Un retrato sin condescendencia de una burguesa italiana carcomida por el aburrimiento con Toni Servillo como gran protagomosta
Dos años después de haber recorrido Estados Unidos con Sean Penn en «Un lugar donde quedarse», el italiano Paolo Sorrentino vuelve a su país natal y describe, en «La gran belleza» una Roma sublimada, el retrato sin condescendencia de una burguesa italiana carcomida por el aburrimiento. Protagonizada por Toni Servillo, actor de cabecera de Sorrentino, la película cuenta también con las presencias de Carlo Verdone, Sabrina Ferillo y Carlo Buccirosso.
La película muestra a Roma, con sus verdes jardines, sus palacios antiguos y sus villas lujosas: este marco idílico sirve de escenario a la intriga: Damas de la aristocracia, arribistas, hombres políticos, criminales de alto vuelo, periodistas, actores, nobles decadentes, prelados, artistas e intelectuales –auténticos o supuestos–, que tejen una trama de relaciones inconsistentes, todos envueltos en una Babilonia desesperada que se agita en los palacios antiguos, las inmensas villas, las terrazas más hermosas de la ciudad. Todos están allí. Y no tienen el mejor aspecto. Jep Gambardella (Servillo), 65 años, escritor y periodista, indolente y decepcionado, la mirada perpetuamente empapada de gin tonic, asiste a este desfile de una humanidad hueca y descompuesta, poderosa y deprimente. Una atonía moral que da vértigo. Y en segundo plano, Roma, el verano. Espléndido e indiferente. Como una diva muerta.
Para simbolizar a esta burguesía romana sin aliento, Sorrentino imagina un relato en el cual evoluciona el personaje de Jep Gambardella, periodista confirmado, pero que anhela salir de la monotonía de su propia existencia, que se reduce a disfrutar con cinismo de las trivialidades que se le presentan. Este personaje, igualmente narrador de la película, es interpretado por Toni Servillo, quien trabaja por cuarta vez con el cineasta napolitano después de «L’Uomo In Più» (2001), «Las consecuencias del amor» (2003) y «Il Divo».
«La gran belleza» («La Grande Bellezza») es el quinto largometraje de Paolo Sorrentino, que disecciona una aristocracia italiana cínica y frustrada. El cineasta se empeña en destacar su desencanto cada vez más profundo, alimentado de un hastío que pudo constatar después de haber disfrutado en varias ocasiones de las excentricidades de las noches romanas para preparar su película.
Sublimar Roma para resaltar aún más el malestar de los protagonistas de esta nobleza donde se frecuentan artistas e intelectuales hastiados de un diario vivir hecho de apariencias, habladurías y bajezas: este es el propósito de Paolo Sorrentino, que afirma haber jugado con este contraste. Esta Roma, protagonista silenciosa de una humanidad insatisfecha y decadente, trae a la memoria esa de «La Dolce Vita», obra maestra de Federico Fellini. Paolo Sorrentino no se esconde y la alusión al esquema narrativo de la película de Fellini es explícita.
«Mi intención era descubrir qué se esconde detrás del aparente empobrecimiento de nuestro país» ha dicho Sorrentino en rueda de prensa. «Conozco Roma desde hace varios años. Trabajé allí y luego me fui a otra parte. He tenido la oportunidad de recoger muchas anécdotas acerca de la burguesía y las veladas romanas. «La grande bellezza» es un testimonio de ese mundo. Pero fue la idea del personaje de Toni lo que me motivó a hacer esta película. Para mí, la pobreza no es algo que pueda contarse, hay que vivirla. Y es por esta razón que la película no muestra la pobreza material. Muestra el vacío. Mi intención era descubrir qué se esconde detrás del aparente empobrecimiento de nuestro país. La película trata acerca de la belleza de la vida».
Toni Servillo, el protagonista principal, se ha referido a la comparación entre «La grande bellezza» y «La dolce vita», de Federico Fellini: «Me da la impresión de que Fellini observó a Roma desde una barandilla, tranquilamente. Por el contrario, Paolo la observó de cerca. Creo que en términos de lenguaje, Paolo hace referencia al maestro que le precedió. Fellini se alimentaba del entusiasmo de la posguerra. En cambio esta película se concentra en las oportunidades perdias. El tono es melancólico». El actor también ha hablado de su complicidad con Paolo Sorrentino: «Considero los cuatro guiones que Paolo me ha ofrecido como cuatro regalos de la vida. También creo que nos une el hecho de ser napolitanos. Los napolitanos tenemos la capacidad de tomar distancias. Como Jep Gambardella en la película. Desea las cosas tanto como ama perderlas, pero siempre con una cierta ligereza. Me alegra mucho haber podido interpretar este personaje al que le tengo un gran cariño».