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Sinopsis
La historia de una mujer que busca la libertad en una Puebla machista de 1930. Catalina Guzmán (Ana Claudia Talancón) es una joven adolescente de una humilde familia que encuentra en Andrés Ascencio (Daniel Giménez Cacho), un oficial del ejército mucho mayor que ella, un hombre simpático y poderoso, una vía para salir de su pequeño mundo, de acceder a cosas más a la medida de su curiosidad y sus ganas de vivir. Pero muy pronto descubre que al haber ligado su vida a la de Andrés, también está perdiendo su libertad. Desde el inicio de su relación el carácter hosco e impositivo del ya general Ascencio choca con la rebeldía y frescura de Catalina. Con una total falta de escrúpulos, el general Ascencio logra escalar peldaños dentro de la política mexicana y, de ser gobernador de Puebla, salta a la oficina del presidente de la República. Catalina tiene que vencer antes que nada su propia fascinación por el personaje que es Andrés, por todo lo que le trae a su vida. Pero Catalina ha dejado de estar feliz con Andrés. Está creciendo, descubriendo el mundo y de pronto se da cuenta de que no es libre, de que quiere serlo. Pero liberarse de ese hombre tan poderoso en el México de 1930 es poco menos que imposible. Cuando Catalina trata de huir, Andrés le impide llevarse a sus hijos, la hace seguir. Catalina se da cuenta de su impotencia ante Andrés. A lo largo de los años Catalina va conformándose como el contrapeso de su esposo, si bien no con el poder, al menos bajo la forma de conciencia reprochadora que se sensibiliza ante las causas de los oprimidos. Catalina empieza a vivir como mujer cuando entra al Palacio de Bellas Artes y conoce al director de la orquesta, Carlos Vives (José María de Tavira). Vives es la contraparte de Andrés. Vives es moral, casi idealista, joven, guapo, aunque también ambicioso. Y Vives trata a Catalina como un igual. Catalina ve con él lo que pudo haber sido su vida, lo que aún podría ser. Pero Vives también quiere el poder, aunque lo quiera por causas legítimas. Andrés descubre en Vives a un rival (tanto en lo político como con su mujer), y lo manda matar sin aspavientos, como se deshace de todo aquel que le estorba. Y no es hasta que Catalina sufre en carne propia las consecuencias de ese poder arrollador, que decide que no puede seguir siendo cómplice y víctima de ese poder. Esto provocará la ruptura definitiva de Catalina y Andrés, que desembocará en el asesinato de éste a manos de su esposa.