Titulo original: 15 años y un día
Año: 2012
País: España
Duración: 96 min.
Dirección: Gracia Querejeta
Guión: Antonio Santos Mercero y Gracia Querejeta.
Música:
Pablo Salinas.
Tema musical: "Rap 15 años y un día".
Intérpretes
Arón Piper, Tito Valverde, Maribel Verdú, Boris Cucalón, Belén López, Pau Poch, Sfía Mohamed, Bernat Grau, y Susi Sánchez.
Premios
Biznaga de Oro a la Mejor Película y Biznagas de Plata al Mejor Guión, a la Mejor Banda Sonora Original y Premio de la Crítica en el Festival de Málaga de Cine Español.
Nominada al Goya a la Mejor Película, a la Mejor dirección, a la Mejor Canción Original ("Rap 15 años y un día"), a la Mejor Interpretación masculina Protagonista (Tito Valverde), a la Mejor Interpretación Femenina de Reparto (Mariber Verdú) y a la Mejor Actriz Revelación (Belén López)
Sinopsis
Jon (Arón Piper) es un joven rebelde huérfano de padre, lleno de vitalidad, al que le gusta vivir al límite y desafiar las normas. Por ayudar a la gente que quiere es capaz de cualquier cosa, ya sea matar al perro del vecino o arriesgar la propia vida. Vive con su madre Margo (Maribel Verdú) en el País Vasco y cuando es expulsado del colegio durante tres meses, su madre, una actriz en paro que se presenta a castings una y otra vez, mujer inestable y abrumada por la educación de su hijo, que arrastra el trauma del suicidio de su marido, episodio que no termina de superar, decide enviarlo lejos para que su abuelo Max (Tito Valverde), el padre de ella, un ex miliar que combatió en Bosnia y que vive ahora retirado en la Costa de la Luz, lo ponga firme. Pronto chocarán los dos caracteres, ya que mientras Max es una persona de costumbres rígidas, a su nieto le gusta el peligro, enfrentándose así a sus limitaciones y sus miedos. Pronto el muchacho hará algunos amigos en el lugar, como Elsa (Sfía Mohamed), la hija de la encargada de un locutorio en el que trabaja por las mañanas mientras que lo hace por las tardes en la peluquería, acomplejada por sus manos, que sabe que no es una chica lista, y que se irá enamorando de Jon, y Nelson (Pau Poch), un joven emigrante ecuatoriano, chulo y pendenciero, novio de Elsa, que vende mercancía robada en el mercadillo del pueblo, y que es el líder de la pandilla a la que se arrimará Jon. Además su abuelo le pone como profesor de piano a Toni (Boris Cucalón), un adolescente sensible y con talento para el piano, que sufre tanto las burlas de los chavales del pueblo, como el rechazo de Jon, que no soporta la humillación de recibir clases de un chico de su misma edad. La única amiga de Max es la inspectora Aledo (Belén López), Una mujer policía del pueblo de 40 años, investigadora tenaz y metódica, que ha hecho del trabajo su razón de ser para olvidar algunas decisiones personales que han marcado su vida. Jon se implicará con la pandilla de Nelson en una acción que desencadenará la tragedia.
Comentario
Si hubiera que definir con un solo calificativo el cine de Gracia Querejeta posiblemente ese sería el de “honesto”. Parece que se le queda algo corto. Pero no: en tiempos de argucias efectistas y trucos variados, decir que un relato, una película, es “honesto” es tanto como decir que destila verdad. Y ya se sabe que la estética –y no digamos el arte- necesitan de autenticidad a fuertes dosis; de otro modo, la compenetración sería imposible, no existiría complicidad, ni la mínima sintonía requerida con la pantalla. No habría, en una palabra, chispa. Pero la hay (y a ratos a borbotones) en “15 años y un día”. La hay desde el primer momento en esa guerra generacional que la directora y guionista nos plantea sin grandes pretensiones, esa especie de carrera de relevos por edades y escalas tan solidaria a veces y también tan solitaria; una contienda en la que nadie tiene toda la razón, sino que cada cual, cada escalón, aporta su dolor, su fuerza y su propia cuota hormonal. En ese ambiente discreto, callado y hasta un puntito vulgar, que tediosamente definimos como “los pequeños/grandes problemas de la vida cotidiana” es donde se acomoda la enorme estatura de Tito Valverde, sin aspavientos, ni alharacas. Lo mismo que una acertada Maribel Verdú. Y hasta el jovencísimo Arón Piper. Todos en sintonía con la levedad emocional que les estalla en pleno cuarto de estar como bomba de relojería; a ellos y a miles de familias. Nada extraordinario ni sorprendente, nada que no ocurra todos los días. Pero es justamente esa falta de artificio lo que da en el clavo y hace mella