Titulo original: Luz silenciosa
Año: 2007
País: México - Francia - Holanda - Alemania
Duración: 142 min.
Dirección: Carlos Reygadas
Guión: Carlos Reygadas
Intérpretes
Elizabeth Fehr, Jacobo Klassen, Maria Pankratz, Miriam Toews, Cornelio Wall y Peter Wall
Premios
Premio del Jurado del Festival de Cine de Cannes
Premio a la Mejor Fotografía, al Mejor Director y al Mejor Sonido y Gran Premio Coral del Festival de Cine de La Habana.
Colón de Oro a la Mejor Película y Colón de Plata al Mejor Director en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.
Sinopsis
Johan (Cornelio Wall Fehr) y su familia son menonitas de una comunidad del norte de México. Sus antepasados fueron holandeses, tienen su propio sistema educativo, un régimen especial de libertades civiles y aún hablan plautdietsch, un dialecto germánico cercano al holandés medieval y al flamenco. Viven sin energía eléctrica y sin teléfono, aunque aceptan las medicinas y los coches. Contra la ley de Dios y de los hombres, Johan, casado y padre de familia, se ha enamorado de otra mujer, algo que no aprueba su comunidad y que prohíbe la estricta disciplina religiosa que siguen. Pero Johan no se detiene y el adulterio se consuma. Su esposa morirá, pero, ante la petición de una de sus hijas, resucitará después.
Comentario
De Carlos Reygadas puede decirse que es, como poco, un radical y un extravagante; pero también un cineasta que sabe exactamente lo que cuenta y cómo lo quiere contar. El “qué” lo hace evidentemente huyendo de la rutina; y el “cómo” siguiendo la misma estela. Con afán de extraterrestre recala ahora en esa otra dimensión de las comunidades naïf que rechazan (como él mismo) el aquí y el ahora. Se sitúa, pues, lejos del espacio y del tiempo para detenerse -frenar en seco, más bien- ante una historia abiertamente extemporánea. Y abiertamente hermosa. No tiene en principio destinatario, ni le importa. Pero posee, desde luego, la fe y el amor de todo un cineasta. Un amanecer lento, pausado, en tiempo real, nos abre a esta ración de sensaciones si no olvidadas, al menos dormidas. Y una puesta de sol del mismo calado y hondura nos las cierra. En medio, el espectador va contagiándose –envenenándose- de ese aroma reverencial, en el que todo adquiere matices de ceremonia, desde el desayuno familiar, al baño de los niños o el ordeño de las vacas, sin olvidar los sonidos ambientales, envolventes, determinantes, del péndulo, los mugidos del establo, o el crujir de la nieve al pisarla; es un canto a la naturaleza y a la naturalidad, un soplo de hiperrealismo dotado de largos planos, miradas doloridas y silencios eternos que, sin embargo, nos sitúan de inmediato ante la atormentada vida de Johan. Interpretada por actores no profesionales que añaden al relato autenticidad, frescura y fuerza y rodada en el dialecto propio de la comunidad del Norte de México que Reygadas retrata, la propuesta del director mejicano tiene mucho de órdago, una vez más, de desafío no sólo estético, sino moral. Su clave, ya se sabe, es rechazar el cine como mero producto, enfrentarse a la vacuidad del negocio y mantenerse en las justas premisas de la creatividad. Además de un buen título, “Luz silenciosa” se convierte en una declaración casi mística de principios: otro cine es posible; y Reygadas lo intenta vapuleando conciencias, pero arrebatando con su extraña hermosura también.