Titulo original: Soshite chichi ni naru
Año: 2013
Fecha de estreno en España: 29-11-2013
País: Japón
Duración: 120 min.
Dirección: Hirokazu Kore-Eda
Guión: Hirokazu Kore-Eda
Intérpretes
Masaharu Fukuyama, Yôko Maki, Jun Kunimura, Machiko Ono, Lily Franky, Rirî Furankî, Shôgen Hwang, Kirin Kiki, Jun Kunimura, Megumi Morisaki, Isao Natsuyagi, Keita Ninomiy, Hiroshi Ohkôchi.
Premios
Festival Internacional de Cine de Cannes: Premio del Jurado.
Festival Internacional de Cine de San Sebastián: Seleccionada para la Sección Perlas.
Sinopsis
Todo lo que Ryota Nonomiya (Masaharu Fukuyama) tiene se lo ha ganado trabajando duro y está convencido de que nada puede estropear su perfecta vida. Pero un día, su mujer Midori (Machiko Ono) y él reciben una llamada inesperada del hospital. Keita (Keita Nonomiya), su hijo de seis años, no es “su” hijo, el hospital cometió un terrible error y les entregó el niño equivocado. Ryota se ve obligado a tomar la decisión más importante de su vida: deberá escoger entre lo innato y lo adquirido. Dándose cuenta de la profunda entrega de su esposa Midori a Keita, aun sabiendo que no es el hijo al que dio a luz, y después de conocer a la familia que ha criado con amor a su verdadero hijo durante seis años, Ryota empieza a preguntarse si realmente ha sido un “padre”… Esta conmovedora historia de un hombre que acaba por verse reflejado en el primer muro real que se levanta en su camino.
Comentario
A Hirokazu Kore-Eda podemos calificarle de todo, menos de superficial o liviano; cuando amarra un tema, no se queda en la espuma, lo amarra hasta la extenuación. De modo que esta vez repite su ejercicio con elasticidad y precisión: y no es sólo la mera anécdota, el cambio de niños (sin rebajar la trascendencia de semejante dislate lo más mínimo) sino que el meollo de la trama está en el cambio de mentalidades, de una forma de trabajar, de respirar y de vivir con mayúsculas; o con minúsculas, a gusto del consumidor. Así de sencillo…y así de complicado. Por eso su historia, -la de esos padres cruzados y esos hijos desconcertantes y desoncertados-, da vueltas y más vueltas sobre su propio eje. Y ahí podría radicar precisamente su mérito y su (sólo) aparente fallo, en esa sensación algo cansina de que la película termina ya, pero no. En ese caso, no sería el Kore-eda más genuino. Porque conviene recordar que, además de su demostrado apego a la reflexión psicológica, su interés por cuestiones familiares de fondo y su querencia por las escenas en sosiego, este intenso animal cinematográfico que nos ha regalado títulos como “Nadie sabe”, “Distance” o “Milagro” -y que tanto mira y admira a los maestros japoneses de mediados del siglo XX como al relato actual y más moderno- se forjó como documentalista y de allí surgió un innegable afán por la descripción minuciosa de lo cotidiano. Sin abandonar ni un momento el gusto por la estética y el relato sencillamente bello. De ahí que “De tal padre, tal hijo” resulte de nuevo la síntesis de todo eso, la técnica y la inspiración.