NADIE PUEDE VENCERME (1949)

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    Titulo original: The Set-Up
    Año: 1949
    Fecha de estreno en España: 21-09-1971 (TVE)
    País: EE.UU.
    Duración: 72 min.
    Dirección: Robert Wise.
    Guión: Joseph Moncure March y Art Cohn.
    Música:

    Constantin Bakaleinikoff.


    Intérpretes

    Robert Ryan, Audrey Totter, George Tobias, Alan Baxter, Wallace Ford, Percy Helton, Hal Baylor, Darryl Hickman, Kenny O'Morrison, James Edwards, David Clarke, Phillip Pine, Edwin Max, Herbert Anderson, Burman Bodel, Herman Bodel, Ruth Brennan, Helen Brown, John Butler, Andy Carillo, Lillian Castle, Jack Chase, Noble Kid Chissel y Heinie Conklin.

    Sinopsis

    Bill Stoker (Robert Ryan) es un boxeador de poca monta, honesto pero completamente acabado, que sigue subiendo al ring para dejarse pegar, siempre y cuando reciba a cambio algún puñado de dólares. Insospechadamente, en un combate que su mánager había amañado a espaldas suyas con un mafioso, Bill descubre en el ring que su representante ha preparado la pelea para que él pierda y decide rebelarse. El boxeador lastimado porque su mujer no asiste a la pelea ya que quiere que abandone el boxeo, pulveriza a su adversario. Se alza con la victoria ganándose, inmediatamente, la animadversión de los manipuladores. Las consecuencias de su acto no se hacen esperar.

    Comentario

    Excelente thriller del subgénero de boxeadores en torno a un púgil fracasado que descubre en el ring que su representante ha preparado la pelea para que él pierda y decide rebelarse. La película se ha convertido en un clásico del género gracias a una concisa y eficaz dirección de Robert Wise que introduce elementos propios del drama y del cine negro con elementos románticos. Gran parte del éxito del filme se debe a la ajustada y brillante interpretación de Robert Ryan, siendo el más bello de los films sobre el boxeo rodado hasta ese momento, un himno al amor conyugal y una de las cumbres del film negro. La maestría de Wise es contundente y el montaje no tiene fallos, 72 minutos excitantes, sin tiempos muertos y lleno de magníficas ideas, como la del ciego que sólo oye los golpes de la pelea y le pide a su vecino que le relate la misma.