Intérpretes
Premios
Premio David di Donatello de la Academia de Cine Italiano a la Mejor Película Extranjera.
Globo de Oro a la Mejor Película Dramática, al Mejor Director, al Mejor Actor Secundario (Stephen Boyd) y a Andrew Marton por la dirección de la carrera de cuádrigas. Nominada al Globo de Oro al Mejor Actor Dramático (Charlton Heston)
Sinopsis
Palestina, año 30. Judah Ben-Hur (Charlton Heston) es un noble y comerciante judío, un hombre respetado y creyente en la fe de su pueblo y su Dios, que está a punto de recibir en Jerusalén a Messala (Stephen Boyd), un viejo amigo de la infancia, convertido ahora en tribuno romano, que llega a la ciudad acompañando al nuevo gobernador de Roma y al frente de dos legiones que envía Roma para sofocar una posible revuelta. Aunque inicialmente el reencuentro de los dos amigos se desarrolla como un grato acontecimiento solo brevemente turbado por las diferencias de criterio de ambos ante la situación que vive el pueblo judío bajo la dominación del Imperio Romano, un desgraciado accidente, cuando su hermana se apoya en el borde de la azotea y una piedra se desprende al paso de la comitiva provocando que el gobernador se golpee al caer junto con su caballo, se salda con una acusación contra Judah, su madre y su hermana, que son condenados sin haber cometido crimen alguno, siendo víctimas de la ira de Messala, que les acusa en falso condenándoles a una cruel esclavitud. Judah es enviado al puerto de Tiro, sin juicio, como remero de galeras, jurando vengarse de Messala aunque ello le lleve toda la vida. En su viaje al puerto, Judá conocerá a Jesucristo (Claude Heater), quien le dará agua. Ya en la galera, Judah conocerá a Quintus Arrius (Jack Hawkins), primer Cónsul de Roma, al que salvará la vida en una batalla en la que la galera se hunde. Como gratitud hacia Judah, Quintus Arrius le adoptará como hijo suyo, con lo que obtiene riquezas y títulos. Sin embargo, a pesar de las riquezas, del poder y de la gloria de Roma, Judah sabe que tiene un juramento que cumplir y que no puede esperar más tiempo. Es la hora de la venganza… En su camino a Jerusalén conocerá a Balthasar (Finlay Currie), y al Jeque Ilderim (Hugh Griffith), un comerciante árabe. De Balthasar aprenderá que hay alguien en quien creer, un Mesías, hijo de Dios, que liberará a los hombres de su ira y su odio. Por el contrario, del Jeque descubrirá que Messala participa en las carreras de cuadrigas y, en la arena del circo, la muerte no es un delito… Alimentado por su odio, Judah reta a Messala en las carreras y, por otro lado, buscrá a su madre y hermana. Al regresar a Jerusalén, descubre que todo lo que había conocido había quedado reducido a ruinas, que su familia había desaparecido y que la única explicación que tiene es de la hija de un esclavo suyo, llamada Esther (Haya Harareet), a quien Judah amaba profundamente: Tras condenarle a las galeras, Messala no sólo había confiscado todos los bienes de Judah y su familia, sino que se ensañó con su madre y hermana encerrándolas en los calabozos. Con su regreso y su reto, Messala, tenso, manda buscar a la familia de Judah. Para su sorpresa, tantos años en una celda inmunda en los recónditos calabozos habían hecho que enfermaran de lepra.. Judah, lleno de cólera y odio en su interior, se debate interiormente entre su venganza hacía su verdugo y su antigua amistad de la infancia. Pero Judah sabe que Messala no va a cambiar y que su única opción de resarcirse es poder ver su cuerpo mutilado y maltrecho en la arena del circo. Para ello, correrá en las carreras de cuadrigas. Ahí vencerá a Messala, quien terminará cayéndose de su carro, y siendo atropellado y pisoteado por otro. Con el cuerpo ensangrentado, estará condenado definitivamente a muerte. Messala, en un último aliento le comunica que su madre y su hermana están vivas, pero que están en el valle de los leprosos. Por lo tanto, como Judah sabe, están condenadas a una muerte lenta y horrible. Desolado, Judah Ben-Hur recorre las calles de Jerusalén con su madre, su hermana, y Esther. Él accede al requerimiento insistente de ésta para que sean sanadas por el Rabí de Galilea, al que ha escuchado predicar y obrar maravillas, mientras una procesión de gente acompaña a gritos la marcha de los nuevos crucificados, entre ellos Jesucristo, un hombre que una vez le dio de beber. Judah, como agradecimiento, le devuelve su ayuda con agua y un poco de aliento en su pesada carga. Este encuentro, y el presenciar después la crucifixión del hombre que un día le salvó de morir, harán que Judah encuentre la paz y mitigue su ira a través del perdón. Regresa aún bajo la catarsis de lo que ha presenciado cuando ve que su hermana y su madre han sanado milagrosamente. ¡Ha ocurrido el milagro! Y fundidos en un gran abrazo, se desborda la alegría.