Intérpretes
Premios
León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia.
Nominada al Premio BAFTA de la Academia de Cine Británico a la Mejor Actriz (Catherine Deneuve).
Sinopsis
Otoño. Una calesa tirada por dos caballos lleva a un joven matrimonio francés a través de la arboleda. Pierre (Jean Sorel) intenta besar a su esposa después de manifestarle verbalmente su amor, pero Séverine (Catherine Deneuve) se niega a que la toquen. Pierre decide entonces parar la calesa, atar a Séverine a un árbol y azotarla, para luego dejar su cuerpo semidesnudo a merced de los libidinosos cocheros. Pero todo esto no es más que una ensoñación desatada por el trauma sexual infantil de una Séverine casada, rica y sin embargo (el dinero no puede comprarlo todo) frígida. Su marido desea un hijo y ella no puede dárselo: el tacto le repugna; ni hablar de penetración. Husson (Michel Piccoli), concupiscente amigo de la pareja, no hace más que tentar a Séverine con sus insinuaciones, e incluso le ofrece la dirección de una “casa de citas” que solía frecuentar. Así, la joven se convierte en la “Belle de jour” del título (sólo ofrece sus servicios a la luz del día, de 2 a 5) y la película cambia de escenario para ofrecernos a un variopinto grupo de personajes que se pasean por el burdel: desde un afamado ginecólogo con tendencias sadomasoquistas hasta un enorme japonés que trae la sempiterna cajita lacada buñuelesca, de enigmático contenido. Hyppolite (Francisco Rabal) y Marcel (Pierre Clémenti) son dos maleantes que también hacen acto de presencia en el 11 de la calle Cité Jean de Saumur, enamorándose perdidamente de Séverine el segundo hasta que, arrastrado por los celos, dispara a Pierre y muere en su huida de la gendarmería. Entremedias, una escena que se nos antoja fantástica pero presentada como verídica, en la que Séverine participa del ritual fúnebre de un aristócrata obsesionado con la muerte. En el desenlace Husson le cuenta todo (en off visual y sonoro) a un Pierre postrado en silla de ruedas, completamente paralizado. Terminada la conversación, Séverine entra en la sala y su marido se levanta como si tal cosa, intercambiando frases tiernas que recuerdan al inicio del filme. Al otro lado de la ventana se escuchan los cascabeles de un landó, pero esta vez la pareja ya no ocupa el asiento trasero.