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Sinopsis
En un país imaginario en el que se sitúan los fantásticos cuentos de hadas, habita un rico mercader con sus cuatro hijos, tres muchachas y un varón. Éste último, llamado Ludovico (Michael Auclair), es un simpático haragán al que su amigo Avennant (Jean Marais) acompaña siempre en sus correrías. Las dos hijas mayores, Felicia (Nane Germon) y Adelaida (Mila Parely), ejemplos vivos de la vanidad, tienen casi reducida a la esclavitud a la pequeña Bella (Josette Day), verdadera cenicienta de la familia. Este comerciante queda completamente arruinado tras una tempestad que hace que se pierdan sus barcos cargados de mercancías, y en esta casa, cargada de disputas y acres reproches, Bella sirve la mesa y tiene a su cargo todas las faenas del hogar, Avenant la ama y la solicita en matrimonio, pero Bella rehúsa; desea permanecer soltera y vivir siempre al lado de su padre, un hombre bondadoso pero débil de carácter. Este hombre recibe una grata noticia, uno de sus barcos ha logrado legar a puerto. Al conjuro de la novedad, vuelven las amistades que habían huido de su miseria, mientras que las hijas mayores de exigen vestidos y joyas. Ludovico se compromete con un usurero, mientras que la humilde Bella, cuando su padre se pone en camino hacia el puerto y a su llegada se entera que sus acreedores han obrado con mayor rapidez que él. Cabizbajo, el mercader inicia el camino de regreso, pero es sorprendido por una gran tormenta que le obliga a refugiarse en un enorme castillo. El mercader recorre el castillo sin encontrar rastro de habitante alguno, a pesar de estar limpio y decorado. Abandonando toda precaución se dirige hacia la despensa y empieza a beber y comer hasta saciarse, pues estaba agotado de tan largo viaje. Después encuentra una elegante cama en la que se retira a dormir. A la mañana siguiente se despierta y ve a su lado un rico traje nuevo junto a un desayuno. Entonces aparece el dueño del castillo, que resulta ser un personaje monstruoso llamado Bestia (Jean Marais). Le reprocha que a cambio de su amable hospitalidad él se ha atrevido a robarle una rosa que ha cortado para Bella; y se dispone a darle muerte. El mercader suplica por poder ver a sus hijas una última vez, a lo que la Bestia responde que puede marcharse para verlas una vez más, pero a cambio tendrá que traer a una de ellas para que ocupe su lugar. El mercader vuelve a su hogar y le explica lo acontecido a sus hijas, tras lo cual Bella se ofrece para ocupar el lugar de su padre, para regocijo de sus hermanas y desesperación de su anciano progenitor. Bella le recuerda a su padre que las promesas eran para cumplirse. Bella se dirige al el castillo en compañía de su padre, esperando una muerte segura. Sin embargo, una vez allí, la Bestia le concede la libertad a su padre exhortándole a no volver jamás. Y lleva a Bella a unos ricos aposentos, para que viva toda su vida en el castillo, sin salir de allí. A cambio le regala un espejo mágico para que le permitía ver a su familia. Al cabo de un tiempo la Bestia pide a Bella que se case con él, pero ella le responde que solamente le concede su amistad. Un día Bella ve en su espejo mágico que su anciano padre está agonizando, y ruega a la Bestia que le permita verlo una última vez, a lo que acaba accediendo con la condición de que Bella vuelve en una semana. Ella lo promete agradecida y parte hacia su hogar. Pero en el pueblo Avenant pretende matar a la Bestia y robar sus riquezas mientras las hermanas, cómplices suyas, retrasan la vuelta de Bella al castillo. Cuando Avenant entra en el pabellón mágico que es la fuente del poder de la Bestia, es alcanzado por una flecha de fuego arrojada por la estatua de la diosa romana Diana, que le transforma en bestia e invierte la maldición de la criatura original.