sobre las decisiones a vida o muerte que debe tomar una pareja ante una situación de caos, la película es también una oportuna reflexión sobre cómo la prensa y el gobierno federal norteamericano responden a desastres de proporciones insospechadas.