EL COCHECITO (1960)

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    Titulo original: El cochecito
    Año: 1960
    Fecha de estreno en España: 03-11-1960
    País: España
    Duración: 85 min.
    Dirección: Marco Ferreri
    Guión: Marco Ferreri y Rafael Azcona, basado en el cuento "Pobre paralítico", de Rafael Azcona.
    Música:

    Miguel Asins Arbó.


    Intérpretes

    José Isbert, Pedro Porcel, José Luis López Vázquez, María Luisa Ponte, José Alvarez Lepe, Antonio Gavilán, Ángel Alvarez, María Jesús Lampreave, Antonio Riquelme, Tiburcio Cámara Heredia, María Isbert, Antonio Giménez, María del Carmen Santonja, Jesús de Castro, Andrea Moro, Fernando Ceberreros, Manuel de Agustina, Carlos Saura y Miguel Muñoz.

    Sinopsis

    Don Anselmo (José Isbert), un viejecito retirado, vive los últimos años de su vida en la paz de su familia. Pero esta tranquilidad se ve turbada cuando don Lucas, viejo amigo de don Anselmo, un paralítico, adquiere un coche de inválido motorizado. Don Anselmo sigue mirando con envidia a los inválidos que pasean en sus cochecitos, como si tuvieran una combinación de automóviles y piernas. Su soledad le azuza a seguir insistiendo en su intento de lograr el cochecito. Mientras tanto, el ortopédico, que ya tiene listo el cochecito encargado, insiste y sugiere a don Anselmo poner a su familia frente al hecho; el viejo, aprovechando que no hay nadie en su casa, saca las joyas de la familia y las empeña. La tormenta se desata. Su hijo se enfurece y amenaza con mandarlo al asilo. Don Anselmo está destrozado. Tiene miedo, horror. A la soledad, a perder el cochecito, a dejar de vivir. Desesperado, echa en el puchero el contenido íntegro de una botella de veneno y coge todo el dinero que encuentra en la casa. Ya en posesión del cochecito, avanza por las calles de Madrid, mostrando orgulloso el vehículo a sus amigos. Por fin, vuelve a su casa. Al llegar a la esquina, ve, con los ojos nublados con las lágrimas, cómo todos los miembros de su familia son llevados por la ambulancia, mientras un enfermero dice: Ya no hay nada que hacer. Don Anselmo huye, el cochecito lo lleva lejos, pero no podría huir de sí mismo, de lo que ha hecho. En la carretera solitaria, la pareja de guardias civiles detiene el cochecito de don Anselmo. Y al dar vuelta, de regreso a Madrid acompañado si podrá llevarse el cochecito a la cárcel.

    Comentario

    Uno de los grandes clásicos del cine español, que en su día se exportó mundialmente. Es la segunda película como guionista de Rafael Azcona. Su humor ácido está aquí puesto de manifiesto de manera esencial y total. Su forma mordaz y volteriana de repasar la sociedad que lo rodea (se diría que con el escalpelo de un cirujano entomólogo) enlaza con lo mejor de nuestra literatura: la inmisericorde picaresca, el feroz y agudo Quevedo, el esperpento cruel de Valle-Inclán. No sólo en el diseño de los personajes y las situaciones, sino las interacciones de aquellos entre sí y con respecto a la peripecia planteada, Azcona logra siempre crear una atmósfera que partiendo de la soledad alcanza la dimensión coral, naciendo de la naturalidad se ve abocada a lo kafkiano, y arrancando de lo más sórdido logra las más altas cotas de la piedad y la ternura; que será determinante de buena parte de nuestro mejor cine. Es tal su poder, ímpetu e influencia, que resulta evidente en cada director con quien ha trabajado. Cualquiera de ellos, sin el sazonamiento de vitriolo y ambrosía que pone Azcona en el guión, es notablemente diferente. La impía crueldad de su humor representa la mejor carga de profundidad en los cimientos sacrosantos de una España cicatera, mendaz, triste, necia y miserable, en la que sólo brillan como diamantes, humildes personajes incapaces de rebelarse (sino es a través de la locura) de tan desesperante melaza nuestra de cada día; eso es lo que añade Rafael Azcona a la soberbia y sencilla factura cinematográfica de El cochecito. Virtud fundamental de este filme es el reparto: Ferreri supo escoger actores de segunda y casi cómicos de la legua, humildes característicos de teatro itinerante por provincias, enormes de gesto, verdad y vida, para dejarles sueltos a su aire, mirándolos con una lente se diría que fenomenológica, sin puntuación, añadido, subrayado o sublimación a sus representaciones inigualables.