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Sinopsis
Un pueblo calabrés encaramado en unas altas colinas desde las cuales se divisa a lo lejos el mar Jónico, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, donde las piedras tienen el poder de cambiar los acontecimientos y las cabras se detienen a contemplar el cielo. Aquí pasa sus últimos días un viejo pastor. Está enfermo, y cree que ha encontrado el medicamento adecuado en el polvo del pavimento de la iglesia y que toma cada noche disuelto en agua. En la superficie de tierra negra de una majada, una cabra pare un chivo blanco. Las molestias del nacimiento duran sólo unos instantes: sus ojos se abren enseguida, las patas le sujetan ya el peso del cuerpo. La pantalla se llena de esta nueva presencia. El chivo crece, se fortalece, empieza a jugar. El día antes de su primera salida, sin darse cuenta, se queda retrasado respecto al resto del rebaño y se pierde entre la vegetación hasta que, agotado, se deja caer a los pies de un majestuoso abeto blanco. El gran árbol oscila en la brisa de la montaña. El tiempo pasa, las estaciones cambian deprisa, y el gran abeto también. El rumor de su follaje colma el silencio. De improviso, se oye un sonido mecánico. El abeto yace en el suelo. Ha sido mutilado, reducido a su esqueleto: su madera blanca es transformada en carbón a través de la labor tradicional de los carboneros del lugar. La mirada se pierde en el humo de las cenizas.