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Sinopsis
En un bosque maravilloso, en tiempos de los druidas, el pastor Celadón (Andy Gillet) y la pastora Astrea (Stéphanie de Crayencour) se aman con un amor puro. Engañada por un pretendiente, Astrea rechaza a Celadón, que, desesperado, se arroja a un río. Ella cree que está muerto, pero ha sido salvado en secreto por unas ninfas. El caudaloso río lleva a Celadón hasta las llanuras donde las ninfas que gobiernan aquellos lares lo encuentran y le cuidan. Una de ellas, Galatea (Véronique Reymond), le obliga a quedarse porque ella se quiere casar con él, pero otra ninfa, Leonida (Cécile Cassel), que también está enamorada de él aunque respeta su amor por Astrea, le ayuda a huir sigilosamente. Pero ahora Celadón tampoco quiere volver a su pueblo, ya que Astrea le había prohibido que se presentara ante ella a menos que ella lo ordenara. Él se esconde en el bosque, subsistiendo a base de bayas y raíces, a poca distancia del castillo de las ninfas. Leonida le ruega a su tío, Adamas (Serge Renko) el druida, que haga que Celadón sea razonable pero de nada sirve. Lo único que consigue Adamas es convencer al pastor para que abandone su perniciosa holgazanería y se ponga a trabajar entrelazando ramas alrededor de un roble para construir un santuario en honor a Astrea, la diosa de la sabiduría, origen del nombre de la amada de Celadón. Al poco de terminar el santuario, los pastores y las pastoras del pueblo de Celadón salen en un alegre grupo para celebrar en el castillo de Adamas la Festividad del Muérdago Curalotodo. Encuentran el santuario en el bosque y se quedan impresionados cuando ven el retrato de Astrea sobre el altar. Filis (Mathilde Mosnier), la mejor amiga de Astrea, lo toma como prueba de que Celadón sigue vivo, pero Astrea, que mientras tanto ha descubierto que Celadón siempre le ha sido fiel, está convencida de que ha muerto y que el retrato se copió de un medallón con su imagen que él solía llevar. Los viajeros siguen su camino pero se pierden en el bosque y tienen que acomodarse para dormir entre los árboles. A la mañana siguiente, de camino al santuario, Celadón encuentra a los viajeros dormidos. Un impulso irresistible le lleva a agacharse junto a Astrea, pero justo cuando va a besarla la pastora se despierta. Él sale corriendo. Astrea le ve de espaldas por un instante a contraluz. A Filis le parece otra prueba de que Celadón está vivo, pero Astrea se empeña en creer que ha sido su alma que andaba buscando sepultura. Cuando Celadón informa a Adamas de que ha visto a Astrea, el viejo druida sugiere que se haga pasar por su hija, Alexia. Así, Celadón podrá acercarse a Astrea libremente sin desobedecer la orden de ella, ya que no prohibió que él la viera sino que ella le viera a él. Astrea se hace amiga de esta “muchacha druida” que tanto se parece a su amado Celadón. Como han venido tantas personas para la festividad, “Alexia”, Leonida, Filis y Astrea tienen que compartir la misma habitación, lo que da lugar a una secuencia final en parte cómica, en parte erótica, que culmina al caer Astrea en brazos de Celadón, ordenando que él se muestre ante ella “con sus verdaderos rasgos”.