Titulo original: Battle for Haditha
Año: 2007
País: Gran Bretaña
Duración: 93 min.
Dirección: Nick Broomfield
Guión: Nick Broomfield, Anna Telford y Marc Hoeferlin
Música:
Nick Laird-Clowes
Intérpretes
Elliot Ruiz, Yasmine Hanani, Andrew McLaren, Matthew Knoll, Thomas Hennessy, Vernon Gaines, Danny Martinez, Joe Chacon, Eric Mehalacopoulos, Jase Willette, Antonio Tostado, Tony Spencer, Nick Shakoour, Alysha Westlake, Oliver Bytrus, Nathan DelaCruz, Nathan De La Cruz, Ali Adill Al-kaanan Desher, Falah Abraheem Flayeh y Duraid A. Ghaieb.
Premios
Premio al Mejor Director en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián
Sinopsis
19 de noviembre de 2005, Haditha, Irak. Los insurgentes iraquíes entran una bomba en la ciudad de Haditha, sorteando los controles de carretera y la colocan enterrándola en una calle, haciéndola explotar al paso de un convoy de los marines americanos, matando al oficial más apreciado por la tropa. Enfurecidos por esta pérdida, los jóvenes marines llevan a cabo una brutal venganza. El violento registro de las casas acaba en la masacre de 24 personas, muchas de las cuales eran mujeres y niños, trágicas bajas de una guerra que no pueden controlar. Los marines también son víctimas, atacados, heridos y obligados a dar una respuesta acorde a su instrucción. ¿Se puede acusar de asesinato a los marines en la línea de fuego?
Comentario
El Cabo Ramírez va para héroe y sin embargo llora; entre cumplidor de órdenes y mala bestia, es sólo una parte de la historia. Otra parte sería el probo padre de familia iraquí, que recibe los aplausos del muyahidín de turno mientras pone bombas a razón de 1.000 dólares la pieza; pero llora también él; en esta “melée” humana hay además una pareja de enamorados casi ajenos al pandemonium que les cerca; una familia (muchas familias árabes) rodeadas... y -por completar la foto- algún que otro marine USA con ganas de caña. Todos, por supuesto, envueltos en metralla, y destrucción; envueltos, pero no involucrados, en una orgía de sangre que les cayó del cielo como venenoso maná. Exactamente: una orgía que les llovió desde arriba. “La batalla de Hadiza” se define claramente como un canto por todos los que son atrapados en el infierno de la guerra. Un canto brutal, pero impecable; un alarido que –como el “Guernica” de Picasso- pinta sin tapujos el desastre, proclama la guerra –todas las guerras- como un rotundo fracaso y dibuja a las víctimas en la devastación moral, psíquica y emocional que soportan; no es Irak, o al menos no es sólo aquello; es –viene a decir el director- cualquier guerra que desangra a quienes la viven en primera persona, a quienes no pueden escapar de ese escenario (todos víctimas, por cierto). Y es también la condena del realizador directa, terminante, contra quienes deciden desde los despachos y también desde las mezquitas (todos culpables, desde luego). No cae Nick Broomfield en el maniqueísmo estéril de “buenos y malos”, ni en la razón última, ni siquiera en lo que tiene de indiscriminado y aleatorio cualquier batalla; no se trata de eso, aunque sí lo muestra. Tampoco le interesa que esos noventa minutos se conviertan en otro discurso más...lo suyo es algo tan subversivo como hacer que cada uno de sus personajes se pregunte por su propia presencia en el conflicto, qué hace ahí y por qué está...y Broomfield consigue algo más que una buena película; en esta era de abotargamiento informativo e indigestión visual, empuña la cámara con emoción, pero con rigor; y en apenas hora y media (prueba de su capacidad de síntesis y su inteligencia) presenta, despliega, y cierra, además con un magnífico final . En ese espacio de tiempo y con una brillante puesta en escena demuestra que ha emprendido la verdadera defensa de los desvalidos, de los que no mandan, de los que cumplen órdenes, de esos que de pronto y sin previo aviso se enfrentan al horror, a la mentira, a la perversión del vacío, a algo que les ha robado creencias, ilusiones, y el sentido de la vida. Como si les colocaran a la fuerza frente a un espejo maldito que les roba la identidad de personas y les devuelve a cambio la imagen de unas bestias. Francamente escalofriante y francamente ejemplar.