HONEYMOONS

    68
    Titulo original: Medeni mesec / Honeymoons
    Año: 2009
    País: Serbia - Albania
    Duración: 95 min.
    Dirección: Goran Paskaljevic
    Guión: Goran Paskaljevic y Genc Permeti
    Música: Rade Krstic

    Intérpretes

    Nebojsa Milovanovic, Jelena Trkulja, Jozef Shiroka, Mirela Naska, Lazar Ristovski, Petar Bozovic, Bujar Lako, Yllka Mujo, Danica Ristovski, Mira Banjac, Vlasta Velisavljevic, Ljuma Penov, Ivan Bekjarev, Zinaida Dedakin, Ratko Miletic, Bora Nenic, Aleksandar Radojicic, Ana Stefanovic, Milan Tomic y Dragoljub Vojnov.

    Premios

    Espiga de Oro a la Mejor Película en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci)

    Sinopsis

    Con la esperanza de una vida mejor, dos jóvenes parejas abandonan sus respectivos países. Melinda (Mirela Naska) y Nik (Josef Shiroka) abandonan Albania para dirigirse en barco a Italia, donde esperan vivir su amor prohibido. Vera (Jelena Trkulja) y Marko (Nebojsa Milovanovic) dejan Serbia por tren en dirección a Austria, atravesando Hungría. Marko, un violoncelista de gran talento, tiene la oportunidad de entrar en la Orquesta Filarmónica de Viena. Pero los problemas empiezan al llegar a la frontera aunque tienen los papeles en orden. A pesar de que no tienen nada que ver con un grave incidente que se produjo la noche anterior en Kosovo, les arrestan debido a una serie de desafortunadas coincidencias. Su esperanza de hacer realidad sus sueños en Europa, sinónimo de Tierra Prometida, se desvanecen. Por desgracia, hace ya tiempo que la juventud de los Balcanes está pagando los errores de las generaciones anteriores…

    Comentario

    La guerra de los Balcanes ha marcado con diferentes resultados la filmografía de Goran Paskaljevic (“Sueño de una noche de invierno” (la mejor), “El polvorín”, “Los optimistas) y si tremendos eran los destrozos que este realizador nos mostró, durísimo es comprobar ahora hasta dónde llega la destrucción. Hace tiempo que la guerra terminó, hace tiempo que –para ser exactos- se acabaron las muertes y los tiros. Pero el odio y los prejuicios soterrados (o incluso bien explícitos) siguen intactos, son un río envenenado que sigue fluyendo, dentro y fuera de las fronteras; todos, los que hicieron la guerra y los que no, están marcados, llevan el estigma del enfrentamiento. Los viejos poco tienen donde elegir pero los jóvenes, más que salir de ese amasijo de rencor que les hace la conviven cia irrespirable, huyen despavoridos. Y hay algo que borda Paskaljevic, algo que interesa y espanta a la vez, y es mos trar hasta qué punto el cielo y el infierno están clamorosa mente próximos: cuantas veces se atisba una salida es muy fuerte (y muy frustrante) la percepción de gratuidad,de que la balanza podría perfectamente haberse vencido del otro lado: el hermano enfadado que, a punto de aceptar el trago de la reconciliación, estrella abruptamente la botella contra el suelo; el albanés angustiado en la aduana, cuando era su novia la mayor preocupación; o el músico absurdamente retenido mientras su mujer a sólo un palmo, justo al otro lado de la ventana, espera abrazada al violonchelo. Resulta estremecedor comprobar la mínima distancia que hay entre la paz y el conflicto y que tanto dependa demasiado de tan poco: de la voluntad cada uno. Da pánico.