NUNCA ES TARDE PARA ENAMORARSE

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    Titulo original: Last chance Harvey
    Año: 2008
    País: EE.UU. - Gran Bretaña
    Duración: 92 min.
    Dirección: Joel Hopkins
    Guión: Joel Hopkins
    Música: Dickon Hinchliffe

    Intérpretes

    Dustin Hoffman, Emma Thompson, Eileen Atkins, Kathy Baker, Liane Balaban, James Brolin, Richard Schiff, Tim Howard, Wendy Mae Brown, Bronagh Gallagher, Jeremy Sheffield, Daniel Lapaine, Patrick Baladi, Adam James, Michael Landes, Kate Harper, Jamie Sives, Angela Griffin, Alex Avery, Tim Ahern, Charlotte Lucas, Nadia Cameron-Blakey, Lauren Dennington, Figs Jackman, Adam Astill, Rhydian Jones, Andrea Harris, Vincent Brimble, Paul Haley, Gaia Wise, Amy Younger, Leslie Randall, Imogen Byron, Ginny Holder, Pascal Scott, Robert Jezek, Heather Bleasdale, Femi Oguns, Noah Marullo, Mark Kempner, Nick Cavaliere, Mickey Sumner, Debbie Attwell, Ian Stacey y Chris Wilson.

    Premios

    Nominada a los Globos de Oro al Mejor Actor de Comedia o Musical (Dustin Hoffman) y a la Mejor Actriz de Comedia o Musical (Emma Thompson)

    Sinopsis

    El neoyorquino Harvey Shine (Dustin Hoffman) quisiera ser pianista de jazz, pero ahora se tiene que conformar con escribir música para spots. No solo eso sino que está a punto de perder su trabajo sin futuro como letrista de jingles publicitarios. Divorciado y sintiéndose en el ocaso de su carrera, es advertido por su jefe (Richard Schiff) que prefieren a músicos más jóvenes y dinámicos para el trabajo, y que sólo tiene una oportunidad más para entregar un encargo, Harvey se va a Londres durante un fin de semana para asistir a la boda de su hija Susan (Liane Balaban) aunque promete regresar el lunes para un importante encuentro, lo que le conviene cumplir. Harvey llega a Londres a tiempo de enterarse de que su hija ha optado por su padrastro Brian (James Brolin) para que sea quien la acompañe hasta el altar. Procurando disimular el disgusto, abandona la boda antes del banquete con la esperanza de llegar al aeropuerto a tiempo, aunque igualmente pierde el avión. Cuando telefonea a su jefe para explicárselo, Harvey se ve despedido al instante. Ahogando sus penas en la barra del bar del aeropuerto, entabla conversación con Kate Walker (Emma Thompson), una sensible empleada de la Oficina de estadísticas nacionales que supera los 40. Kate, cuya vida se limita al trabajo, las ocasionales citas a ciegas humillantes, y las interminables llamadas telefónicas de su asfixiante madre Maggie (Eileen Atkins), Kate, obsesionada con su vecino polaco, que cree es un asesino en serie, trabaja en el aeropuerto de Heathrow, encuestando a los pasajeros. Sus amigas tratan de presentarle a posibles candidatos, pero son demasiado jóvenes para ella, quien, acostumbrada a las decepciones, se siente fuera de lugar casi todo el tiempo. Kate se emociona con cuanto Harvey le dice, sintiéndose éste muy motivado ante la inteligencia y compasión que ella le demuestra. Mientras se sienten inspirados por el creciente entendimiento que nace entre ellos, el uno al otro van a transformarse la vida sin darse cuenta. El destino hace que Harvey y Kate se conozcan y, a insistencia de él, se hagan compañía durante un inolvidable fin de semana en Londres.

    Comentario

    La gracia está en hacerse con cuatro trapos un traje de gala. Y la profesionalidad (naturalidad más complicidad, se dice) es la clave para dos grandes actores que le sacan chispas a un guión más bien endeble. Hoffman y Thompson ofrecen aquí un recital de sabiduría, una ración de químca insuperable. El director también aporta su granito de arena: la lucidez necesaria para dejarles libres y, por qué negarlo, un sentido estético, una puesta en escena, dulce y sin estridencias, que cede a sus personajes mayor prestancia y que a todas luces les favorece. Por lo demás, el en canto de la historia (como el de los protagonistas) está precisamente en su falta de pretensiones; bien trazada, sabe buscar el pequeño detalle, el toque que define de un golpe un momento, una duda, una situación que a punto de ser ridícula, justo antes de parecer empalagosa o sim plemente increíble, se salva por la fuerza arrolladora, impagable, de los dos intérpretes. Juntos y por separado des granan los diálogos con tanta frescura, con tanta desenvoltura y desparpajo que se hacen pasar por gente corriente. Aunque “Nunca es tarde para enamorarse” juega siempre, continuamente con esa ventaja, la de estar hecha de encargo, por y para esos dos actores, resulta finalmente un regalo para el espectador y sobre todo para ellos, si bien es un regalo que han correspondido con creces.