Intérpretes
Sinopsis
La vida de Herbert H. Herbert (Jerry Lewis) es una continua crisis desde que descubre, inmediatamente después de recibir su título de graduación en la universidad de Milltown, que su novia de la infancia y ya casi su prometida, le ha dejado por otro muchacho. Ante semejante acción se siente tan desilusionado y tan herido en su amor propio que decide abandonar la ciudad, buscarse un empleo y huir de las mujeres, mostrando su hostilidad a cuantas encuentra en su camino, prometiéndose ser un sempiterno solterón. Tras algunas incidencias con antagonistas femeninas, Herbie consigue encontrar un empleo como botones y chico para todo en un hotel –residencia de Hollywood, cuya propietaria es una maternal señora, antigua cantante, llamada Helen Welenmelon (Helen Traubel). Cuando más tarde Herbie se entera que todas las inquilinas del hotel son señoritas, treinta en total, intenta huir de allí, pero Helen, y sobre todo Kathy (Kathleen Freeman), la cocinera, le persuaden de que se quede y hasta consiguen que, venciendo su timidez y su odio al sexo opuesto, hable, conviva y sirva a las inquilinas. La mayoría de ellas piensa que Herbie es bueno y listo, pero que no anda bien de la cabeza, con excepción de Fay (Pat Stanley), una futura actriz que demuestra un real y sincero interés por él. Con motivo del cumpleaños de la señora Welenmelon, un equipo de televisión hace una emisión especial haciendo hincapié en que la dueña ha creado en su casa una auténtica residencia para muchachas que aspiran a ser actrices, bailarinas o cantantes. Durante la grabación del programa Herbert interpreta con algunas chicas números artísticos verdaderamente sensacionales. La vida se ha ido normalizando en la residencia, pero muchas de las muchachas tratan a Herbert como si no les importase nada, enviándole de sitio en sitio, casi sin considerarle, salvo Fay, como un ser humano. Herbie decide entonces dejar el trabajo y marcharse a otro sitio. Pero Fay y las otras chicas, que se han dado cuenta de sus intenciones, se lo impiden, haciéndole creer que, en efecto, le necesitan de verdad, no como chico de los recados sino como persona. Herbert decide quedarse, ya que se ha enamorado de Fay, y ante el júbilo y el cariño que le expresan todas las chicas allí alojadas, reanuda sus actividades en el hotel residencia de la señora Welenmelon.