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Sinopsis
En un pueblo fronterizo del País Vasco, tres familias se ven envueltas en una apuesta, arrastrados por la fuerza del envite, tres jóvenes amantes, incapaces de luchar contra la inercia de la sociedad que les rodea, entrecruzan sus destinos y ven pasar el tiempo alrededor de sus vidas. Un duelo sin fin del que no pueden escapar. En lo más profundo de este pueblo reside un sentimiento que emerge constantemente: el apego innato al desafío, al reto, a las apuestas. El deporte rural, claro exponente de la idiosincrasia vasca, está unido plenamente al trabajo y con ello a la vida diaria. Y de esa dignificación mediante las tareas cotidianas, surge la competitividad más exacerbada. Nombres de ciertas familias pasan a la posteridad por el trabajo que realizaba su burro, caballo o buey en las plazas. Peru, siendo un niño, y atorado por las circunstancias que confluyen un domingo cualquiera, escapa hacia el monte deteniéndose en el camino cortado por un riachuelo que lo cruza. María cruza, impetuosa, este arroyo; pero Peru no le sigue, no quiere mojarse, y se esconde en un viejo molino de agua sin cruzar la orilla. Las manecillas del reloj del pueblo advierten con su marcha inversa que el tiempo viaja hacia el pasado, y el drama se completa al observar cómo este salto hacia el pasado es proporcional a la edad que avanza en la carne de los personajes. Cuando volvemos a encontrarnos con Peru (Iban Gárate) descubrimos que tiene ya unos veinte años, y el pueblo, en cambio, ha viajado varios años hacia el pasado. Este hecho fantástico marcará el resto de la historia. Los personajes, encabezados por Peru, van sucumbiendo también a la atracción de la piedra, de la apuesta, y cuando niegan un futuro libre, elegido, se refugian e intentan arrastrar la piedra unos pocos metros más.