LA MIRADA DEL OTRO (1997)

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    Titulo original: La mirada del otro
    Año: 1997
    País: España
    Duración: 104 min.
    Dirección: Vicente Aranda
    Guión: Vicente Aranda y Álvaro del Amo, basado en la novela homónima de Fernando Delgado
    Música: José Nieto

    Intérpretes

    Laura Morante, José Coronado, Miguel Ángel García, Juanjo Puigcorbé, Sancho Gracia, Blanca Apilánez, Alonso Caparrós, María Jesús Valdés, Ana Obregón, Miguel Bosé, Txema Sandoval, Pedro Miguel Martínez, Nuria Soler, Miguel Cazorla, Berta Casals, Gerardo Giacinti, Eiju Okada, Cristina Torrecilla, Fidel Almansa, Alicia Bogo, Marisa Cabezón, Paz Gómez, Susi Sánchez, Maite Pastor, Pep Guinyol, Rodolfo Sancho, Erbande Enu y Bárbara de Lema.

    Premios

    Seleccionada para la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Berlín.

    Sinopsis

    Cada vez más insatisfecha, Begoña (Laura Morante) acumula anotaciones en su diario con la falta de método de un investigador agotado. Begoña no quiere ser una superwoman de los noventa, como parece que intentan las mujeres que la rodean. Formar una familia, competir profesionalmente o acumular bienes materiales no están entre sus planes inmediatos. Lejos de la hipocresía que intenta imponerle su acomodado medio social, no tiene escrúpulos en confesarse morbosa, práctica y voraz. Los sentimientos no entran jamás en sus planes. Pero en su lucha por verle la cara al animal que lleva dentro, Begoña se precipita en una espiral de sexo, castigo y confesiones en la que involucra a un buen número de amantes.

    Comentario

    Un drama erótico en el que Vicente Aranda adaptó la novela homónima de Fernando Delgado con la que ganó el Premio Planeta, una historia compleja difícil de entender, a la que la realización de Vicente Aranda no ayuda en absoluto. Película onanista donde Aranda desnuda una vez más a su protagonista, aquí la exuberante Laura Morante, para narrar una historia en la que sólo acaban destacando los diferentes encuentros sexuales y desnudos varios, de sus protagonistas. La escena pseudopornográfica de Ana Obregón es antológica por su impagable ridículo.