EL DIRECTOR DE «BLANCANIEVES» RECONOCE QUE LE ENCANTA SER CONSIDERADO COMO UN DIRECTOR DE CULTO, PERO ES ALGO NO VOCACIONAL

Pablo Berger ha recibido en la noche de este sábado 22 de marzo el homenaje del Festival de Málaga de Cine Español con el Premio Eloy de la Iglesia, que se otorga en colaboración con La Opinión de Málaga y cuyo nombre homenajea a uno de nuestros creadores más osados e inclasificables de los años 70 y 80.

«No tengo la intención de hacer una película cada diez años», ha subrayado en rueda de prensa Berger, antes de recibir desde el escenario del Teatro Cervantes de la capital de la Costa del Sol el Premio Eloy de la Iglesia, con el que el Festival de Cine Español de Málaga reconoce cada año a cineastas que se apartan de los caminos habituales para ofrecer una mirada más personal.
Después de debutar con «Torremolinos 73» y de haber tardado ocho años en levantar su siguiente largometraje, «Blancanieves», el cineasta bilbaíno Pablo Berger ha reconocido que le «encanta» que digan de él que es «un director de culto», aunque asegura que esto «no es vocacional».
«Torremolinos 73», su ópera prima, fue la película revelación del 2003-04. Además de ser un gran éxito de taquilla con más de 500.000 espectadores, consiguió multitud de premios, nacionales e internacionales, entre los que se encuentran: Cuatro nominaciones a los Premios Goya (Mejor guión original, mejor director novel, mejor actor protagonista, mejor actor de reparto).
«Blancanieves» (2012), su segundo largometraje, fue la película española del 2012-13, consiguiendo 10 Premios Goya de la Academia de Cine de las 18 candidaturas a las que estaba nominada en la edición de 2013. Además, representó a España en los Oscar de Hollywood 2013. De aquel largo proceso para conseguir rodar «Blancanieves», Berger recuerda el comentario de su productor en «Torremolinos 73», Tomás Cimadevilla, cuando leyó el guión y le pareció «maravilloso» y que se podía hacer en blanco y negro, aunque al ver que la película era muda le preguntó: «¿Pero estás de broma?». «Hubo otros productores de los que oí risitas al irme de una reunión, pero en todo este viaje no he perdido la ilusión y me siento igual que cuando empecé a rodar en Súper 8. No quiero crecer, tengo el síndrome de Peter Pan y todo se me olvida muy rápido. No le guardo rencor a ningún productor ni a las televisiones».
Aunque Berger reconoce que sus proyectos «nunca van por la autopista», y «en una primera lectura pueden parecer anticomerciales», ahora espera que con el nuevo largo que prepara, a la tercera vaya la vencida: «Voy por caminos laterales y carreteras secundarias, pero cuando se acerca el estreno me gusta meterme en la autopista. Me gusta el cine popular, no el que excluye a algunos espectadores», ha dicho el cineasta. Por ello, espera que los productores «sepan ver más allá de la superficie» y que no olviden que en su carrera ha dado «pocos puñetazos, pero bien dados», y que sus dos películas anteriores han sido sendos éxitos de taquilla. «Hace tiempo que perdí el pudor y cada vez que ruedo una película hago un desnudo integral. En la próxima me voy a exponer y lo voy a dar todo, no voy a guardar la ropa, porque siempre planteo mis películas como si fuese la última».